Investigador principal para América Latina en el influyente ‘think tank’ británico Chatham House, forma parte del consejo asesor de la División de las Américas de Human Rights Watch y es analista del ‘Financial Times’
Publicado en: El Mundo
Por: Fátima Ruiz
Pregunta. Nicolás Maduro se dispone a asumir el 10 de enero una presidencia que perdió en las elecciones de julio, mientras la comunidad internacional se ha mostrado incapaz de allanar una transición democrática en Venezuela. ¿Por qué?
En primer lugar, hay que entender el caso venezolano como una señal sobre cómo ha cambiado el contexto mundial. Podemos decir que en gran medida ha desaparecido el consenso sobre el derecho de la comunidad internacional a intervenir para que un gobierno acepte las reglas básicas de la democracia y los derechos humanos. La crisis se enmarca en la colisión con un eje de países -Rusia, China, Irán…- que rechazan esas normas y están dispuestos a prestar apoyo a regímenes similares (no sólo en términos mora-les, sino también económicos). Eso significa que el riesgo de aislamiento que antes existía para los gobiernos que violaran las normas ha disminuido. Lo vemos sobre todo con China, que ofrece bienes, comercio, inversión, asesoramiento e incluso armas sin tener en cuenta los estándares democráticos de sus socios. Y por otra parte, en un mundo con múltiples focos de conflicto -como Ucrania, Gaza o Siria- la atención ahora no está puesta en Venezuela. Eso Maduro lo sabe.
P. Considera entonces que Venezuela se ha visto atrapada en el pulso il-beral de las autocracias contra la democracia occidental. ¿Qué consecuencias tendría que consolidara una dictadura a la cubana en el patio trasero de EEUU en un momento en el que Rusia y China están implantándose con tanta fuerza en Latinoamérica?
R. El riesgo no es solo militar, ni afecta únicamente a EEUU. No estamos hablando de la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Lo que hay es una amenaza mucho más sutil. China y Rusia están tratando de fortalecer el mensaje de que las democracias no funcionan. Nicaragua, por ejemplo, está enviando inmigrantes a la frontera entre México y EEUU a fin de aumentar la polarización política norteamericana. Ocurre lo mismo en países vecinos de Venezuela, como Colombia, Chile o Ecuador, donde hay una reacción contra los refugiados que evidencia cómo está calando el mensaje de que el sistema no funciona. Rusia tiene la misma estrategia de desestabilización de Europa a través de la utilización de migrantes como una herramienta de guerra híbrida.
Una guerra en la que se utiliza el sufrimiento humano como arma, lo cual es muy triste. Todos estos regímenes están tratando de armar una coalición para fortalecerse mutuamente. Porque hace unos años, el hecho de que un país no fuera democrático suponía un cierto aislamiento ideológico. Ahora vemos alianzas entre estos regímenes que lanzan el mensaje de que la ola dictatorial está creciendo. Maduro ha estado, por ejemplo, en la reunión de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), encabezada por Vladimir Putin. El presidente ruso tuvo allí oportunidad de mostrar al mundo que no está aislado pese a la condena de Europa.
P. Donald Trump regresa a la Casa Blanca con el primer jefe de la diplomacia hispano de la historia de EE.UU, Marco Rubio. ¿Qué va a cambiar respecto a Venezuela?
R. El impacto de la nueva Administración Trump en América Latina favorecerá a los gobiernos de derecha dura, a regímenes no democráticos que violan los derechos humanos, como el del salvadoreño Nayib Bukele. Rubio ha sido crítico con presidentes de izquierda como el colombiano Gustavo Petro o el chileno Gabriel Boric. Yo creo que esas líneas maestras se agudizarán ahora, inclinando al Gobierno estadounidense hacia países que siguen su mismo modelo, cortados por el mismo patrón, que generarán imitadores por toda la región.
P. Los que considera hombres fuertes, es decir autocráticos…
R. Exacto, aunque el proyecto de Marco Rubio será mucho más ideológico y probablemente respecto a Venezuela regresará a una posición de presión máxima contra Maduro, Eso dejará menos espacio para que otros países intenten negociar con el régimen. Aunque en esto quiero ser claro. Lamentablemente Brasil, que tiene aspiraciones como potencia diplomática mundial, ha fracasado totalmente en la crisis venezolana, en su propio barrio, por lo que no ha gana do la legitimidad para ejercer esa influencia que ambicionaba. La ironía es que Lula quería jugar un papel en Venezuela para reducir la intervención de EEUU en América Latina. En realidad ha conseguido lo contrario.
