Publicado en: El Universal
Supe de Javier Milei por su tremendismo revolucionario, “hablar claro”, no tener bigote en la lengua, y otras propiedades que no son precisamente patrimonio de grandes estadistas democráticos. Su declaración después de la PASO, fue idéntica a la de un conocido mamerto, Pablo Iglesias, quien rugía sobre “desaparecer a la casta parásita” de los políticos. No imagino a Clinton, Merkel ni Aznar referirse a sus opositores de “cabrones” o “hijo de p…”, como hacían Castro y Pinochet, y ahora este patán “liberal”. Se identifica libertario o anarco liberal, y no sé cuánto en verdad lo será, un pensamiento muy extraño, incluso para la academia, al que me acerqué gracias a la invitación a foros internacionales de discusión del Liberty Found. Por eso me pregunté un par de veces si el candidato Milei tenía claro lo que decía ser y en todo caso creo que es el primer político en vías de éxito que se define así, aunque ahora uno se autoconcibe como le da la gana. Pero algo debe saber de eso porque menciona con frecuencia ideología y maestros. Los anarcoliberales, anarcocapitalistas, libertarios son anarquistas de derecha, que como su hermano gemelo de izquierda, aspiran la eliminación perentoria del Estado y declaran enfáticamente la caducidad o incompetencia del liberalismo clásico ya que la civilización anclada en Montesquieu consagra y no cuestiona la existencia del Estado y de los poderes públicos. Pero cuando un anarquista pasa a la política real, se manifiesta su vaciedad. Quien gana la presidencia controla el poder el ejecutivo y tendrá al lado los moderadores, judicial y el legislativo, el Estado. La aberración podría apelar a una “constituyente” para crear otro Estado, ahora a su gusto, pero Estado al fin. El liberalismo original es una teoría, pero se materializa a través de la socialdemocracia y otras ideologías democráticas de centro, única manera de ser liberal en la realidad práctica.
La imposibilidad de un programa anarquista, logró que muchos de sus militantes se hicieran terroristas en el siglo XIX, mientras llegaba la hora ignota de crear un comunismo sin gobierno y regido por comunas, rasgo idéntico de su gemelo de “derecha”, el anarcoliberalismo. La historia recuerda a William Godwin, Mijaíl Bakunin, Mijaíl Nechayev, Alekséyvich Kropotkin, Santa Caserio y muchos otros, desde teóricos hasta hombres de acción. El precursor principal del otro anarquismo, el de derecha, es Ludwig Von Mises, con un monumental conocimiento de la historia y de la economía, pero su obra la opaca el extremo fundamentalismo anti estatal, que lo llevó a acusar a Von Hayek de socialista disfrazado en una de las reuniones de la fundación Mont Pelerin en Suiza a comienzos de siglo XX. El nombre de anarcocapitalismo se lo puso Murray Rothbard, un filósofo y economista norteamericano que sueña esa sociedad sin gobierno, anárquica, regida por las comunidades, con propiedad privada sin política, y paleoconservadora: un mundo estático, parroquial, reticente a la globalización, las migraciones y a los cambios. Apegado a la religión y las costumbres “propias”, importaciones controladas y reticencia a culturas extranjeras. Como las demás ideologías ultras, desprecia la democracia, por ser una forma de Estado. El español Jesús Huerta de Soto, otra de las luminarias de esta corriente, defiende una democracia directa, de comunidades autoregidas, sin políticos. Igual plantea la obsolescencia del liberalismo expuesto por Locke y Montesquieu hasta Hayek y Popper. Su teoría económica desarrolla y amplía conceptos de demostrada pertinencia: productividad del trabajo, eficiencia, emprendimiento, vinculados esencialmente a la propiedad, y las conocidas tragedias que producen el socialismo y otras corrientes colectivistas.
