Por: Jean Maninat
El país entra en una dimensión casi desconocida, un receso electoral de dos años, donde se podrá tomar mínimo, el que permite la situación de inseguridad y turbulencia económica creada por la impericia para gobernar del equipo de jerarcas anidado en las diversas instancias del poder. No será un tiempo propicio para reflexionar tranquilamente, divagar sobre el sentido de nuestra presencia en la tierra o si hay vida más allá de nuestro planeta. Lo que viene es «candanga con burundanga» y va a requerir de nuestros líderes y personalidades en la oposición algo más que consignas propiciatorias y mantras que a fuerza de repetirlas con constancia realicen el milagro de despejar la ruta hacia la recuperación democrática. Se va a requerir una alta dosis de algo más complicado y sofisticado: política y diálogo.
En las postrimerías de la guerra de Vietnam, los ya no tan altivos diplomáticos americanos y los ya no tan pequeños generales vietnamitas, se sentaron a negociar en París el fin del conflicto bélico, mientras el napalm hacía arder arrozales y seres humanos en el país asiático. (El horror, el horror, se dice a sí mismo el general americano díscolo Kurtz antes de morir rodeado de las cabezas que él mismo mandaba a empalar, en Apocalipsis Now). Cada bando hubiese seguramente preferido no negociar, aniquilar al otro, vencer sin sombras de duda, pero las circunstancias de la guerra los obligó a dialogar para encontrar una salida honorable para cada quien y cada cual.
El diálogo no es una dádiva que otorga un gobierno por su buena voluntad. Ni el social ni el político. Es un derecho universal conquistado tras siglos de luchas democráticas y sociales. Para un gobierno de inclinación y práctica autoritaria como el que gobierna en Venezuela, es un purgante que no lo va a tragar de buena gana, y de hacerlo quedará haciendo morisquetas de asco, entre espasmos y escalofríos dignos de un babalao de utilería. Para un gobierno democrático cada sesión de diálogo es un triunfo, para un gobierno autoritario, como el nuestro, es una derrota a evitar.
El sentido común, el menos común de los atributos humanos, indicaría que una parte significativa de la estrategia opositora debería pasar por delinear la política que acorrale democráticamente al gobierno y lo obligue a reconocer lo que hoy es anatema: que hay una oposición sólida en el país con la que está obligado a conversar y pactar. No es un baile de tango, ni un afectado paso de minueto, es una llave de jiu-jitsu democrático para impedirle al contrario que saque las armas y huya de la contienda disparando a mansalva.
Convendría que los principales líderes opositores se sienten primero a dialogar entre ellos y lleguen a un pacto, acuerdo, o como lo quieran llamar, pero que asegure las cartas abiertas sobre la mesa, el acatamiento de un rumbo común, el respeto a lo acordado, y una dosis recurrente de Tranquilina 100 mg, para que les baje las ansias de notoriedad a algunos, a veces dignas de American Idol.
Ojalá tengan la sindéresis suficiente para reconocer el inmenso trabajo hecho por Ramón Guillermo Aveledo y la MUD. Sin ese esfuerzo, la situación sería otra, ciertamente, pero sin ninguno de los avances y logros que hoy tenemos. Uno espera, cautamente, que no incurran en el desliz de pavimentarle la vía al presidente Maduro en su empeño de dinamitar el liderazgo de Henrique Capriles y librarse de su principal contendor.
La trágica muerte de Mónica Spear y su pareja, y la orfandad de una criatura, han trascendido las cifras de homicidios porque detonaron la falacia informativa de un gobierno incapaz e indolente. Era un crimen que sus medios no podían obviar, desdeñarlo, porque su destino final era la morgue de Bello Monte. Por eso el gobierno llamó de nuevo al diálogo, no porque esté compungido por el hecho y quiera redimirse. ¡No! Está obligado por las circunstancias, por la evidencia de su permanente fracaso ante el país y el mundo.
El 2014 comenzó mal y seguirá peor. Vendrán nuevas tragedias, la inflación seguirá allí, el malestar social crece, los anaqueles en algunos lados están medios llenos y en otros medios vacíos, y lo único que está a disposición de todos es el plomo del hampa.
Ya la Iglesia alertó sobre lo grave de la situación y llamó al diálogo. Lo mismo han hecho políticos de la oposición. Los grillos de lado y lado aúpan el enfrentamiento y la confrontación final, el choque ciego. La peor de las salidas.
Lo más eficaz es encadenar al gobierno a la mesa de la política y el diálogo. Lo demás son balas perdidas. Y de ésas ya tenemos bastantes.
@jeanmaninat