P. ¿Cree que la tibia mediación de aliados de Maduro como Petro Lula ha contribuido a darle oxígeno?
R. Sí, así ha sido. Si Brasil y Colombia se hubieran involucrado de manera más eficaz, habrían reforzado su autoridad. Pero Petro tiene problemas propios en casa y Lula simplemente no ha tenido el apetito o el coraje de confrontar a Maduro. Eso abre la puerta a una línea política dura por parte de Marco Rubio.
P. Casi cinco meses después de su fraude electoral, Maduro parece resistir. ¿Qué herramientas de presión hay sobre el chavismo ahora que Moscú y Pekín trabajan para sostener financieramente al régimen?
R. El mundo liberal, digamos democrático, tiene que decidir qué quiere hacer con las sanciones al chavismo. ¿Quiere solo castigar al régimen o quiere promover divisiones dentro de la cúpula? ¿Quiere debilitarlo por dentro? Si apuesta por lo primero, hay que reimponer las sanciones económicas sectoriales. Pero si lo que pretende es resquebrajar la unidad del chavismo y fragmentar el consenso dentro del régimen hay que individualizar esas sanciones. Ya vimos un primer paso recientemente, cuando Washington impuso una veintena de sanciones personales a individuos del régimen.
Yo creo que la comunidad internacional tiene que identificar una estrategia clara no sólo sobre si imponer sanciones, sino sobre los objetivos de ese castigo. Por ejemplo, el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, viaja mucho a Inglaterra porque sobre el no pesan sanciones británicas. Esa estrategia tiene que llevarse a cabo en coordinación con la UE, Canadá, Brasil y Colombia.
P. ¿Sería esa la columna vertebral de la política de contención a largo plazo de la que usted hablaba recientemente en un artículo?
R. Sí, habría que hacer un esfuerzo conjunto para consensuar el castigo a Maduro y la manera de imponerlo, trasladando por ejemplo el mensaje a determinados sectores de que hay opción de viajar a Europa si se rompe con el régimen.
P. Considera entonces que dentro del chavismo hay elementos con los que se puede dialogar. ¿Dónde estarían esas grietas por las que puede colapsar el régimen?
R. El poder ahora está en manos del ala dura y depende de Diosdado Cabello, que ha llevado a cabo algunas actuaciones contra militares que no consideraba leales. Las grietas pueden abrirse en determinados sectores de las Fuerzas Armadas y en los facilitadores económicos del chavismo, empresarios cercanos al Gobierno-y no solamente dentro de Venezuela-a los que hay que señalar también. A partir del 10 de enero Maduro tiene un mandato de seis años que se le van a hacer muy largos. El chavismo va a necesitar a esos financia-dores, algunos de ellos situados en Europa. Hay que advertirles de que ellos también pueden verse perjudicados si apoyan al régimen.
P. Esos serían algunos de los puntos vulnerables a las que usted se refiere cuando traza paralelismos entre Venezuela y la URSS. ¿Hay otros que indiquen cómo puede desmoronarse el chavismo desde dentro?
R. Con la URSS se formó el llamado Comité de Helsinki, que monitoreó los derechos humanos en el régimen soviético. Y esa es una de las cosas que tendrían que hacerse con respecto a Venezuela: demostrar la criminalidad del chavismo. En este momento, ese régimen no es una dictadura, sino un grupo de oligarcas corruptos involucrados en tráfico ilícito de narcóticos, seres huma-nos, petróleo y oro. Lo sabemos, pero la comunidad internacional no se ha visto forzada a confrontarlo. Maduro cuenta ahora con que el mundo se aburra de mirarlo y se distraiga. Y yo creo que la comunidad internacional tiene que dejarle claro que no va a salirse con la suya, con la violación de las normas internacionales de los procesos democráticos. Es necesario un gesto que demuestre la preocupación colectiva de un número importante de países y la promesa de que no se va a dejar pasar esto. Lo segundo que habría que hacer es crear una comisión que investigue las actividades criminales del Gobierno de tal manera que pueda trazarse un mapa hasta de los vuelos de la cocaína que van de Venezuela a España, Bélgica o el Reino Unido. Porque, como digo, el chavismo no es una dictadura, es un Estado mafioso.