Pero también desarrollo una tesis sobre la nación, de insuficiencias graves. Asume el concepto de los románticos, llamado “la ideología alemana” por Marx y Engels, anterior a la revoluciones francesa y norteamericana que crearon el Estado político moderno: nación es un sentimiento popular, lengua, religión, costumbres, sangre, tradiciones, “identidad” de unidades parroquiales o medievales. Como pensaban Johann Herder y Johann Fichte, a cada identidad cultural corresponde por derecho una patria, aliento actual de movimientos secesionistas parroquiales y caos. Eso argumentan quienes creen que existen naciones catalana, vasca, navarra o gallega, blanden anacronismos y mentiras históricas que pueden provocar una reacción en cadena en los estados europeos. No habría, según su opinión, franceses, sino normandos, galos, borgoñones, auvernios, corsos, etc., cuya unificación fue logro esencial de Richelieu, Mazarino, Danton. Según la pauta de Huerta de Soto, los EE. UU serían cincuenta “naciones” y Alemania trescientas. Otro de los puntales libertarios es David Friedman. En su obra La maquinaria de la libertad, desarrolla la idea de un tipo de justicia no estatal sino privada, modelo para la sociedad anárquica del futuro, una vez que la humanidad se convenza, quien sabe cómo ni cuándo, del extravío que representa la mera existencia del Estado. Su modelo es la justicia privada del lejano Oeste americano, con lo que demuestra que no vio suficientes películas vaqueras, ni bibliografía de Marcial Lafuente Estefanía. De hacerlo su modelo de justicia no sería una ligereza o un fórceps sobre la realidad. California, Texas, Kansas, Oklahoma Wyoming, Arizona, etc., estaban azoladas de matones que pasaron a la historia por sus depredaciones, Jessy James, Billy de Kid, Buffalo Bill, Clay Allison, Hatfiekd, McCoy, Ben Thompson, King Fischer.
Impusieron la ley del más fuerte, el “más rápido”, sobre solitarios sheriffs que representaban precisamente el rudimento de un Estado embrionario. “Yo soy la ley” decía Wyatt Earp mientras acariciaba cacha de hueso de su Colt 44, dejando claro donde estaba la justicia. Pobres mujeres de las que un matón se antojara, y el respeto a la propiedad privada debía imponerse a las pandillas a punta de Winchester. Por no referir el exterminio de piel roja y la posterior depredación de indígenas hispanohablantes y cristianos, es difícil acertar con semejante distorsión cognoscitiva. Volviendo a la realidad actual, en las PASO argentinas triunfó una justificada rabia colectiva, sobre la que he escrito en varias ocasiones. Entre el peronismo, los militares y el kirchnerismo defalcaron al país en una magnitud incomparable, un plan ejecutado por los Kirchner entre 2003 y 2015. Un tal José López tenía 9 millones de dólares en su casa para cigarrillos y chucherías, pensó que lo allanarían, y corrió a ocultarlos en el convento de las asustadas Monjas orantes y penitentes de Nuestra Señora de Fátima, donde lo pillaron. Pero ya la cúpula kirchnerista se desmoronaba desde 2017. A Omar “Caballo” Suárez, jefe sindical portuario, lo agarran por fraude, estafa agravada y cuentas multimillonarias sin justificación. Juan Pablo “Pata” Medina, jefe sindical de la construcción, preso por extorsionista, asociación para delinquir y operaciones por diez millones de dólares no justificados. A ese humilde dirigente popular, la vida lo premió con ciento nueve automóviles, un avión y un helicóptero. Marcelo Balcedo, de los educadores y traficante de armas, tenía cuentas por veinte millones de dólares, y era feliz propietario de dos aviones, un yate, cuatro porches, un Ferrari, un Mercedes McLaren (valorado en 500.000 dólares) y un zoológico privado.
El procedimiento kirchneriano era el siguiente: el superministro de planificación, Julio de Vido, creó un “comando” con las grandes empresas de la Cámara de la Construcción, que oficiaba el presidente gremial, el supermagnate Carlos Wagner. Allí decidían el plan de obras públicas y adjudicaban quien ganaría cada licitación. Una vez iniciadas las obras, duplicaban o triplicaban el costo inicial y ni siquiera se concluían. Sobraban dólares para varias capas de funcionarios del gobierno y empresarios, y todo el mundo contento. Estos cuadernos llegaron a manos del poder judicial y Wagner, en compungidas “confesiones”, revela que los Kirchner recibían 3 millones de dólares diarios, 90 al mes, 12 mil millones durante sus tres gobiernos, suficiente para una vida modesta, pero sin privaciones. Se ha visto cantidades de veces: esas rabietas populares, muy justificadas, pueden conducir a entronizar imbéciles y energúmenos que empeoran todo, en perjuicio de los que siempre pierden. No aseguro que Milei, de ganar, si ganara, repita lo que tanto vimos, aunque lo asegura él con su lenguaje de burdel. Ojalá no y en primer lugar poco podría hacer si no tiene el Congreso y la Corte a su favor.