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Corría el año de 1998, Bill Clinton era Presidente de la República. La economía vivía un período boyante. Clinton un presidente por demás querido, querido por todos sus ciudadanos y querido también en el exterior en el resto del mundo. Era un presidente en la mejor tradición de los presidente demócratas, a lo Kennedy por ejemplo. Bien parecido, amable, con contundencia en el discurso
político y con éxitos en el terreno económico. Pero vino un detalle, apareció una jovencita que le miraba de manera embelesada, arrobada. La jovencita luego se reconocería, tuvo algunos excesos con el señor Presidente, en la propia oficina Oval de la Casablanca.
Por supuesto estoy hablando de Mónica Lewinsky. Mónica Lewinsky calló, no volvió a saberse nada de ella a lo largo de estos 16-17 años, y ahora reaparece diciendo que sí va hablar.
La noticia de que Mónica Lewinsky va a romper su silencio está en todas las columnas, no solo de chismes en el mundo, sino de ello se ha ocupado diarios tan serios como: The New York Times, The Washington Post, BBC, Le Monde. Aquí tenemos una pequeña reseña que hace Calvin Woodward para el Nuevo Herald de Miami:
Mónica Lewinsky afirma que no hay duda que su jefe —Bill Clinton— «se aprovechó» de ella cuando era presidente.
Pero señala que su aventura fue consensual y que si hubo algún abuso, éste ocurrió posteriormente, cuando el círculo cercano a Clinton trató de desacreditarla y los adversarios del mandatario la utilizaron como un peón político.
La ex pasante de la Casa Blanca, ahora de 40 años, escribe sobre su vida en la próxima edición de la revista Vanity Fair, que sale a la venta este mes. En extractos publicados, Lewinsky dice que ella es quizá el primer chivo expiatorio de la era de internet y quiere hablar a favor de otras víctimas de humillación online.
Su voluntad de hablar sobre su relación con el ex presidente podría estar ocurriendo en un momento inoportuno, cuando la ex primera dama Hillary Rodham Clinton considera postularse para presidenta. Los republicanos han señalado no consideran que el escándalo de su esposo ocurrido a fines de la década de 1990 esté prohibido para abordarse en el ámbito del diálogo político para 2016.
Lewinsky escribe que lamenta profundamente la aventura amorosa y que se aseguró de mantenerse en silencio a través de varias campañas presidenciales para evitar convertirse en una distracción. Ahora, señala para la revista, es momento de dejar de «evitar hablar de mi pasado, y del futuro de otros. Estoy determinada a tener un final diferente para mi historia. Decidí, finalmente, colocar mi cabeza sobre el parapeto».
«Es momento de quemar el gorro y enterrar el vestido azul», refiriéndose a sus sombreros en videos de televisión repetidos interminablemente y a la ropa manchada considerada como evidencia contra Clinton.
Porque recordarán ustedes cuál fue el detalle, ¿no? Dicen que Clinton estaba hablando por teléfono con Yasser Arafat asuntos de estado. Dicen inclusive que estaba fumándose un habano. Dicen que ella estaba agachada frente a él, exacto, en el sexo oral, que más de uno ha dicho, bueno, pero si era oral entonces no era sexo.
Por fin Mónica Lewinsky va hablar. Ya veremos qué dice.