Por: Jean Maninat
Por allá en 1971, en las brumas de su carrera cinematográfica, Woody Allen filmó una desigual, pero divertida, comedia sobre un estudiante que para ganarse el amor de una atractiva y activista social condiscípula, viaja a San Marcos, país ficticio en efervescencia revolucionaria, y por mera carambola se hace líder del proceso revolucionario, portando una barba de utilería y fatigas verde oliva, en inequívoca parodia del entonces encumbradísimo Fidel Castro. San Marcos era un bochinche delirante, eso que los gringos denominaron con su sintético humor, una república bananera. Hoy el espíritu de la parodia sigue tan vigente como entonces. Solo cambia el escenario.
¿Puede un bufón hacerse con el Gobierno de un país, ponerlo al servicio de sus fantasías íntimas, nombrar a su hermana como capataz de la administración, a sus mascotas perrunas como asesores, iniciar el desguace de un país guiado por la mano visible de su delirio ideológico, viajar a costa de los contribuyentes a visitar su entrenador espiritual personal, o aterrizar en un país – siempre a costa de los contribuyentes- para asistir a una reunión de sus afines políticos organizada por la oposición, insultar al presidente de Gobierno y a su esposa y además insistir en que el ofendido es él? ¡Sí se puede!
El huracán diplomático desatado por la imprudente visita del presidente Milei a España -sin agenda oficial- y su intervención en el evento organizado por Vox donde tachó de corruptos al presidente de Gobierno Pedro Sánchez y a su esposa Begoña Gómez, fue un acto de provocación premeditado, con alevosía, valido de su condición de mandatario, parapetado tras las fórmulas y protocolos que tanto dice menospreciar. Es el mismo desprecio por las normas de la convivencia democrática, del respeto institucional, que muestran los patanes revolucionarios -de izquierda y derecha- cuando muelen huesos y descalabran contendores en sus estampidas justicieras.
No es un exabrupto casual, un lapsus anarco-capitalista, un eructo libertario evadido, es una operación meditada (seguramente consultada con Conan, el perro difunto) para continuar el proceso de enlodamiento de la democracia, detonar sus bases, desprestigiar sus instituciones (la del respeto a las formas democráticas, producto de siglos de parlamentarismo) y pretender que son los otros quienes viven: En un merengue, y en un mismo lodo, todos manoseados. Con una mano se señala al ladrón, con la otra se palpa la cartera recién volada.
(La verdad Sánchez tiene suerte, viene Milei y le da ese regalote, reza un Xwitter por allí. No ha sido un comienzo de legislatura óptimo, y los cambalaches que hizo para seguir viviendo en La Moncloa comienzan a cobrar peaje, y a pesar como pesan las deudas desorbitadas y los platos que hay que lavar para pagar las cuentas de un hotel cinco estrellas en el que estamos de paso sin poder pagarlas de nuestro bolsillo. Pero… llegó Milei cargado de regalos).
La verdad de la milanesa es que no deja de extrañar ver a tantos que se precian de ser defensores de la democracia (y muchos lo son) caer de bruces bajo el influjo de líderes prometeicos, faramalleros y lenguaraces, insolentes con el prójimo y enemigos del fair play, bajo el argumento bananero de: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Quienes salieron atropelladamente a exaltar el triunfo de Milei, son los mismos que alaban a Orbán y Bolsonaro y prenden velas por el regreso a la Casa Blanca de quien recientemente declaró: los inmigrantes envenenan la sangre de nuestro país…
¿En Argentina se cultivan bananas?