Publicado en: Milenio
Por: Irene Vallejo
En la mitología griega, Hércules fue condenado por un crimen —fruto de su inconsciente locura— a realizar doce trabajos a las órdenes del rey Euristeo. En lucha con fieras infernales, se embarcó en una serie de tareas agotadoras, en apariencia imposibles y sin remuneración. La trayectoria laboral de un héroe exige grandes dosis de flexibilidad y capacidad de adaptación para mantenerse en un negocio tan competitivo. Hércules aprendió rápido. Llegó a adquirir tanta soltura en la eliminación de monstruos que estos empezaron a escasear y Euristeo decidió deslocalizar los trabajos enviándolo por todo el mundo e incluso al reino de los muertos para explotar los recursos todavía intactos en materia de seres fabulosos.
Aprovechando que Hércules no podía hacer ascos a ninguna tarea, Euristeo le ordenó limpiar los establos del rey Augias, en los que durante generaciones nadie había retirado el estiércol. Como las mafias muchos siglos después, el héroe pensó que la gestión irregular de los residuos podía llegar a ser una empresa muy lucrativa, así que regateó con el monarca hasta que éste le prometió parte de su reino a cambio de la retirada de la basura. Hércules desvió dos ríos para facilitar el vertido de toda aquella porquería, pero no consiguió los soñados beneficios por sus delitos ecológicos. Augias le negó el salario pactado y además Euristeo no quiso contárselo para el cómputo de los doce trabajos porque había intentado facturarlo a otro rey. En el terreno de las gestas heroicas, Euristeo era partidario de imponer el régimen de lo gratuito.