Publicado en: Frontera Viva
Por: Tulio Hernández
Los millones de venezolanos que han abandonado su país buscando una segunda oportunidad en otros son uno de los testimonios mas contundentes del fracaso estrepitoso y crueldad sin límites del modelo político conocido como “Socialismo del siglo XXI”.
Todos los organismos internacionales que se ocupan del tema lo ratifican. Para el 5 de junio de 2021, la Plataforma de Coordinación de la Repuesta para Migrantes y Refugiados de Venezuela concluye que mas de 5,7 millones de personas han salido del país y de ese total cerca del 31%, un millón setecientos cuarenta y dos mil, se encuentran en Colombia.
Es una cifra abrumadora. Cinco millones setecientas mil personas, para que nos quede claro, es casi el triple de la población de Caracas. Supera con creces la suma de las poblaciones de Madrid y Barcelona las dos mas grandes ciudades de España. Es casi exactamente el mismo número de la población de Santiago de Chile, una de las dos megalópolis del Cono Sur. Y va mas arriba, en dos cientos mil almas, de la población total de Costa Rica, una de las naciones mas influyentes de centro américa.
Una suma perturbadora. Se trata, junto al sirio, del desplazamiento humano forzoso mas grande del siglo XXI. Los sirios escapan de una espantosa guerra civil. Los venezolanos de la inseguridad, el desempleo, la vida carencial, las persecuciones políticas o, simplemente, tratando de encontrar el alimento, las medicinas y los tratamientos de salud que su país les niega.
A muchos les va, al menos económicamente, bien. Ya porque eran personas adineradas y clase media pudiente y habían ahorrado suficientes dólares antes de la irrupción chavista o porque son profesionales y emprendedores exitoso. Los mas sobreviven como profesionales diversos, técnicos, obreros o vendedores informales con cierta estabilidad de quinces y últimos forzosos. Y muchos, no sabemos el porcentaje, terminan en la indigencia, de pordioseros y trabajadores sexuales o son reclutados por las bandas criminales, el ELN o la disidencia de las FARC, las dos guerrillas a la que el gobierno de Maduro protege.
Otros, en Colombia, aprenden a obtener algunos pesos diarios cantando en el transporte público, haciendo malabarismos circenses en los semáforos o vendiendo bolsas de basura que comunidades religiosas les regalan. Y algunos, al menos acá en Bogotá donde esto escribo, buscan salidas creativas, ¡como una joven madre y su niña de unos diez años que recorren diariamente algunos barrios del norte de la ciudad cantando en dulce tono las palabras “¡flores!, ¡flores!” y la gente baja de sus apartamentos a comprárselas impulsados por la alegría y ternura de sus cantos.
Para Colombia no es un tema fácil. El arribo de casi dos millones de venezolanos ha obligado al gobierno central a tomar medidas osadas e impedir que el desplazamiento masivo derive en una crisis social. Para entender de que se trata, casi dos millones de venezolanos en Colombia superan el numero de habitante de Barranquilla y Cartagena, las dos grandes capitales del Caribe colombiano, juntas.
Porque no se trata de un solo tipo de inmigración. Son por lo menos cuatro fenómenos distintos. La migración de destino, los que han venido para fijar en Colombia su residencia. La migración de retorno, la de los colombianos que habían hecho su vida en Venezuela y regresan con doble nacionalidad. La migración de tránsito formada miles de venezolanos que atraviesan Colombia, muchas veces a pie, y salen –camino de Ecuador, Perú, Chile y Argentina– por el puente Rumichaca en el extremo sur occidental del país.
Y la migración pendular, la mas numerosa, formada por una población que entra a Colombia por uno o pocos días en búsqueda de alimentos, trabajo informal, atención medica o a traer o llevar productos de contrabando y luego retorna a su lugar de residencia. Un movimiento pendular que ocurre entre los estados Zulia, Táchira, Apure y Amazonas, de Venezuela, y los departamentos de La Goajira, Norte de Santander, Arauca y Guainía, respectivamente, de Colombia. Algunos días el pendular mueve hasta 50 mil personas.
Las cuatro migraciones más grandes van, en orden numérico, a Colombia, Perú, Estados Unidos y España. Pero también hay cifras considerables en otras naciones suramericanas como Ecuador, Brasil, Chile y Argentina. Pero, sin lugar a dudas, ha sido Colombia el país en donde mayores respuestas colectivas nuestra migración ha suscitado.
Tanto de la gente común como del gobierno central que, entre otras medidas, ha creado el Permiso Especial Permanente, el PEP, un documento gratuito de fácil obtención que le permite a quien lo porta ser un residente legal. Lo mas parecido a una visa de residencia.
Pero la decisión mas integral, que convierte a Colombia en un país de avanzada en el tratamiento de las migraciones, ha sido el Estatuto de Protección Temporal para Migrantes Venezolanos, un decreto firmado por el presidente Iván Duque en marzo del presente año, que regulariza la situación de los venezolanos en Colombia por los próximos diez años. Hasta el 2031.
Es cierto que existen brotes de xenofobia, quizás marcadas por la aporofobia –el término que define el rechazo o la discriminación hacia los pobres– pero son insignificantes comparada con el número de iniciativas de la sociedad civil que en todo el territorio surgen espontáneamente o con apoyo de organismos internacionales diversos para ofrecer ayuda humanitaria, proteger los derechos, promover la integración, dar información y capacitación a los migrantes venezolanos de menos recursos.
También es cierto que la academia y las autoridades de gobierno de Colombia cada día entienden mejor los beneficios que las migraciones también traen consigo. Recientemente el ministro de Hacienda, José Manuel Restrepo, destacó en declaraciones públicas los aportes de la migración venezolana al Producto Interno Bruto (PIB) del país, reconociendo que en el mediano plazo Colombia crecerá por encima de su potencial y lo va a hacer basado, “primero, en el plan de reactivación económica, y en segundo lugar, en los efectos de la migración en la fuerza laboral”.
Se calcula que el fenómeno migratorio y el Estatuto Temporal de Protección tendrán costos de unos seis billones de pesos en el corto plazo, pero también generaran ingresos por 11,5 billones en el mediano y largo plazo.
Luego de haber impartido un ciclo de talleres dedicado a capacitar comunicadores para el manejo responsable de la información sobre la migración venezolana, organizados por la Fundación GABO con el auspicio de Acdivoca, me quedo con la sensación de que hay una parte muy grande de la sociedad colombiana que no solo ha sido proactiva a favor de la migración, sino que representan un muro de contención a cualquier reacción xenofóbica que pudiese desatarse desde el terreno político. Como las ocurridas en Perú con el manejo chauvinista de la campaña electoral de Pedro Castillo.
Ha sido un viaje por la geografía humana del país que nos ha recibido. Hemos estados con grupos de comunicadores, muchos de ellos venezolanos, de la Costa caribe, del César y la Goajira, de los dos Santanderes y Arauca, del eje cafetero y Antioquia, y de la región capital. Y en cada uno de esos encuentros salgo con la sensación de haber estado con una Colombia solidaria, que maneja los derechos humanos y comprende solidariamente el fenómeno migratorio.
La Colombia no bélica, no polarizada, que será decisiva cuando en Venezuela iniciemos el proceso de reconstrucción nacional y volvamos a la democracia.
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