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¿Qué vamos a hacer en el Consejo de Seguridad?

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   Entramos en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y el presidente Maduro estalla en júbilo. Leo en El Nacional: “El Presidente Nicolás Maduro dijo que la escogencia de Venezuela fue un record mundial de apoyo, de amor y de confianza”.

  No entiendo muy bien qué tiene que ver el amor en todo esto, pero los otros dos términos, apoyo y confianza, están demás. Pareciera -y así lo ha querido asumir el gobierno- que el apoyo del continente para la entrada de Venezuela es un respaldo al gobierno como tal. Y lo cierto es que son acuerdos regionales y así es cuando se postula un país, si no hay nadie que se oponga, el país recibe el apoyo continental automáticamente. Eso es lo que ha ocurrido en esta oportunidad, pero que no se dió en el 2006 cuando Hugo Chávez hizo punto de honor que Venezuela entrase en el Consejo de Seguridad, pero Guatemala también aspiró y complicó la situación. Vino una lucha dura y una campaña tan fuerte de lado y lado, que a la larga los dos países tuvieron que retirarse para que resultase Panamá el país electo.

  Cuando el Presidente Maduro habla del “record mundial de apoyo, amor y confianza”, es bueno advertir que esto no es la primera vez que ocurre. De hecho, es la quinta vez que Venezuela entra en el Consejo de Seguridad. La primera vez en 1962, siendo Presidente Rómulo Betancourt, quien  seguramente no habló nada de un “apoyo de amor”. Luego ocurrió en 1997, cuando gobernaba Carlos Andrés Pérez; en 1986 en el gobierno de Jaime Lusinchi y en 1992 de nuevo con Carlos Andrés Perez en la presidencia. Podriamos decir que, con la excepción de esta quinta oportunidad, todas las anteriores fueron con gobiernos de Acción Democratica. Pero en ningún caso la entrada al Consejo supuso apoyo a ningún gobierno de turno.

  Milos Alcalay, citado en El Nacional, dice: “El ingreso de un país al Consejo de Seguridad no implica un respaldo al gobierno. Esa instancia ha tenido miembros que entran por acuerdos regionales y no representan el cumplimiento de las normas internacionales. Ruanda estuvo entre 1994 y 1995, cuando se produjo el genocidio de la población tutsi a manos del gobierno hutu. Siria entre 2002 y 2003, cuando ya gobernaba Bashar al Assad, y Libia entre 2008 y 2009, cuando la dictadura de Muamar Gadafi sumaba 40 años”. De allí que, a efectos de Naciones Unidas, no hay contradicción entre un país que viola Derechos Humanos y tiene presos políticos, como es el caso de Leopoldo López y Daniel Ceballos, por quienes ha abogado precisamente la misma Naciones Unidas, y su entrada en el Consejo de Seguridad.

  A propósito de lo anterior leo en El Nacional: “Venezuela está obligada a liberar a López y a Ceballos. El jurista Zeid Ra’ad, uno de los miembros del grupo de trabajo de Naciones Unidas, afirmó que el dictamen no es de cumplimiento accional sino prácticamente una orden y no se trata de ningún tipo de injerencia.”

  El Embajador Samuel Moncada, quien se sentará en el Consejo de Seguridad -él y de vez en cuando la señorita María Gabriela Chávez- ha dicho con mucha sinceridad: “Estamos en el Consejo de Seguridad y vamos a presidir el Movimiento de los No Alineados. Nunca un país había tenido esto. Ahora tenemos que ser responsables y humildes, tenemos que aprender porque no tenemos la experiencia para manejar esto. Nos toca estudiar, trabajar muy duro”.

  Se le agradece la honestidad al embajador Moncada. Es decir: no tenemos idea de lo que vamos a hacer allí.

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