Publicado en: El Nacional
Por: Carolina Espada
Esta cosa que te acabo de contar es para que entiendas que aquellas cosas dadas por ciertas, esas premisas sobre las que se sustenta la patria, esa vaina que nos enseñan desde la niñez, que nunca más revisamos y que tenemos como pilares de la nacionalidad, pueden dejar de existir.
Francisco Suniaga, Esta gente
Con ese epígrafe, la Dra. Carole Leal Curiel comienza su ensayo titulado “La Primera Revolución de Caracas, 1809-1812: Juntismo, elecciones e independencia absoluta”[1] y nos da una clase apasionada en el XI Diplomado de Historia de la Venezuela Contemporánea de la Fundación Rómulo Betancourt y la Universidad Pedagógica Experimental Libertador.
Aprendimos en primaria que Simón Bolívar, en la noche del 3 julio de 1811 y con la impaciencia de sus 28 años, pronunció un discurso vehemente: “¡Que los grandes proyectos deben prepararse en calma! 300 años de calma, ¿no bastan? La Junta Patriótica respeta como debe, al Congreso de la Nación, pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad sudamericana, vacilar es perdernos”.
Dos días más tarde, el Congreso declaró solemnemente la Independencia absoluta de nuestro territorio y son muchos los que afirman categóricamente y sin estudiar, que de no haber sido por el exhorto de Bolívar, aquellos primeros constituyentistas hubieran seguido perdiendo el tiempo en cavilaciones de poca utilidad. Porque, ¿qué tiene más “video”, unos señores casposos y pusilánimes, sentados en la penumbra de un gran salón oloroso a alcanfor, discurriendo sobre la mala suerte del rey Fernando VII, o un joven fogoso y heroico exigiendo con voz briosa la independencia de su país? Me temo que los congresistas salen perdiendo en esta película.
Dicen que la historia la cuentan los vencedores, pero siempre he pensado que la historia la cuentan… los que mejor cuentan. Eso es peligrosísimo, pues en aras de ese “bien contar”, los verdaderos hechos históricos son soslayados y cobran fuerza las leyendas, los mitos, los cuentos de camino y los cultos fanáticos e irracionales.Así, la historiadora nos obliga a revisar y a cuestionarnos “la imagen de la Sociedad Patriótica como guardiana de la revolución y la del primer Constituyente de 1811 como congreso débil y timorato”.
Reconozcámoslo, poco sabemos de aquellos 44 diputados y nos asombramos al saber que el 60% tenía formación universitaria. ¿Acaso nos hemos leído el Reglamento redactado por el doctor Juan Germán Roscio, hecho público a fines del mes de junio de 1810? Según la profesora, este “constituye una pieza clave para comprender el éxito político de crear la Condeferación y la temprana declaración de independencia absoluta que produjo Venezuela en el mundo hispanoamericano”. ¿Estamos al tanto de que en dicho reglamento se establece la igualdad de participación de “todas las clases de hombres libres”; la necesidad de ampliar la participación política basada en el número y no en la calidad de los electores; el sufragio indirecto en dos grados y otros temas concernientes a la res pública? ¿Hemos leído algo del diputado Fernando Peñalver, uno de los pocos en tutear al Libertador, que citaba a Montesquieu y predicaba la “República federal democrática”? ¿Y qué opinamos del Reglamento provisorio sobre separación de poderes que data de antes de la fecha de instalación del Congreso? ¿Me equivoco al aseverar que la mayoría de nosotros no sabe casi nada por no decir nada en absoluto?
La Dra. Leal Curiel es enfática: “Mucha tinta se ha dejado correr para establecer que la citada declaratoria fue en realidad el resultado feliz logrado gracias a la presión ejercida por un club político radical, de inspiración jacobina, fundado bajo el nombre de Sociedad Patriótica de Caracas. Sostengo por el contrario y contra esa muy extendida tesis que el debate sobre la posibilidad de declarar la independencia absoluta estaba ya presente desde el momento mismo cuando se instaló y juramentó el Congreso Conservador de los Derechos de Fernando VII, el día 2 de marzo de 1811. Sostengo entonces que la declaratoria de independencia absoluta fue en realidad el resultado de un debate teórico sobre el pacto confederal que tuvo lugar en ese Congreso, para el cual la supuesta presión que ejerciera el club político de la Sociedad Patriótica de Caracas sobre el Congreso poco o nada tuvo que ver directamente con tal decisión”.
No nos dejemos aturdir por aquellos jóvenes impacientes y ruidosos; debemos bajarles el volumen para poder escuchar otras voces, considerar con madurezotros puntos de vista. Unos que tal vez no sean del agrado de muchos, pero que están basados en el estudioy en la más rigurosa investigación.
¿La Historia debe ser considerada como Ciencia o como Arte? Ese es un debate entre especialistas y no me aventuro a entrar en disquisiciones tan profundas, por ahora solo tengo una certeza: en la escuela, la Historia no puede formar parte de la unidad curricular “Corte, Costura y Manualidades”. No debemos moldear los sucesos históricos como si estuvieran hechos de plastilina.