Publicado en: El Universal
La desenfrenada, valiente y bellísima Wu Zetian, pasó de esclava a amante y luego a emperatriz soberana de China. Allí practicó una diplomacia original. Si le gustaba un embajador que presentaba credenciales, le exigía hacerle cunnilinguis, so pena de muerte y acataban, “solo para proteger su vida”, dejaban claro. Siglos antes, Chi Shi Wan Chi, creador del imperio chino, enfurecido porque una colina “no dejaba pasar” al ejército, hizo talar los árboles y pintarla de rojo. Lo mató devorar mercurio para hacerse inmortal, según consejos médicos. Enterraron con él artistas, artesanos y obreros que trabajaron en la construcción de su majestuosa tumba, conocida hoy por los miles de “soldados de terracota” que la custodian. Para distraer el aburrimiento en una fiesta, Calígula violó en público a un general y luego a su esposa. Se creía la reencarnación de Zeus y acuchilló a su hijo en el vientre, para prever que se alzara contra él, como pasó “en la familia”, a Urano con su hijo Cronos y a éste con el suyo, Zeus. Lo entretenía ver a las fieras devorar prisioneros en el Coliseo, y al agotarse la existencia, los sustituyó con gente del público para no detener el espectáculo. Mesalina, la mujer de Claudio, se acostó una noche con setenta hombres en apuesta que ganó a la prostituta más famosa de Roma, Escila, que apenas con 30 quedó exhausta.
Hitler, cuya película favorita era Blancanieves, ya Alemania aplastada por los aliados, movilizaba batallones imaginarios ante el asombrado pánico de su Estado Mayor y ordenaba fusilar oficiales “traidores”, entre ellos nada menos que a Goering. En la convención del Baath que proclamó a Sadam Hussein dictador de Irak, la policía política detuvo decenas de dirigentes que hicieron críticas, y esa noche los asesinaron. En los 80, Castro reunió temblorosos y valientes intelectuales que pedían libertad de creación. “Que hable el que tenga más miedo”, dijo ante el aterrado auditorium, y le respondió el enclenque Virgilio Piñera: “Fidel: seguro yo soy el que tiene más miedo. Pero quiero preguntarte por qué debo temer”. El presidente de Guinea Ecuatorial (1968-1979) impuso en su país la consigna “Dios es Macías Nguema” (él mismo, claro). Cerró escuelas y hospitales, y prohibió gastar en lubricantes para las máquinas, que él supliría con magia. Francois Duvalier, presidente vitalicio de Haití, pensaba que era reencarnación de Egún, la deidad vodú de la muerte. Ordenó asesinar a su vicepresidente y como huyó y no lograron conseguirlo, los tonton macoute, precavidos, dijeron que se había transformado en perro negro; entonces ordenó matar a todos los perros negros. Kim Jong-Un acaba de instruir a su familia en demoler de inmediato EE. UU e Israel si hay guerra.
Su padre Kim Jong Il, era fanático de Hollywood, en especial de James Bond y El Guardaespaldas (Mike Jackson: 1992) con Kevin Costner y Whitney Houston. Pidió a los hijos que en su sepelio imitaran la secuencia de En la línea de fuego (Petersen: 1993), en la que trotaban agentes, encabezados por Clint Eastwood, flanqueando el carro fúnebre del presidente. Stalin, otro adicto del cine gringo especialmente las vaqueras, planeó dos atentados contra John Waine que el FBI evitó. Para la escritora Alejandra Vallejo-Nájera en su obra Los locos de la historia, todos los dictadores tienen las tejas rodadas; y el director francés Alain Charlot nos ofrece el documental Dictador: trabajo de locos (2012). Ambos coinciden en que son enfermos de la cabeza y muchos con cementerios personales. Rafael Leonidas Trujillo, tirano de República Dominicana, según biógrafos y Vargas Llosa en La fiesta del Chivo, era una bestia sexual que perseguía mujeres. Los tiranos son heterosexuales u homosexuales voraces, bisexuales, impotentes, paranoicos obsesivos, ansiosos, bipolares, introvertidos, cariñosos o crueles con sus animales y familias (mujeres de Stalin y Hitler se suicidaron). Joaquin Fest, Allan Bullock, Karl Schmitt, Isaac Deutscher, Jung Chang, Norberto Fuentes, Robert Service, los estudiaron e incluso la CIA hizo una investigación en 1942 que pronosticaba el suicidio de Hitler.
