Posverdades, fakenews, newspeak y otros eufemismos – Carlos Raúl Hernández

Publicado en: El Universal

Por: Carlos Raúl Hernández

Entre las maravillas cúspide creadas por el hombre, destellan los medios de comunicación social, odiados por los poderosos que se rechazan naturalmente entre sí, gobiernos, empresarios, sindicatos, iglesias, parlamentos, instituciones (y los propios medios de comunicación) porque se obstaculizan para hacer lo que les da la gana y nos inculcan sus pasiones. Como sabemos que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente, la saludable receta de Montesquieu sobre el poder es distribuirlo en poderes, entre ellos los medios, que molestan a los caudillos tercermundistas, estilo Donald Trump. Las mencionadas imprecaciones contra los medios digitales, crear posverdades, fakenews, deepfake, newspeak (neolenguaje la llama Orwell), son ellas mismas los fakes que denuncian. Gritan ¡al ladrón! para que no vean que ellos están robando.

Históricamente los medios marchan al paso de la civilización y al mismo tiempo, son sus aceleradores, la sobredeterminan. Con ellos se ha producido un fenómeno insólito en la historia de la ciencia: la teoría de la comunicación es la única disciplina que odia su objeto de estudio. Las matemáticas surgieron porque Pitágoras, Arquímedes y otros griegos querían demostrar que el universo tenía una esencia numérica. Musa Al Juarismi en el siglo IX d. C (por él hablamos de “guarismos”), sistematizó el álgebra para resolver perentorios problemas comerciales; la física moderna, porque Galileo y Newton se apasionaron en entender el movimiento y la dinámica celeste y Descartes unió con fría pasión la geometría con el álgebra en la geometría analítica.

La relatividad se debe a la intuición de Einstein con los vínculos tiempo-espacio y la estructura del átomo. Pero el pensamiento sobre la comunicación, desde sus más primitivos atisbos se edifica contra la comunicación, como el padre que odian a su hijo porque la madre murió en el parto. Cuando apareció en Sumeria una forma de alfabeto creada por comerciantes para llevar cuentas, que democratizaba saberes sólo accesibles a los sacerdotes y la nobleza, estos se sintieron amenazados y reaccionaron. La invención de la imprenta por Gutenberg rompía el monopolio de la lectura y producción de  libros por la Iglesia y ella condenó de inmediato el “aparato diabólico, ruidoso, que se estremecía y chorreaba”.

Gutenberg resolvió el problema al publicar la Biblia en 1455. En el siglo XIX se inventaron la prensa de vapor (Friedrich Koening, 1814), la rotativa (Richard Hoe,1843) el linotipo (Ottmar Mergenthaler,1886) que masificaron libros y periódicos, con reacción de intelectuales, autodenominados “neogóticos” que denunciaban tal profanación del  libro artesano. Decíamos que tal odio nace de grupos de poder contra otros grupos de poder, rivales por la influencia en la sociedad. En los años treinta del siglo XX aparece la teoría de la comunicación con la escuela de Frankfurt, que debía llamarse teoría contra la comunicación, no para entender el fenómeno sino para denunciar los “horrores de la radio” y más tarde de la televisión y el cine.

Crean el mito de que estos alienan, dominan y hacen marionetas a los seres humanos, a partir de su genial uso por Goebbels y la cineasta Leni Riefenstahl en su documental El triunfo de la Voluntad, sobre el congreso nazi de Múnich en 1934; y El judío Suss (1940) de Veit Harlan, que describe a los judíos como amorales, codiciosos, crueles, oportunistas, a través del personaje histórico Joseph Suss Oppenheimer, naturalmente deformado por la óptica racista. Hollywood, el más grande subversor cultural de la historia, creció y se desarrolló administrando verdades incontrastables, al mismo tiempo que posverdades, satanizacionres de la ciencia, la tecnología, los medios de comunicación.

Falsifica procesos históricos, la conquista del oeste norteamericano, la Inquisición, la Reforma protestante y la condición cultural de hispanoamericana. Alguien dijo años atrás que Internet “era un invento del demonio” y hoy día en varias partes del mundo, particularmente el gobierno de Europa, en medio de la crisis creada por sus políticas de la Agenda 2030, persigue los medios digitales y la I.A. Esos “hacedores del bien”, pretenden controlarlos, someterlos, anularlos. Construyen la aberrante “lucha contra la desinformación y la contrainformación” para impedir las opiniones disidentes e imponer sus propias falsedades, restringir la libertad de expresión.

He comentado que la crisis de la democracia se debe a que las nuevas grandes potencias de hoy han llegado a serlo por medio de un “kapitalismo” autoritario, China y Rusia, un “kapitalismo” semi autoritario, India, mientras en la democracia norteamericana la sociedad resiste la presión de un dictador que quiere condenarla a muerte. Hay quienes celebran el fin de la democracia, pese a que comporta el renacimiento del racismo, la violación de los valores fundamentales, la destrucción del derecho internacional, el enaltecimiento de la violencia y el acoso contra las cadenas productivas de la globalización. Para la escuela de Frankfurt éramos zombies en manos de la radio, el cine y la televisión, el kapitalismo, que nos proporcionaba una esclavitud confortable.

Para el Pablo Coehlo de la filosofía, el coreano-alemán Byung-Chul-Han, la libertad de los medios digitales es paradójicamente nociva, porque permite dar rienda suelta a nuestro narcisismo. Una tendencia siempre registrable es poner nombres nuevos a problemas viejos, lo que permite a muchos aparecer en la pizarra como teóricos originales. Tenemos así actuales manías contra los medios digitales, las mencionadas posverdades, fakenews, newspeak, que disgustan por tales aberraciones. Una periodista tracalera me entrevistó una vez y puso un título perjudicial para mí que no tenía nada que ver con lo que yo había dicho, sino con ella quería que dijera. Eso no es culpa del medio, sino de su pequeñez humana.

Atribuir las falsificaciones fake a “los medios”, sirve para enmascarar que estos no se manejan solos sino lo hacen personas reales, que son las que adulteran la información: políticos, empresarios, sindicalistas, líderes de la sociedad; dueños, gerentes periodistas, columnistas, locutores, presentadores de medios, esparcen noticias falsas y corrompen los hechos conforme a su conveniencia y eso no tiene que ver con los medios mismos, sino la naturaleza humana. Si prestamos atención, sabremos que una de las fakes más gruesas de la actualidad es acusar a nuestro país de narcotráfico. Claro que eso lo repiten los medios, pero lo inventan políticos locales y norteamericanos. Y por fortuna otros medios permiten desmentir (continuará)

 

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