Las soldados – Karina Sainz Borgo

Las dejan vivas para martirizarlas. Quizá estén muertas. Ojalá lo estén

Publicado en: ABC

Por: Karina Sainz Borgo

Son cinco chicas. Ninguna pasa de los veinte años y están maniatadas. Puede vérselas descalzas y ensangrentadas. En lugar de sus uniformes militares, visten pijamas. Tienen impreso en el rostro varios puñetazos y un gesto estupefacto, desolado, de quien se pregunta: ¿me van a matar?, ¿ahora?, ¿así? El vídeo dura tres minutos. Fue hecho el 7 de octubre de 2023, durante el ataque de Hamás a la base de Nahal Oz, cerca de la franja de Gaza, donde estas cinco mujeres ejercían de centinelas. Su labor consistía en vigilar la verja. Eran guardianas, soldados. Ahora son rehenes. Quizás estén muertas. Ojalá lo estén.

A Liri Albag, Karina Ariev, Agam Berger, Daniela Gilboa y Naama Levy las mantienen con vida para martirizarlas. En las imágenes, difundidas esta semana por los familiares de las rehenes, los terroristas las vejan. «¡Quiero que calles y que te sientes! Nuestros hermanos han muerto por vuestra culpa y os vamos a disparar a todas». Ellas escuchan. Las van a violar, otra vez. Lo saben.

Armados con fusiles de asalto, desposeída la mirada de cualquier rastro de inteligencia, los secuestradores merodean a sus rehenes. Las olisquean, les enseñan los dientes, las acechan. Las llaman «perros». Les ordenan que se callen. Una de las prisioneras intenta decir que tiene un amigo en Gaza. Desea llamar por teléfono. Es inútil. Cualquier gesto racional se evapora y desaparece.

Las imágenes, captadas por las cámaras corporales de los terroristas, han sido editadas. No podemos ver todo lo que ha ocurrido. No sabemos cuántas veces las han golpeado. A juzgar por el estado de las jóvenes, se han cebado. Les han pegado a gusto y seguirán haciéndolo. Se pregunta quien observa cuánto tiempo llevan ahí, recostadas contra esa pared, recibiendo golpes y embestidas. «Aquí están las chicas que se pueden quedar embarazadas. Ellas son las sionistas», exclaman sus captores. Actúan como violadores disfrazados de mesías. Mantienen en una situación de rehenes a aquellos a quienes llaman enemigos, pero también a los suyos. Los violan a ellos también. A sus hermanos.

Ahogar y hambrear a una población carece de toda dignidad, pero usarla como escudo es de verdugos. Si para salvar un pueblo hay que enajenarlo, ¿qué redención es esa? Hamás disparó los misiles el 7 de octubre guareciéndose tras el cuerpo de cientos de hombres, mujeres y niños que acabaron doblemente muertos. Primero a manos de quienes dicen defenderlos, y después a manos de Israel.

Y ahí están esas cinco mujeres. Las tratan como animales, las perciben y les asignan un lugar en el mundo que las hace merecedoras de menos piedad de la que tendrían con cualquier ser vivo. ¿Cuántas veces las habrán violado?, ¿entre cuántos?, ¿cinco, seis? ¿No habría sido preferible estar de una vez muertas que cientos de veces a merced de sus verdugos? Tras verlas pensamos más en el castigo que en la justicia. Es una bola de odio condenada a hacerse cada vez más grande, más rápida. Ojo por ojo, diente por diente. Siglos de Derecho desaparecidos de un plumazo.

 

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