Por: Carlos Raúl Hernandez
…El hombre gana porque aunque es el ser más débil de la Creación, construyó el mundo
Es en el Nuevo Testamento cuando el Demonio comienza a ser esa imponente y aterradora personalidad que conocemos, rival de Jesucristo y Príncipe del Mal, con poder para secuestrarlo de su penitencia de cuarenta días de hambre, sed e intemperie en el desierto y tentarlo con banquetes, placeres y riqueza. Es ahí cuando adquiere sus atributos «modernos», como tener adeptos en la tierra y estar al mando de un ejército de demonios menores para incitar al pecado a los humanos. En el Antiguo Testamento era un simple sicario maniobrero de Jahvé, que cumplía sus órdenes pero que como buen adulante soplaba intrigas para hacer daño a otros, como sugirió con Job «para poner a prueba su fe». Una especie de asesor cuyos consejos podían hacer que sus clientes -de no tratarse del Creador-, terminaran en la cárcel, defenestrados, arruinados o rechazados por la opinión pública.
Schopenhauer dijo que «este mundo no puede ser obra de un ser bondadoso, sino de un demonio para deleitarse en la contemplación de la tortura de los justos», inspirado en la herejía Cátara del siglo XII, según la que el Malvado había hecho el mundo mientras Dios dormía. Mick Jagger en Simpatía por el Diablo, toma el modelo elegante y sofisticado del Mefistófeles de Goethe, esgrimista de la ironía. Bram Stoker diseña Drácula, aristócrata de las tinieblas, que no se parece al Príncipe Vlad de Transilvania, su versión verdadera. El Rey Matthias de Hungría lo apresó por una orgía de sangre en la que empaló decenas de miles de personas por faltas menores (infidelidades femeninas, robos, peleas). Pero Matthias tuvo que enfrentar una ola de repudio porque Europa -como Unasur hoy- veía en Vlad un benefactor, héroe contra el imperialismo turco, defensor de la fe cristiana y en la actualidad se venera como Padre de Rumania.
El Mal no es elegante
Los doce años que Vlad El Empalador estuvo preso cerca de Budapest, se divertía ensartando ratas y cucarachas y las ponía en las ventanas, para mantener su fama de sanguinario y aterrar los carceleros, nada menos que los asesinos de la Legión Negra, que se espantaban con él. La imaginación medieval presenta a Satanás con cuernos, cola y una apariencia monstruosa estilo Hollywood. Lutero cuenta que en su reclusorio de Wartburg le arrojó un tintero al Oscuro que lo asediaba mientras traducía la Biblia del latín al alemán. Una cosa son las figuras literarias del Mal, pero sus versiones cotidianas que no son elegantes. Agentes de la Gestapo que irrumpían en los hogares de los judíos, violaban las mujeres, destruían todo y se robaban las joyas.
Nazi y cubanos privaban a sus víctimas del placer de morir en la tortura y los revivían los mengueles para mantener su padecimiento. Solo puede ser cosa del Demonio recluir seres humanos en calabozos mínimos para intensificar el sufrimiento. Borges decía que cualquier animal es superior al hombre porque no tiene noción de la muerte y por eso el peor crimen es hacer a un hombre tomar conciencia de su final. Al poeta venezolano Alí Lameda, por hacer un chiste sobre Kim Il Sum, lo enterraron vivo en un calabozo de dos metros de largo por uno y medio de alto, donde estuvo siete años hasta que lo liberó la gestión de Carlos Andrés Pérez. Si el hombre es bueno o malo, es un antiguo debate aclarado por la filosofía y el sicoanálisis. El demonio cotidiano no tiene buenas maneras.
La burla de los esbirros
Es el dolor horrendo, la impiedad, el sufrimiento de madres, esposas, hijos de prisioneros y perseguidos, entre burlas de los esbirros. «El infierno son los demás», dijo Sartre. Según narradores medievales, Satanás se paseaba por los campos de batalla y disfrutaba la agonía de los destripados, que clamaban locos de sed entre sus propios intestinos desventrados y las fétidas emanaciones de los cuerpos que se descomponían. El Gran Mentiroso traiciona siempre. Según cuenta Shakespeare, Ricardo III sedujo en las exequias del marido, a la viuda de un hombre que él mismo había asesinado, y también dio muerte a sus propios sobrinos, dos niños, que podían obstaculizarle la Corona. Cuando en medio de la batalla, impotente, clamaba por un caballo, Satanás se reía de su desesperación. Paul Schrader, un cineasta maldito tal vez el más grande y frustrado de los directores de Hollywood, hizo una película también maldita.
Es la última versión de El Exorcista, casi desconocida porque el estudio no quiso asumirla. Da una versión intimista de Satanás: el desamparo, la desesperación, la angustia, la enfermedad, la crueldad, el dolor que no se puede calmar, el infierno que se lleva en el alma, la prisión entre los barrotes de la propia mente. La indefensión frente al verdugo interior y exterior. Pero los hombres derrotan al Demonio. Lo hizo Job que sufrió tormentos inmerecidos por ser un hombre bondadoso. También William Wallace quien murió gritando por la libertad de Escocia, cortado lentamente en pedazos. María Antonieta cuando se disculpó por pisar el pie del verdugo. Julius Fucik, Walesa, Mandela, contravienen a Neruda cuando dice que «ocurre que me canso de ser hombre». Lucifer pierde porque sus seguidores cada vez son menos y el hombre gana porque aunque es el ser más débil de la Creación, construyó el mundo.
@CarlosRaulHer
Un comentario
Demonios mayores y menores… es es lo que son. Cuando sean ellos, los esbirros y verdugos, los que sufran de desesperación,Lucifer se reirá a carcajadas en su propia cara