Por: Alonso Moleiro
A mi manera de ver, «La Salida» despojó el debate sobre el terrible drama nacional de unos modales electorales que no dejan de distorsionar la percepción de nuestra realidad. Algunos políticos de la MUD parecen olvidar que, aunque la salida al problema con el chavismo tiene que ser electoral, los problemas de la gente no lo son.
Lo más importante en torno a la historia de las diferencias de la Oposición es que estas, analizadas con serenidad, son mucho más de forma que de fondo. No hay, en ningún factor de la Oposición, nada de «irreconciliable».
Hay discrepancias de procedimiento en torno a lo que es necesario hacer en esta hora; a la valoración de las jornadas de protestas callejeras de estos meses y sobre el diálogo como herramienta de utilidad frente al chavismo.
Sobre «el fondo» del asunto, por mucho dramatismo novelero que circule, los consensos en la Unidad Democrática lucen bastante asentados. Hay total claridad en lo fundamental: dentro de las disparidades de criterios, la Unidad como valor superior es un activo intocable. El entorno programático de los factores de la MUD tiene muchísimos elementos comunes.
Hay acuerdos bastante nítidos en torno al objetivo de activar un mecanismo constitucional, con una expresión electoral, que nos permita salir de la crisis política. Recomponer las relaciones institucionales con el chavismo, bajo un auténtico mapa de legalidad constitucional, sigue siendo un norte compartido.
Más importante aún es que las relaciones políticas y personales entre los dirigentes de la Oposición, aceptando que hay disputas y legítimas ambiciones, es fluida y absolutamente correcta. Bajo el entendido de que aquello no es un club de amigos, y que lo normal en una plataforma de factores diversos como esa, es discrepar, lo relevante es que no hay nada «roto» en la MUD.
Lo cierto es que mientras algunos sollozan en cadenas de oración pidiéndole a los santos por la Unidad de la Oposición, ninguno parece advertir que, cuando toca cocer las habas, la MUD siempre termina haciendo la tarea. Ahí están los comicios de San Cristóbal y San Diego para atestiguarlo.
Cuando hablo de «La MUD» lo hago bajo el entendido de que aquí existen factores que van más allá de su Secretaría Ejecutiva, cosa que se olvida. La imagen de la MUD está muy vinculada, por razones explicables, a Ramón Guillermo Aveledo.
Lo cierto es que Aveledo ejerce una vocería, hace de mediador en las disputas internas y tiene una responsabilidad política fundamental, que ha cumplido con acierto, pero es obvio que esta alianza comprende otros factores, también distintos a Henry Ramos, Acción Democrática, Omar Barboza Un Nuevo Tiempo.
Leopoldo López, María Corina Machado, Antonio Ledezma, Voluntad Popular, Alianza Bravo Pueblo, y otros, que son vistos en este momento de una cierta manera precisa, presuntamente por «radicales», también forman parte de la MUD. Asisten semanalmente a sus reuniones directivas, tienen encuentros de trabajo en el ámbito parlamentario y envían a sus representantes a participar y opinar sobre decisiones que hay que tomar en los próximos compromisos políticos de la Unidad.
Hubo una diferencia gruesa en la Oposición al momento de valorar y darle continuidad a la iniciativa de «La Salida»: la consigna paraguas bajo la cual, Voluntad Popular, López, Ledezma y Machado convocaron al país a la calle junto a sectores multitudinarios y espontáneos del movimiento estudiantil. El acto fundacional fue el 12 de Febrero en la Plaza Venezuela.
El sector más conservador de la MUD resintió que aquel llamado no fuese consultado y criticó que se colocara en la calle una consigna en clave de promesa que, en cualquier caso, no iba a materializarse. Se le recriminó a López y a los otros el haber colocado a toda la Alternativa Democrática en una suerte de callejón sin salida, que, además, tenía carácter anticipado. Poco, o nada, sostenían, era lo que se podría hacer en un momento tan aislado y estéril como enero de 2014. Nada, salvo la ración de muertos y heridos.
