Ladrones de futuro - Juan Carlos Méndez Guédez

Ladrones de futuro – Juan Carlos Méndez Guédez

El chavismo perpetra el asesinato a cámara lenta de un país cuyo resultado supera el sueño de Pablo Escobar: un narcoestado cuyo único objetivo es la estafa y la rapiña

Publicado en: El Mundo

Por: Juan Carlos Méndez Guédez

El futuro es un tiempo que no existe en las dictaduras. Allí por el contrario todo se mueve en un viscoso presente lleno de incertidumbre. Ninguna palabra en Venezuela parece decir mañana, parece imaginar la semana próxima y mucho menos el final de este 2024.

La pobreza verbal del chavismo, señalada en su momento por Roberto Bolaño con un coloquial símil en la que lo situaba en el orden de lo excrementicio, ha eliminado de un tajo los tiempos verbales que remitan a una idea del tiempo por venir, de lo que se puede proyectar o anhelar. Así, todo se convierte en la urgencia precaria de la supervivencia, del subsistir día a día con la temporalidad de un condenado a muerte al que todavía no le advierten la fecha de su ejecución.

Hablamos de un exterminio en cámara lenta cuyo saldo son la naturalización de la tortura, del asesinato, del robo, del chantaje, de la hui da. Hablamos de la destrucción de millones de venezolanos que se saben rehenes de una cúpula corrupta y sanguinaria surgida del matrimonio entre el rancio militarismo latinoamericano y el más caudillista y reaccionario castrismo.

No eran buenos augurios las condiciones en que se iniciaron las elecciones de este 28 de julio: millones de venezolanos en el exterior impedidos de votar por triquiñuelas del régimen, miembros de la campaña opositora arrestados o asilados en embajadas, expulsión y deportación masiva de observadores incómodos para el régimen: inhabilitación de la líder: María Corina Machado.

Mucho menos resultaban buenas señales la aparición durante el proceso de grupos paramilitares que golpeaban electores y llenaban de terror las calles o las imágenes de soldados que robaban material electoral para subirlo en camiones con destino desconocido.

Pero aunque el mundo lo ignore, el chavismo ha basado sus «victorias» en este tipo de ardides; a ningún venezolano sorprenden sus usos, su cinismo y su impunidad. Son sus maneras habituales de contarse en elecciones.

A pesar de eso, la premisa esperanzadora era que ante la magnitud abismal de una derrota del régimen como la que auguraban las encuestas, la que confirmaron los sondeos a pie de urna realizados por empresas solventes, y la que se celebró en las puertas de los centros electorales al conocerse de viva voz. la aplastante victoria de Edmundo González Urrutia que se reflejaba en las actas, el chavismo tendría que doblegarse y jugar por primera vez dentro de las reglas democráticas.

No parecía posible torcer un resultado tan evidente sino a costa de dilapidar la muy mermada legitimidad de un régimen que vive encerrado en su propia fetidez y que cada tantos años finge abrir procesos de negociación para entrar en el camino de transiciones políticas que garanticen su supervivencia.

Pero una vez más el chavismo ha jugado al todo o nada. La conclusión: no les interesa tener legitimidad ante el mundo, ellos detestan la idea de futuro, su mundo es el mundo de la voracidad inmediata del saqueo y el pillaje. No son, y ya es tiempo de que la comunidad internacional lo entienda, un movimiento político que tenga deseos de sobrevivir. Al hablar de chavismo es necesario puntualizar que hablamos de una estructura criminal, de una banda gansteril de una pandilla cuyo alcance territorial no es una calle, un barrio, una ciudad, sino un país entero y sus sufridos habitantes.

Lo dije hace años: el chavismo encarna exitosamente el sueño que una vez tuvo Pablo Escobar cuando en 1982 trató de condensar en su persona el éxito de su labor criminal y el poder político. El chavismo ha logrado ser a un mismo tiempo gobierno y mafia; poder y cartel. Sus acciones no están guiadas por prioridades ideológicas. Su objetivo, su finalidad última es la consecución inmediata del botín, la estafa, el robo y el delito en todas sus variantes.

El pucherazo de ayer al menos de momento, los deja desasistidos porque el barniz de credibilidad que le otorgan sus socios comerciales: gobierno chino, iraní, ruso, partidos como Bildu o Podemos, y líderes de opaca agenda y futuro político incierto, no alcanza a ocultar su putrefacta constitución criminal.

Eso sí, ya sabemos que eso les deja indiferentes del mismo modo en que a figuras como Al Capone o Pablo Escobar tampoco les importaba su prestigio y su credibilidad.

El chavismo una vez más ha robado el futuro de millones de personas, pero seguirá logrando apoyos o silencios con esa siniestra frase que pensábamos había quedado en lo más oscuro del siglo XX latinoamericano: «Plata o plomo».

 

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