Publicado en: El Nacional
Por: Trino Márquez
La Plataforma Unitaria Democrática ha realizado una extraordinaria labor desde su fundación, poco después de desaparecer la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), en 2018. Las diez organizaciones que la integran –claramente enfrentadas al régimen- han logrado mantenerse cohesionadas a pesar de sus diferentes enfoques.
Desde hace varios años, la PUD logró el reconocimiento internacional de los gobiernos que aspiran a que la democracia retorne a Venezuela y las elecciones populares vuelvan a ser la fuente de legitimidad de los poderes públicos. Durante este período, los vínculos de la alianza con el gobierno de Nicolás Maduro han pasado por momentos de enorme tensión, que fueron disipándose sin que el grupo se fragmentara. La etapa más crítica fue cuando la Asamblea Nacional electa en los comicios parlamentarios de 2015 –dominada por la oposición- decidió designar a Juan Guaidó presidente interino, con el fin de cubrir el vacío legal creado por la elección ilegítima de Maduro en la cita electoral de 2018, cuando se realizó la elección presidencial convocada por la Asamblea Constituyente presidida por Diosdado Cabello. Fue esa una etapa de máxima crispación en el ambiente político interno y gigantesca presión sobre Maduro en el plano internacional. Más de cincuenta países en el mundo reconocieron el interinato de Guaidó.
De esa convulsión surgió la necesidad de buscar algunos mecanismos de entendimiento y mediación entre el gobierno –condenado y aislado en el contexto internacional- y la oposición agrupada en la PUD, que reclamaba el retorno a la normalidad democrática y el restablecimiento de las garantías constitucionales en el ámbito electoral. El Reino de Noruega asumió la iniciativa de convertirse en mediador y promotor de una instancia de diálogo entre gobierno y oposición. Desde aquellos primeros pasos hasta el presente los escenarios de esos encuentros han variado. Gobierno y PUD se han reunido, además de en Noruega, en México, República Dominicana y Barbados. En cada una de esas convocatorias, bajo la mirada atenta de los gobiernos testigos y acompañantes, se han firmado documentos, memorandos de entendimiento y acuerdos, luego ignorados o violados olímpicamente por el régimen. A pesar de los desplantes, allí se han mantenido los negociadores de la PUD. Ha permanecido Gerardo Blyde, el jefe de la delegación opositora, encarando las insolencias del oficialismo y las críticas del bando más radical de los opositores que, sin proponer ninguna alternativa factible, señalan que con la “dictadura no se negocia”.
De esas conversaciones truncadas y algunas veces decepcionantes, surgió el compromiso firmado en Barbados de cumplir el mandato constitucional de realizar la elección de 2024, respetando algunas de las normas básicas de toda elección democrática. Una de ellas, que la oposición pudiese seleccionar su propio candidato. Es cierto que María Corina Machado, electa en la Primaria del año pasado, fue inhabilitada de forma ilegal, y que luego Corina Yoris, la elegida por MCM para sustituirla, fue rechazada por el CNE sin que existiese ninguna razón para reprobarla. Sin embargo, gracias al temple de la PUD, al final Edmundo González Urrutia pudo inscribirse como representante de la oposición unida. En torno al diplomático de carrera se ha aglutinado la línea opositora que no contemporiza ni se deja comprar por el gobierno.
Hoy Maduro se encuentra cada vez más atrapado en medio de un proceso que no quería y contra el cual ha conspirado de múltiples formas: ignorando los convenios firmados; persiguiendo a dirigentes que se negaron a convalidar documentos que consideraban abusivos (este es el caso de Julio Borges, quien no aceptó suscribir el texto presentado por el régimen en República Dominicana); persiguiendo a miembros del comando de campaña de MCM; impidiendo que los venezolanos en el exterior se inscribieran en el Registro Electoral; y creando de numerosas formas un ambiente turbio y pesado en torno a la cita del 28 de julio. Ahora, las circunstancias están llevando a Maduro a enfrentarse con González Urrutia, con apenas 20% de aceptación popular y con una oposición que no se atomizó en un archipiélago de alacranes, como él pretendía, sino con un aspirante que representa más de la mitad de los votantes, indignados por la ruina del país y porque se les negó el derecho a votar por MCM, la líder popular que emergió con fuerza arrolladora en los últimos años.
La tríada conformada por la Plataforma Unitaria, María Corina Machado y Edmundo González Urrutia no surgió del azar, sino de una paciente reflexión de la dirección política opositora en torno a los errores cometidos en el pasado, entre ellos el abstencionismo y la prepotencia, y de la definición de una estrategia que coloca el acento en la conveniencia de subrayar las zonas de encuentro y acuerdos.
Bajo la conducción de la PUD, el trabajo incansable de María Corina Machado y el aplomo de Edmundo González Urrutia, será posible comenzar a reconstruir la democracia y el país.