Si logramos despojarnos de mezquindades y valoraciones personales, podemos quedarnos con el activo fundamental de todo este trance. «La Salida» le regresó a la oposición un compromiso de urgencia con la calle que necesitaba para seguir respirando. En septiembre del año pasado, con una nación en estado de coma, la MUD no tenía vínculos con la calle. Hoy, la Oposición se apropió de ella.
El llamado tuvo eco y estremeció a todo el país: de pronto dejó de hacer falta la televisión para orientarse. Aparecieron los murales, las expresiones populares, las pintas irreverentes, haciendo Oposición de verdad, hablando de los temas de nuestra tragedia, del hampa, del fraude de Cadivi, de la corrupción del alto gobierno, de las discotecas en las cárceles, de la escasez, de los secuestros, de las torturas y la represión. Comenzaron a decirse las cosas sin pensar tanto en los votos.
A mi manera de ver, «La Salida» despojó el debate sobre el terrible drama nacional de unos modales electorales que no dejan de distorsionar la percepción de nuestra realidad. Algunos políticos de la MUD parecen olvidar que, aunque la salida al problema con el chavismo tiene que ser electoral, los problemas de la gente no lo son.
Hay una gimnasia cotidiana frente al fraude del chavismo que no se estaba haciendo; al chavismo le ha salido muy barato destruir a Venezuela con sus disparates. Era muy grande el sentimiento de abandono y muy profundos los niveles de deterioro.
Las Asambleas de Ciudadanos regresaron, y hoy, sin medios, a diferencia de antes, hay plena conciencia de lo que sucede. Las madres le regalan flores la Guardia Nacional y se le reparten volantes al que hace la cola para comprar leche.
Maduro pide tiempo, pide paz, pide disculpas, pide reflexionar. Lo recogen con claridad las encuestas, que hoy, por primera vez en 11 años, le sonríen a la Oposición. El conflicto pudo escalarse a nivel internacional, y ahora hay en el mundo una preocupación objetiva con Venezuela. Nos sentíamos olvidados en América Latina: ahora es completamente al contrario.
¿Quién puede desconocer el significado político de los pronunciamientos internacionales, de las estrellas de cine mundial, de la presencia de Brasil, Colombia y Unasur, en este problema? Personalmente, le cambio a cualquiera un sólo llamado de Jared Leto o Marc Anthony sobre la tragedia venezolana a cambio de 500 citas chavistas del presidente de Dominica.
Gracias a esta crisis, que era necesario crear, la dirigencia de la MUD está sentada en una mesa con el gobierno, con los argumentos soplando a su favor, reivindicando el diálogo, frente al Nuncio Apostólico, diciéndose las verdades en la cara en cadena nacional, y explorando, en caso de haberlas, soluciones articuladas. Más allá del anecdotario de las guarimbas. Tampoco a mí me gustan las guarimbas.
Hoy Leopoldo López está preso. La política que puso en la calle, sin embargo, deja el camino abierto para una solución de continuidad. Si aquí no hay calle no habrá cambios. Por eso es que se supone que «vivimos en una autocracia».
Toca pedalear más fuerte. La crisis no es un problema estético y no se puede labrar el descontento popular haciendo origamis. Con el paso de los años «La Salida», me atrevería a afirmar, podría estar revestida, incluso, de un cierto y meritorio carácter precursor.
Conducir políticamente a estos ríos humanos y acercarnos a una costa electoral, a algún tipo de consulta, siendo ya una mayoría incuestionable, el año que viene, parece ser el llamado. Van a venir nuevas situaciones. Bateadores hay. Esperan su turno.
Todos en la MUD han sido necesarios. Es mucho lo que se ha hecho en todos los frentes, con responsabilidad y patriotismo. Esa agendas que a veces lucen dispares son, en el fondo, bastante complementarias.
Hoy, que está preso, alejado de sus hijos y su esposa, criticado, a veces, de forma ligera y temeraria, como si lo que le sucede no entrañara un terrible drama personal, yo quiero hacerle este reconocimiento a Leopoldo López.
Yo sí creo que el país es otro desde el 12F. Es más: prefiero vivir en la situación de conflictividad actual que en los dominios de la «pax romana» que le planteó Nicolás Maduro al país en diciembre de 2013.