“América para los americanos”: con esta premisa, la Doctrina Monroe advirtió a Europa que cesara su expansión colonial en el Nuevo Mundo.
Publicado en: La Gran Aldea
Por: Elías Pino Iturrieta
El lapso iniciado en España con la revolución de Riego y Quiroga en 1820, que mete a Fernando VII por el cauce constitucional, contempla el incremento triunfal de las guerras de independencia en América Latina y produce descontento en los círculos conservadores de la península. Las camarillas más recalcitrantes y la aristocracia achacan a los liberales una impericia debido a la cual han crecido los triunfos de los insurgentes en México, Guatemala y Santo Domingo, mientras Bolívar domina en la Nueva Granada y fija la vista en el Perú sin contenciones importantes. El deterioro de las antiguas monarquías llega a su extremo en 1822, cuando Portugal se conmueve por la secesión del Brasil y produce reflexiones de emergencia en los tronos, para evitar males mayores.
Las monarquías reunidas en el seno de la Santa Alianza deciden el uso de la fuerza para liquidar el dominio de los liberales en España. Encomiendan a Luis XVIII, rey de Francia, el envío de una expedición punitiva para restablecer el absolutismo fernandino. Gracias al envío de 100.000 soldados, llamados «hijos de San Luis», vuelve sin limitaciones el Borbón a su trono. Mientras tanto, en Lisboa se prepara el retorno de la monarquía absoluta en la cabeza de João VI. Los movimientos producen alarma en el gabinete inglés, cuyo ministro del Exterior se dirige al gobierno estadounidense para formar una fuerza que defienda los intereses de los dos gobiernos ante lo que puede ser un indeseable rearme de Europa contra las novedades hispanoamericanas. Un gabinete anglófobo recibe con suspicacia la propuesta del ministro Canning y decide mirar solamente con ojos propios la marcha de los acontecimientos. Por un lado, entiende que su política de acercamientos puntuales a los insurgentes latinoamericanos les ha producido frutos, debido a que les ha permitido una presencia considerable sin desembocar en compromisos bélicos, pero decide ver con nuevos ojos la situación antes de comprometerse con los británicos.
De la mirada que ahora lleva a cabo el gabinete de Washington surge el rechazo de una de las propuestas incluidas por Canning en su paquete: el compromiso de que los dos gobiernos desistan de la posibilidad de adquirir territorios en las antiguas colonias de España que luchaban por su autonomía. Canning hace la propuesta porque teme la posibilidad de un enfrentamiento con Rusia por el control del Norte del Pacífico, al que debe dedicar gastos y esfuerzos; pero en los Estados Unidos se considera la posibilidad de que Inglaterra ataque a solas territorios de su vecindario para aprovecharse de lo que parecen circunstancias inesperadas y auspiciosas. Que la Real Armada se interponga ante la Santa Alianza por asuntos latinoamericanos no es una posibilidad halagüeña para los líderes de una sociedad que ya viene pregonando la misión histórica que se debe a un «destino manifiesto». Por consiguiente, deben asumir una conducta que contenga la evolución de una tendencia que toma cuerpo en Londres y no los expulse de la altura de las fuerzas que mueven ahora las fichas para su beneficio.
Ante la insistencia del ministro Canning, el gobierno de Washington decide, el 2 de diciembre de 1823, la publicación de una declaración independiente, llamada Doctrina Monroe, en la que advierte a los poderes europeos que en adelante no pretendan colonias en el Nuevo Mundo, ni difundan publicidad sobre la excelencia de sus intereses políticos. En la declaración suscrita por el jefe del Estado se asegura que, así como el Viejo Mundo no tendrá vela en el entierro americano, del norte y del sur, a los Estados Unidos les estará vedada la intromisión en la política de las antiguas potencias que han dominado la historia desde el inicio de los tiempos modernos. Como nadie puede leer entonces con propiedad las señales de una bola de cristal, nadie puede calcular la trascendencia del documento firmado por el presidente de una nueva potencia en ascenso.