Publicado en: El Nacional
Por: Fernando Rodríguez
Pedro Pablo Peñaloza es uno de nuestros más agudos e informados de la hermética política nacional. Ahora bien, en fechas recientes publicó un artículo en La Gran Aldea, haciéndose algunas preguntas sobre el caso Tareck el Aissami, que, en casi cualquier otro país, al menos ligera y aún falazmente democrático, que abundan, hubiese producido un cataclismo de notables proporciones en la opinión nacional. Peñaloza en su artículo se limita a preguntas, las que más o menos nos hacemos muchos: por qué ahora se arremete contra funcionarios de casi toda la vida de la dictadura; por qué ni el partido de gobierno ni siquiera los de oposición abren la boca al respecto; para qué esa novedosa escenografía de monos naranjas y otras modalidades inéditas para reclusos; o la información meramente retórica de los operativos delictivos; la muerte oscura del preso Leoner Azuaje, en un país que probadamente se tortura y se mata a presos políticos; y, sobre todo, por qué se guarda absoluto mutismo sobre el capitán de la empresa, Tareck. Que un avezado periodista, y nosotros con él, sólo tenga preguntas y no respuestas después de varias semanas del inicio del tremebundo acontecimiento es de no creer. Yo sumaría la incógnita de la cantidad de miles o decenas de miles de millones de dólares perdidos en un país padeciendo penurias extremas de toda naturaleza.
La primera inferencia de estas preguntas es que el gobierno simplemente informa lo que le viene en gana, lo que le conviene. Además de las conveniencias políticas o policiales, las estadísticas económicas, los índices de salud, educación, muertos solo por vivir en barrios, etc. Y de paso, por lo visto, la mayoría de la oposición, por otras sigilosas razones, también mira para otro lado, electoral. Y cuidado y se pone usted, periodista, muy obsesivamente curioso porque lo bloquean o lo cierran o le ponen el mono naranja a la moda. El IPYS, organismo de impecable trayectoria en la lucha por la libertad de expresión, acaba de comunicar que hubo cuarenta bloqueos, temporales o permanentes, en portales digitales el año pasado, entre otros desmanes en las redes y que se enmarcan en las 373 vulneraciones de la libertad que el mismo organismo denuncia para ese año. La censura, pues, de alto voltaje. Que se suma a la hegemonía mediática e incluso a otras censuras más veladas y generalmente más crueles cuando usted entra en zonas malditas, por ejemplo ese orgullo del periodismo venezolano de cualquier época que llaman Armando.info.
País silencioso, silenciado, anestesiado, absorto, desarticulado. No obstante, no deja de ser alentador que se haya producido semejante sangría en el hasta ahora invulnerable bloque gubernamental. Cierto que ha habido disidencias en éste de alguna significación, pero este es un machetazo muy sangriento que puede presagiar otros de mayor calado. Ya veremos en qué termina la película, al menos lo que nos dejan entrever ya que tiene un esquema narrativo muy original en que damas y caballeros perseguidos por los más distinguidos países y organismos internacionales por delinquir, persiguen a otros de igual o menor jerarquía para ajusticiarlos, todo entre sombras. Ojo, Tarantino.