Publicado en: El Nacional
Por: Ignacio Ávalos
A manera de disculpa.
Por cuestión de honestidad conmigo mismo y, sobre todo, por respeto al lector, debo confesar que las siguientes líneas son el refrito de tres artículos, publicados hace algunos años. Con algunos cambios que las actualizan, me valgo de ellas para evadir, al menos momentáneamente, los temas que profundizan la crisis venezolana, mientras la gente se aferra a la idea de que “aquí va a pasar algo”, como si ese “algo” significara salir del pozo en el que nos encontramos sumergidos, desde hace más de dos décadas.
E, igualmente, para sacarle el cuerpo a la situación de nuestro enredado planeta, pintado de conflictos, colmado por la incertidumbre y con cada país “construyendo su enemigo”, como diría el filósofo Umberto Eco. Y mientras esto ocurre, la ONU denuncia, pero “cada quien hace lo que le da la gana”, según lo expresó su secretario general, mostrando el rezago de la organización respecto a estos tiempos, signados por la celeridad con la que el populismo autoritario, en sus diversos tamaños y colores, está arrasando con la democracia Y por si fuera poco lo anterior, pareciera que los terrícolas no terminamos de entender al mundo como la “Casa Común”, lo que no implica, según advierten varios académicos, que todos pensemos igual, sino que podamos discrepar sobre la misma realidad, cosa que resulta muy cuesta arriba en esta época sellada por la posverdad.
Dado lo anterior, he preferido utilizar el teclado de la computadora con el propósito de abordar, medio en serio y medio en broma, la vida mirada desde el beisbol, asumiendo el peligro de que resulte una suerte de autobiografía.
Qué va a saber usted lo que es la vida si no sabe de beisbol
I.
Que va a saber usted lo que es el cariño y la pasión si nunca quiso a ningún equipo. La tristeza, si nunca salió derrotado del estadio. La felicidad, si su equipo nunca ganó el campeonato. El dolor, si nunca experimentó la eliminación de los suyos. La ternura, si nunca estuvo sentado junto a un niño triste y moqueando, llorando la derrota de su club. La fraternidad, si nunca se dio un abrazo con un desconocido que llevaba la franela y la gorra de su mismo equipo.
II.
Que va a saber usted lo que es el miedo a un infarto, si nunca vivió un noveno inning con el equipo contrario con las bases llenas, sin outs, y el suyo ganando apenas por una carrera. El insomnio, si nunca se quedó despierto toda la noche antes de una final de campeonato. La consulta a un psiquiatra, si nunca sufrió la eliminación de su equipo al comienzo de la temporada. El pánico, si nunca vio la cara de un jugador sorprendido y puesto out en la tercera base. El peligro, si nunca vio a un corredor lanzarse de cabeza sobre la almohadilla. El ridículo, si nunca miró a un jugador dejar caer un flaycito al cuadro o poncharse con un lanzamiento alto. La superstición, si nunca llegó a entender por qué los jugadores se tocan sus genitales, cada vez que se encuentran en una situación crucial para el partido.
III.
Qué va a saber usted lo que es la religión, si nunca fue devoto de un equipo. La feligresía, si no ha conocido a un seguidor de los Tiburones de La Guaira. La aceptación del otro, si jamás supo lo que es tener que convivir con los fanáticos rivales. La injusticia, si no sufrió la sentencia de un árbitro declarando out al corredor que anotaba la carrera que le daba la victoria a los suyos. Las diferencias sociales, si nunca miró desde las gradas la zona VIP del estadio.
IV.
Qué va a saber usted lo que es la música, si nunca oyó el grito de los fanáticos de su equipo. El escándalo, si nunca oyó el grito de los aficionados del bando rival. El vacío existencial, si nunca lamentó la llegada del final de una temporada y pensó que su vida carecía de sentido. Las ganas de “autosuicidarse”, si nunca vencieron a su equipo en el último minuto de un extrainning. El derecho a la evasión, si nunca se refugió en un estadio, agobiado por el exceso de realidad.
V.
Qué va a saber usted lo que es la estrategia, si nunca se leyó el misterioso librito no escrito, que rige el beisbol. La Constitución Nacional, si nunca revisó las normas casi perfectas que lo regulan. Gobernar, si jamás fue manager. Las estadísticas, si no se ha paseado por los prolijos números que retratan a este deporte en todos sus detalles. La táctica, si nunca se percató de la lógica de un boleto intencional o de un toque de bola.
VI.
Qué va a saber usted lo que es el estoicismo si nunca vio a un catcher agachado nueve innings, cuidándose además de que no le den un pelotazo en los testículos. Un ritual, si nunca vio escupir a cada rato a un pelotero. La tensión, si nunca se fijó en la mirada de un bateador puesto en tres y dos. La frustración, si nunca le suspendieron un juego por lluvia. El estrés, si nunca se puso en el pellejo de un manager. Los nervios, si nunca le prestó atención al comportamiento de un pitcher relevo, llamado para resolver una crisis en la que se decide la suerte del partido. La vergüenza, si nunca se fijó en el rostro de un bateador que se ponchó con el bate al hombro.
VII.
Qué va a saber usted lo que es la acrobacia, si nunca vio un doble play. La habilidad, si nunca vio a nadie atrapar una pelota de espaldas y contra la pared. El riesgo, si jamás presenció una jugada de squeeze play. La osadía, si nunca fue testigo de un robo de base. La ley de gravedad, si nunca miró los vaivenes de una bola de nudillos, lanzada por un pitcher zurdo. La desfachatez, si no escuchó a un “manager de tribuna” que sabe siempre cuál es la mejor estrategia que debe seguir su equipo.
VIII.
Qué va a saber usted lo que es la anomia social, si nunca hizo una cola para entrar al estadio. El capitalismo salvaje, si nunca se topó con los revendedores de entradas. El caos, si nunca sus riñones le mandaron a orinar a mitad de juego. Un diurético, si nunca se tomó seis cervezas en dos innings. El hambre, si jamás se comió un pincho en las afueras del estadio y le supo a parrilla argentina.
IX.
En fin, qué va a saber usted lo que es la vida, si nunca asistió a un estadio de beisbol y lo bañaron con cerveza, refrescos y también, quizá, con otros líquidos menos “convencionales”.





