No ando de ánimo ni con ganas para escribir sobre política. Pero el reciente episodio de patanería del ministro del gobierno español a cargo de la cartera de Transportes me saca de mi cueva.
El señor Sánchez, presidente del gobierno español, tiene suficientes problemas en su casa y en su propio país como para andar buscando pleitos en tierras latinoamericanas. Que el insulto del ministro Puentes al presidente Milei (lo acusó de “posible ingesta de sustancias”) le debería costar al ministro un buen rapapolvos, y a continuación un despido inmediato y sin honores, es una obviedad. Pero con el señor Sánchez, lo obvio, lo elemental, no es algo que su cerebro sepa procesar, al menos no con la celeridad necesaria.
Ciertamente, la reacción del señor Milei fue excesiva. Al comunicado de la Casa Rosada le sobran a lo menos la mitad de las oraciones. Pero cabe entender que la ofensa del ministrico no fue leve y hartos estamos los ciudadanos de este subcontinente emancipado hace ya más de 200 años de las malacrianzas del señor Sánchez y su corte de ministros tan escasos en neuronas como en virtudes.
El asunto, ojalá, no pase de ser un episodio, un cruce de declaraciones. Esperemos que las aguas se calmen y no haya mayores consecuencias. Pero junto con la carta de despido al insolente ministro, alguien debe adjuntar, como útil obsequio, una edición del Manual de Carreño. Vaya si le vendrá bien al señor Puentes aprenderlo de memoria, palabra por palabra, letra por letra.
