Por: Carlos Raúl Hernández
El cielo que los comunistas asaltan siempre cae en pedazos. Según los oscuros experimentos de Jorge Giordani Mengele, otrora zar de la economía, como sólo los pobres apoyarían el socialismo, el Gobierno debía desindustrializar el país, crear desempleo, lesionar las redes de distribución de alimentos para que, Corte de los Milagros, pasaran con su tazón a recibir la sopa comunal de sus manos. El ministro y su patrón pensaban que serían más poderosos mientras más damnificados, pobres, abandonados y dependientes fueran los venezolanos. Por eso la inflación llegará a 50%, la tercera mayor del mundo, sigue una devaluación desatada, la moneda envilece y crece el desabastecimiento de productos esenciales, después de recibir un billón y medio de millones de dólares. En Zulia nace la libreta de racionamiento del Siglo XXI. El miserable Paraíso se desmorona sobre sus cabezas.
Si la utopía socialista -todos los socialismos son utópicos- era construir «la justicia social», para los comunismos luego de la muerte del comunismo, es la indigencia. Giordani se propuso africanizar, convertir al país en el Sambil de Candelaria. El Mengele original arrojaba judíos de alturas para fracturarles el espinazo y observar su comportamiento frente al dolor extremo. El Mengele derivado y su amo cauterizaron con sevicia los factores de bienestar creados en los cuarenta formidables años de democracia y progreso. Dejaron los ciudadanos en manos de la delincuencia para que vivan acosados. Atacan los elementos simbólicos de la identidad, la cultura, la autoestima.
Romperle el espinazo a la sociedad
Las confiscaciones pretendían romperle el espinazo moral a la sociedad. No se conoce nada parecido. Otros exterminadores, Castro, Perón, Vargas, más allá de su posible perversidad personal, justificaban el mal para «hacer el bien». Éstos hacen el mal por el mal mismo. Aquéllos querían poner fin a la «depauperación» y éstos, que todo el mundo se depaupere. Los socialismos del siglo XX, -que también se desplomaron porque tenían el corazón podrido, como los del Siglo XXI-, correspondían a una ingeniería social, a un «proyecto de sociedad» en la jerga. Eran una aberración intelectual y política, ciertamente pero no un mero afán destructivo, y para Marx el socialismo sería una «superación del capitalismo» no sus cenizas.
Marx pensaba con simpleza que existían las fuentes de la riqueza y se trataba de democratizarla, llevarla a todos. Marcuse un siglo después habló de que la utopía había dejado de serlo, y ahora era perfectamente realizable por la infinita productividad de las altas tecnologías. Los socialistas del siglo XX, querían rescatar «los medios de producción» y parecía tener lógica.
En la literatura latinoamericana novelistas y poetas soñaban con nacionalizar el cobre, el estaño, el caucho, el petróleo, del capital imperialista y ponerlo «en manos nacionales», para que la riqueza no migrara. Fidel Castro confiscó la industria azucarera, porque era una de las principales fuentes de divisas en Cuba. Pero necesita una dosis para caballos de estupidez con maldad para que un Estado que tiene el petróleo bajo su propiedad expropie cultivos de cebolla y fábricas de frascos.
Crear miseria como objetivo político
No se trata de un proyecto político, por descabellado que pudiera ser, sino de una explosión de resentimiento y complejo de inferioridad, deseo de hacer daño a una porción determinada de la sociedad, porque son prósperos, de piel clara o estudiados. A Lenin lo prendió la parca cuando intentaba su propia Perestroika, devolver la producción privada al campo ruso después del fracaso del «comunismo de guerra», y Deng Xiaoping la reimpuso en China a partir de 1976, luego de los desmanes de aquél otro lisiado moral, Mao. En la desventurada Venezuela todas las «industrias básicas» son del Estado, comenzando por la que produce el 95% de los ingresos en divisas, más la siderúrgica, el aluminio, la electricidad, el subsuelo, el sueño leninista.
Lo que le cae en la cabeza a Giordani son los pedazos de una operación política entre las más desquiciadas, malévolas, inhumanas y destructivas que se tenga noticia en este continente rico en ellas. Es lo que pasa cuando una sociedad moderna cae en manos de la barbarie simple, plana, con el odio de un ejército de ocupación. Parece incomprensible que apliquen lo que se desecha en Cuba pues «ni en Cuba sirve», dijo Castro, país que realiza un terrible programa de ajustes que expulsará del empleo ficticio comunista a un millón de funcionarios, elimina los comedores populares y reduce las miserables pensiones.
Pesadilla que nadie soñó
¿Quién explica semejante pesadilla? ¿Cómo es que Giordani y su amo fueron más comunistas que los chinos, los vietnamitas y los Castro? Tenía que implotar.
La rectificación de marcha requeriría un esfuerzo parecido al que hizo Latinoamérica en su conjunto durante los 80. Estimular la inversión de capitales nacionales y extranjeros, conseguir el equilibrio fiscal, hacer que el Estado, los trabajadores y los empresarios sean aliados. El único camino posible obligaría a desmontar las trágicas marañas ideológicas de Giordani. Al pobre los aplastan los pedazos del cielo comunista y pasó a ser un figurón rechazado por todos. Es el padre de la tragedia del país que tuvo la desgracia de pasar por sus manos. Ni que viviera tanto como Matusalén podría expiar su culpa.
Un comentario
Que se puede esperar de alguien q no es venezolano, o es que ustedes les preocupa lo que pasa en cuba o en bolivia o cualquiera de esas porquerias? Venezuela es el unico pais del mundo donde los extranjeros son los q gobiernan comenzando por el presidente