Existen desde siempre, desde los mismos comienzos de la Humanidad. La concepción de suponerse superiores la tienen incrustada en el genoma. No tienen ni la más mínima de noción de lo que significan las palabras concordia, civilización, humanismo. Sólo saben ser guerreros. Primitivos. Primarios. Básicos. Todo es batalla. Son punzo penetrantes. Hieren. Destruyen. Arrasan.
El fascismo es su forma de vivir. Les permite ser arbitrarios y atrabiliarios. Les da licencia para exprimir, pisotear, violar. Imponen sus normas. Las suyas. Llevándose por delante lo que sea y a quien sea. Dados a la violencia verbal, psicológica, física. El irrespeto es su consigna. El poder. Los demás, los otros, los que discrepan o disienten, no existen. Son la nada. No tienen derechos. Son seres menores en la estructura social.
El fascista es por diseño esclavista. De allí que cuando están en el poder la pobreza real aumenta. Porque colocan a la gente en la línea de dependencia. Crean empleos ficticios, mal remunerados. Crean una burocracia que no agrega valor y así convierten a enormes cantidades de personas en inútiles con salarios de hambre.
Les gusta el histrionismo. Son fabricantes de eslóganes. Construyen discursos plagados de clichés y estereotipos. De modos edulcorados. De insultos y malas palabras. Su vocabulario es degradante, tanto como lo es su accionar. Son la más clara representación de los siete pecados capitales. Los cometen con impunidad y con orgullo. Pero hacen algo peor: promueven que los buenos pequen, que caigan en el mismo expedientes de esas ofensas capitales. Así convierten en victimarios a las víctimas. Nos hacen cómplices de los crímenes.
Cuando se encuentran arrinconados se revelan como grandes cobardes. Ahí no callan sino elevan el tono y volumen de su insolencia. Se tornan aún más vulgares y soeces. Se trata de asustar, de ladrar más duro. Ahí se muestran de cuerpo entero. No saben cómo reaccionar ante algo tan simple como la verdad que no puede ser maquillada. Entonces su estrategia se vuelve más truculenta. Y son capaces de cualquier atrocidad.
Escribí estas líneas un día antes del 1 de septiembre de 2016, que será, lo sé, un día clave en nuestra historia. No hago pronósticos. No hace falta ni soy buena en eso de vaticinios. Pero sé que a partir de mañana Venezuela será otra. Mucho cambiara. Seremos distintos. Todos. El hartazgo habrá hablado, no a los gritos pero sí con voz recia y determinante.
Muchas de las estrellas que uno ve en el firmamento están muertas. Sólo que la luz tarda en llegarnos y por eso creemos que aún están vivas. Es una ilusión óptica. Sólo eso. Los habitantes de Miraflores son estrellas políticamente fenecidas. Fracasaron. Ellos lo saben.
A Dios le pido que el 1 de septiembre de 2016 no pase a reflejarse en las páginas de nuestra historia como una fecha en la que unos que mandaban hicieron correr la sangre de otros que exigían sus derechos constitucionales. A Dios le pido que nos proteja de crímenes y pecados, que nos haga valientes, que nos dé la fortaleza que necesitamos. A Dios le pido que nos inspire a ser buenos y rectos venezolanos.
@solmorillob
Un comentario
Le pido a Dios Nuestro Señor,que no permita que nuestros soldados venezolanos se pleguen a ese ejército de invasión mercenarios para masacrar su pueblo obligandolo a aceptar una doctrina ajena a nuestro sentir de confraternida,amor, paz y progreso que nos caracteriza a los verdaderos patriotas venezolanos.