Los 89 de Vargas Llosa – Carlos Granés

Publicado en: ABC

Por: Carlos Granés

A un cumpleañero no se le debería molestar con preguntas y congojas, menos aún si la cifra a la que llega, los 89, es una de esas cimas donde merecidamente reposan a su antojo quienes lo han hecho todo en la vida. Pero no me resigno. El mundo ha cambiado tanto en tan poco tiempo, que me atrevo a invocar a Mario Vargas Llosa, a sacarlo de la placidez contemplativa a la que invita el Pacífico que se extiende a los pies de su piso en Barranco hasta el infinito, y preguntarme qué estará opinando, por dónde estaría cavando para ver la luz al final del túnel.

Ochenta y nueve, digo, una cifra que le queda chica, porque en este mundo ha vivido suficiente como para rellenar una veintena de existencias normalitas, y en la ficción mucho más: no sólo las vidas que fantaseó en sus novelas, sino las que leyó en Flaubert, Balzac, Conrad, Pérez Galdós Faulkner… en todos los autores que tuvieron algo que decirle a la humanidad. Vargas Llosa, además, recorrió el mundo, algo que ya no se hace porque la gente pasó de la antiglobalización al antiglobalismo, y ahora no sale del barrio por miedo a perder sus tradiciones.

Enseñó en Princeton, en Georgetown, en Harvard, y se preocupó por entender bien los Estados Unidos. Durante cuarenta años viajó con frecuencia a Israel para escudriñar sus conflictos con Palestina, esa mancha en la historia de una nación que admiró y vislumbró como un referente para América Latina, porque con todo en contra -el desierto, la geopolítica, el antisemitismo-, logró convertirse en una democracia moderna y próspera.

Conoció la Unión Soviética en los sesenta -sólo a Neruda le pagaban derechos de autor allá, me contó una vez- y después viajó a Rusia en 2010, persiguiendo los espectros de Tolstoi en Yásnaia Poliana. Y si anduvo por Irak relatando las consecuencias de la invasión estadounidense de 2003 no me hubiera extrañado verlo en un avión rumbo a Ucrania, de haberle pillado la guerra con 79. Pocos intelectuales en el mundo han acumulado tantas lecturas y experiencias de los países donde hoy se dirime el destino de la humanidad. Y mientras celebra sus 89 años -¡como le gusta su cumpleaños a Mario!-, yo me pregunto cómo estará viendo este desmadre que encabeza Trump, qué argumentos estaría dando para recomponer el proyecto del Occidente democrático por el que tanto luchó.

Pero en realidad sería el colmo encargarle que también diera esa batalla. Él ya se enfrentó a la izquierda castrista, demostrando que aquello sólo era ruina y totalitarismo. Y se opuso a todas las dictaduras, también las derechistas, repartiendo críticas tan contundentes a Pinochet y Fujimori como a Castro y Chávez. Y sembró la idea de la democracia liberal en territorios hostiles, el Perú entre ellos, y criticó los nacionalismos, a todos, el catalán y el vasco, pero también el francés y el español. No, pensándolo bien, lo mejor es desearle un feliz cumpleaños y asumir que esa otra batalla, recomponer la esperanza liberal, la democracia y el cosmopolitismo, nos toca darla a nosotros.

 

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