Por: Tony Bianchi
Las encuestas de inicio de semana que cubren a todo Estados Unidos muestran signos de que a los norteamericanos están creciendo tantos las dudas sobre la bondad de las medidas arancelarias del gobierno como la capacidad de Trump que el electorado prefirió a Kamala Harris en el tema crucial de la economía del país.
En primer lugar, los norteamericanos están consternados porque la caída de las bolsas está causando que sus fondos de pensiones pierdan valor, cosa que los afecta directamente, y asoma la clara posibilidad de una posible recesión que afectaría el costo de su diario vivir.
Estas condiciones se diferencian bastante a la “Edad de Oro” prometida por el mandatario como parte de las medidas anunciadas a través del altamente publicitado “Día de la Liberación,” y la estricta aplicación de una serie de aranceles aduanales erigidos para favorecer al país y promocionar su “America First “(o “Primero America”) frente al resto del mundo.
Contrario a lo que solicitó Winston Churchill pidiendo a los británicos «sangre, sudor y lágrimas, pero al final ganaremos» (la Segunda Guerra Mundial), Trump está solicitando ponerles fin a los desaciertos de su predecesor Joe Biden prometiendo a los norteamericanos y que volverán a convertirse inmediatamente más ricos gracias a los nuevos impuestos que está aplicando.
No hemos llegado ni a los 100 días de haber tomado el mando del país, incluyendo la tradicional “luna de miel” que casi automáticamente se otorga a un nuevo presidente, que lo que aparece en el horizonte es un gran fracaso virtual.
Es increíble que su incompetencia haya sido prevista y correctamente identificada hasta por el Diario del Pueblo, órgano del Partido Comunista Chino, que advirtió a su lider Xi Jinping de lo que lanzaría Trump como estrategia para asegurar la supervivencia económica de su país.
Mientras tanto, los mercados financieros más líquidos del planeta, donde los grandes inversores mueven millardos todos los días, desde Wall Street a Londres, Tokio y el propio Hong Kong, fueron todos sorprendidos y han reaccionado con pánico y terror.
No esperaban aranceles tan generalizados, tan altos, y tan punitivos, a pesar que Trump comenzó a predicar su evangelio arancelario durante una entrevista televisiva en lo que aparece ya una fecha lejana, en el 1987, y nunca ha parado.
Tampoco esperaban que Trump castigara el comercio transatlántico de manera tan brutal que obligue a los países europeos tomar medidas similares en su defensa en contra de los Estados Unidos.
De acuerdo a las grandes figuras de la tecnología como Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg y otros multimillonarios, ellos no impondrían aranceles de ningún tipo y le gustaría un mundo sin barreras para evitar problemas como el que afecta el valor del fondo de pensiones, las tendencias inflacionarias y la intromisión de gobiernos en proyectos tecnológicos buscando roles importantes y una participación en las fortunas de los millonarios digitales.
Al tener que arbitrar entre los fuertes poderes del capitalismo y el populismo obrero que lo apoyaron en su elección, Trump se ha venido quitando la máscara como partidario de la “derecha social”.
Puede ser que en su proceso termine teniendo dudas y retroceda algo, pero la mayoría de los observadores están de acuerdo que su actitud y su narcisismo egocéntrico le permite disfrazar las retiradas como victorias.
Mientras tanto, el veredicto de los mercados bursátiles y de la conclusión de los más respetados economistas norteamericanos es que la recesión es “prácticamente inevitable” y es difícil predecir cual será la suerte de Donald Trump.
Ellos piensan que los mas seguro es que Trump se opondrá a la globalización y a los grandes acuerdos internacionales de libre comercio tratando de dominar el gran entorno comercial a traves de la imposición de aranceles que lo favorezcan buscando acuerdos con ambos extremos del mundo político para sobrevivir.
De inmediato, los mayores periódicos estadounidenses, con el Wall Street Journal a la cabeza, siguen preguntándole como piensa lograr convencer a los norteamericanos, empezando por los jóvenes, a trabajar en las fábricas del país y sin la presencia de trabajadores latinos, imitando a las masas obreras chinas, coreanas y vietnamitas para reemplazar la producción barata de esos países que han venido inundando a Estados Unidos.
Según nuestros corresponsales y los economistas que hemos consultado, abordar esta problemática va más allá de la competencia del actual presidente de Estados Unidos.