Por: Carlos Raúl Hernández
Algunos dirán que la odiosa palabra mercado es la encarnación del capitalismo diabólico
Cada vez que se quedan sin respuesta sobre el caos que crearon, -es decir, siempre- los revolucionarios apelan al comodín retórico perfecto: la lucha fogosa contra el capitalismo, es decir, el Príncipe del Mal. Así estamos condenados a la escucha permanente de disparates seudo ideológicos con aires de profundidad y adquiere épica la falta de papel higiénico a la hora crítica, porque es la venganza del Oscuro contra los que lo retan, o sea, patria. Alguno soltó hace poco la añagaza de que «consumo capitalista es insostenible» y lo cierto es que 85% de la producción mundial la realizan economías de mercado ¿O creen que sus iPhones los inventaron en Burundi? Según quienes acuñaron este término, en el capitalismo manda el capital contra la sociedad, y vendría el socialismo a voltear la tortilla para que gobernara la sociedad en bien de todos.
Marx estigmatizó la civilización europea del siglo XIX con ese epíteto, que convirtió en seudoconcepto con miles de páginas, plagado de necedades como la plusvalía. Es falso que en Occidente o el Oriente occidentalizado gobierne el capital y que exista la entelequia del capitalismo, salvo en las cabezas afiebradas de los que han bregado siglo y medio por imponer pesadillas totalitarias. Estos países son democráticos, sociedades libres, en los que gobierna un sector desclasado la odiada «clase política» a través de los poderes públicos, electa por medio del sufragio popular y en refriega con los poderes fácticos plurales, empresarios, medios de comunicación, sindicatos, sociedad civil organizada, mi- litares e Iglesia. Es la realidad en vez de esa caricatura grotesca de los que pretenden acabar crear Cubas o Coreas.
No es capitalista sino abierta
Ese término contaminado, perverso y denigrante de capitalismo es inaceptable en la lucha política moderna y muchos menos que algún líder democrático se deje atrapar en el corre-corre de si es procapitalista o anticapitalista. Tuvo razón la árida prosa de Robert Dahal es cuando explicó que gobierna una poliarquía, el consenso dinámico entre múltiples poderes. Para varios pensadores, la fuerza abrumadora del marxismo en la cultura logró que prácticamente todo su bagaje semántico pasara a ser lenguaje político corriente, incluso de aquellos que rechazaban la ideología. Pero en beneficio de dos grandes pensadores que configuraron la teoría de la libertad, ni F. Von Hayek ni Karl Popper usaron la palabreja capitalismo sino respectivamente sociedad extensa y sociedad abierta (Hayek solo lo tolera en un libro colectivo del que hace la presentación)
Quebradero de cabeza
En la mayoría de los países existen sistemas de seguridad social, educación, salud, protección social, vialidad, transportes, pensiones de retiro, financiados por el Estado, que más bien constituyen un quebradero de cabeza para el liderazgo porque precisamente son no financiables y fueron causal de la crisis de 2008 de la que Europa no termina de recuperarse. Es el Estado de Bienestar que apareció con Bismark y nuestros revolucionarios deberían preocuparse en saberlo. Existe, además una compleja legislación social. Algunos dirán que la odiosa palabra mercado es la encarnación del capitalismo diabólico, cuando solo encierra la más simple verdad de la vida: si la gente necesita condones, hay que suministrarle condones y el que los produce tiene que comer. Y si el mundo se mueve con petróleo, hay unos paí- ses que viven de ofrecerlo y los precios dependen que la abundancia del producto.
Capitalismo ridículo
Es de suponer que ningún bolivariano se sienta más comunista que Den Xiao Ping y él dijo que el mercado no era capitalista sino tan viejo como la Humanidad. Pero hablar de capitalismo en Venezuela es ridículo cuando 97% de los ingresos, una simple renta porque no hay producción de bienes, provienen de propiedades mineras del Estado. ¿Qué capital hay en este desventurado país, aparte de fábricas de una cerveza discutible -recuerda la de la taberna del Mariachi de Robert Rodríguez-, harina de maíz, ensambladoras quebradas, metalmecánicas ligeras, abastos de portugueses y licorerías de ron? Son tontos de capirote, bucéfalos quienes quieren destruir el capitalismo que no existe, como los cazadores que van incasablemente a buscar el Yeti, y un español, César Pérez de Tudela, hasta juró verlo en las montañas de Nepal en 1973 y casi que haber hablado con él.
Y como la mentecatez no es solo venezolana o ibérica sino que está bien repartida, un japonés, el señor Takashi, anduvo meses buscándolo apenas en 2008 en aquel frío. Pero igualmente hay quienes se enfurecen hasta el paroxismo porque los líderes de la oposición no salen en una especie de coro de mermados mentales a definirse capitalistas y «de derecha», como si declararse hemipléjico intelectual tuviera algún sentido político. El término capitalismo se rechaza por falso, creación de uno de los pensadores más brillantes y terribles que ha dado la Humanidad y cuya obra se tradujo en la mayor cuota de sufrimiento imaginable tanto para los que lo adversaron como quienes los siguieron. Popper habló de «la sociedad abierta y sus enemigos». Esos son los que la llaman capitalista.
@carlosraulher