Gozaron de popularidad y apoyo, no solo “de las masas” sino de una intelectualidad que sabía muy bien que hacía y lo que hacían, perpetuada en documentos a favor de Stalin y Castro. Para clasificarlos hay un baremo sencillo: ¿cuánta sangre está dispuesto a derramar, incluida la suya, en el plan de cambiar el mundo? Eso distingue a un dictador doméstico y tradicional, de uno totalitario y mesiánico. Los primeros, cuando las cosas se tuercen, se meten en una embajada, huyen entre sus millones y pasan la vida pegados de la prensa de su país a la espera del mítico retorno. Pero un dictador mesiánico cree en su misión sobre la tierra y tiene en la cabeza rellenos ideológicos revolucionarios, marxistas, nacionalsocialistas, fascistas, suprematistas, islamofascistas (¿anarcocapitalistas?) Para ellos la vida de un hombre o de un millón no valen nada en el “huracán revolucionario” y “el lado correcto de la historia”. Revive Santiago Carrillo en su Autobiografía, cuando Mao en la Internacional Comunista proclamó su decisión de sacrificar dos o tres cientos millones de chinos para “derrotar el imperialismo”. En su etapa final, dormía desnudo con grupos de niños y niñas. También narra Carrillo que, en su primera visita a Rumania, lo sorprende que, a diferencia de la imagen conocida, Ceaucescu tenía el pelo totalmente blanco. Y se lo comenta.
Este le responde que cuando trabajaba mucho se le decoloraba, pero ese fin de semana se proponía dormir bien. E hizo efecto; en el siguiente encuentro, el cabello del presidente había recuperado su negro “pluma de cuervo”. Faruk de Egipto se tomaba treinta cocacolas al día y robó el reloj de Churchill en una visita oficial. Soñó que lo atacaban leones y los hace exterminar en los zoológicos. Jorge III de Inglaterra nombró a su almohada príncipe y le puso de nombre Octavio en un acto solemne. Iván el terrible de Rusia, hizo construir la maravillosa iglesia de San Basilio en Moscú y deslumbrado por su belleza, hace vaciar los ojos del arquitecto para que no la repitiera. En una furia, mata a su mujer y a su hijo preferido, el heredero de la corona. Mariano Melgarejo, presidente de Bolivia, era un niño tan horripilante que su madre decidió entregarlo a un convento y las monjas no lo aceptaban por sospecharlo un hijo del demonio de imparable coprofagia, así que lo hicieron exorcizar. Nunca estudió y ya presidente dijo “que gobernaría hasta que le diera la gana y al que no le gustara, lo mataría a palos”. Sobre la constitución, por ser papel, la usaría para higiene íntima. El embajador de Brasil le regaló un hermoso caballo, Holofernes, y en reciprocidad, Melgarejo colocó en el piso un mapa de Bolivia y le dijo “lo que pise el caballo, se lo regalo”.
Bolivia perdió 300.000 kms. y sus costas marítimas. Gobernó en bacanales y el principal invitado era Holofernes, ahora “general” y le asignaba bidones especiales de cerveza. Recuerda a Incitatus, el equino de Calígula, cuyo cargo fue cónsul en Bitinia y bebía vino en toneles. Pero un loco que brilla entre los locos es el dictador de Turkistan, hasta apenas 2006, Saparmurat Niyásof, a quien solo podían dirigirse, so pena de sanciones, con su nombre seguido de: “Su Excelencia, líder de toda la etnia turcomana, Presidente de Turkmenistán y gobernador del gabinete de ministros”, cuantas veces lo aludieran en el mismo discurso, programa de radio o televisión. De aspecto normal y apacible, con traje y corbata, parece un parlamentario norteamericano o francés. Su cara debía estar presentehasta en el último hogar del país, en las etiquetas de bebidas, alimentos o cualquier otro producto, billetes, logos de programas. Publicó un libro de poemas que todos debían memorizar para obtener títulos académicos, e incluso, para optar a licencia de conducir. El país está lleno de estatuas suyas, una de oro (la de su émulo Evo Morales la “derrocaron” en La Paz) y decretó que quien no lo hubiera leído, no podría entrar al cielo. Mandó a hacer un palacio de hielo en el medio del desierto de Karakum, el más caliente de Asia. Cambió el nombre del mes de abril por el de su mamá.