P. ¿Un narcoestado?
R. Puede ser una definición. Lo tercero que hay que hacer es una petición formal al Tribunal Penal Internacional para que acelere las investigaciones por crímenes contra la humanidad que hay en marcha y que actualmente están tomando demasiado tiempo. Porque las sanciones pueden levantarse, como las condenas (lo vimos con el caso de Alex Saab). Pero los crímenes contra la humanidad no prescriben ni pueden anularse. Hay que enviar a Maduro y a su círculo más estrecho la señal de que se acaba el tiempo de la im-punidad. También para los cómplices que pueda tener en España y en el antiguo gobierno español.
P. ¿Quiénes serían esos cómplices?
R. No voy a nombrarlos, pero sabemos que ha habido negocios entre el chavismo y algunos funcionarios españoles.
P. ¿Qué le parece el papel de España en la crisis venezolana?
R. A nivel institucional, el Ministerio de Asuntos Exteriores ha jugado un buen papel hasta cierto punto. El problema es el aprecio al régimen por parte de algunos sectores políticos en España. Sobre todo José Luis Rodríguez Zapatero y otros miembros del PSOE. Esto ha tenido irónicamente la ventaja de servir para que Pedro Sánchez se involucrara en el asunto a fin, precisamente, de desvincularse de esa cercanía.
Sánchez puede jugar un papel constructivo, pero ese papel viene en parte de un intento de contrarrestar la actuación opaca de Zapatero.
P. La salida a España del opositor Edmundo González, ganador de las elecciones, se acordó en la residencia del embajador español.
R. Que González saliera de Venezuela fue positivo dada la situación. Pero la forma de hacerlo fue muy desafortunada. Lo que era un ejercicio diplomático necesario para proveer de refugio a una persona amenazada fue manchado por una inexplicable decisión política de permitir la entrada en la embajada española de Jorge Rodríguez, que convirtió la escena en una especie de victoria retórica.
P. Edmundo González promete regresar a Venezuela para asumir la presidencia. ¿Cómo reaccionaría el régimen si cumple su promesa?
R. Lo meterían en la cárcel. Yo contemplo esas declaraciones como simbólicas, dirigidas al consumo internacional y a sus seguidores en Venezuela. Lo que intenta González es movilizar apoyos de cara al 10 de enero para demostrar que está con ellos.
Es un gesto importante, pero creo que también simbólico.
P. ¿En qué situación se encuentra María Corina Machado?
R. En una muy peligrosa. La han acusado de traición y creo que el riesgo es máximo. Lo que me parece indignante es la desfachatez del régimen a la hora de dar por descontado que no habría reacción internacional a su arresto. De aquí a la investidura de enero la presión a Machado ha sus colaboradores y familiares va a incrementarse. Y eso se debe paradójicamente a que el régimen está asustado pese a su imagen de brutalidad y violencia. Maduro es un presidente impopular, ilegítimo y aislado, que parece haberle dado el poder a los militares y a Diosdado Cabello y haberse apartado de algunas de las figuras civiles más importantes de su Gobierno, incluyendo a Jorge y a Delcy Rodríguez.
P. ¿Qué futuro les espera a los venezolanos si Nicolás Maduro sigue adelante con sus planes y se perpetúa en el poder?
R. Hay sondeos que reflejan que un tercio del país se marcharía si el chavismo permanece en el poder, algo que en este momento parece inevitable. Los venezolanos tuvieron esta chispa de esperanza que se materializó en las urnas de las elecciones del 28 de julio y que ahora han visto completamente aplastada. La economía está, además, colapsada por la corrupción, la desastrosa gestión de Maduro, la criminalidad. Todo esto continuará alimentando la desesperación de la gente, provocando oleadas de refugiados… Las primarias de la oposición trajeron una esperanza que la campaña reforzó y se vio consolidada con el recuento que le daba la victoria a Edmundo González. Cuando todo ese caudal se frustra lo que se puede esperar es que muchos ciudadanos salgan de nuevo por la puerta o que regresen a la apatía.
P. Una fuga que descapitalizaría un país que ya sufre una sangría de ocho millones de venezolanos.
R. La parte más difícil de la reconstrucción de Venezuela para encarar el futuro es lograr que la gente recobre la ilusión y que el capital humano que abandonó el país regrese. Mientras más tiempo se pierda, menos posibilidad habrá de poder recuperarlos.