Desde mi juventud, estoy escuchando la conseja de «póngase alpargatas que lo que viene es joropo», frase que se le atribuye al presidente Herrera Campins, quien tenía un excelente manejo del lenguaje costumbrista; en realidad es muy anterior a su época, como él mismo me apuntó en una conversa en su casa una tarde en la que fui a visitarlo. El presidente Maduro no capta que este pueblo es demasiado joropo para las suelas de las alpargatas de su gobierno. En su enorme e incurable ingenuidad, Maduro no comprende la clase de crisis/colapso/debacle que enfrenta. Sí, «ingenuidad». Porque, a pesar de los gruñidos y gritos, en los hechos Maduro es profundamente ingenuo, a niveles de tontón manipulable.
La Revolución Bolivariana, este fallido ensayo de juegos, termina su égida. No se extingue el chavismo, que su espacio tiene y tendrá. Contrariamente a lo que algunos muchos más sabidos que yo estiman, creo que deja un legado de gran valor. Durante buena parte de los gobiernos de la 3ra. república, todos los de la 4ta. y además los gobiernos regionales y municipales de la descentralización, en este país se escribieron manuales para todo. Desde el combate de la malaria hasta cómo elaborar los estados de ganancias y pérdidas del más pequeño espacio de la administración pública, pasando por todos los temas más amplios o particulares con riguroso detalle. Covenin, institución pública importantísima que algunos recordarán aunque este gobierno lo sepultó en la fosa del buen pasado, diseñó protocolos de calidad para todas las áreas del quehacer. Hubo incluso las «marca Covenin» y el sello «Norven», garantías de excelencia que se otorgaban a productos y servicios venezolanos que cumplieren las exigentes normas establecidas por los técnicos del organismo. Puede ser que esos miles manuales de procedimientos para el hacer y servir fueren irrespetados en el tiempo, pero existían en enjundiosos tomos que, imagino, constan en los activos de la Biblioteca Nacional. Pero durante esos años nunca hubo un manual de «así no». Ahora lo tenemos.
Estos casi 18 años han servido para descartar montañas de mitos y ridículas utopías y tener certezas de cómo no gerenciar el estado y el país. Hoy sabemos cómo no manejar el BCV, la educación, la salud, la economía, la vialidad, el comercio, la industria, la producción agraria, el negocio petrolero, la administración de justicia, el sistema carcelario, la política monetaria, el deporte, la electricidad, el agua, la basura, los derechos humanos, la Contraloría, el sector militar, las inversiones nacionales e internacionales, la diplomacia, la cultura, la comunicación social, la tecnología, la investigación, las elecciones, el ambiente y un largo etcétera de áreas de gestión pública. El manual de «así no» será muy útil para el nuevo estado que habrá de sustituir al actual. Pues no se trata ya de cambiar el gobierno; el estado tiene que cambiar, porque el fracaso del estado hizo colapsar al país. Hoy, gracias a ese fracaso, tenemos las coordenadas exactas de los caminos que hay que evitar para no caer en zanjones.
Discrepo de mi amigo y notable analista Luis Vicente León. No es cuestión de optar entre negociación o guerra. Es elegir entre tres caminos: la domesticación, la república o la matazón. El primer camino ya no es posible para el gobierno. Domesticar es caro y supone que la mascota respete al domesticador y lo reconozca como líder de la manada. La guerra no es posible. La mayoría de oposición no cuenta con los utensilios para una guerra. Puede sí haber una matazón. El gobierno puede perder la razón y dar la orden a sus fuerzas armadas de atacar a la población, con la horrendas consecuencias que ello supone. Queda entonces el único camino sensato: la república.
La población quiere la república. De allí que apechugue y se cale este patético estado de cosas. No quiere domesticación ni matazón. Los venezolanos enarbolan la bandera y procedimientos republicanos. Eso se expresa en el deseo de usar sus huellas para decidir. Por ello ha escogido el camino del revocatorio, que es un instrumento republicano, está en la Constitución y pertenece a los ciudadanos. Si el gobierno y adlateres bloquean el referendum estarán firmando su sentencia de muerte. Los ciudadanos les pasarán por encima, como incontrolable alud al revés. Eso evalúan en el oficialismo, dividido en tres bandos: los radicales, los pragmáticos y los ilusos. Los terceros son los únicos que desean que el presidente permanezca en Miraflores. Son minoría. El ajedrez oficialista se juega entre los radicales y los pragmáticos. Los segundos tienen mucho que perder si se arma una sampablera. Por ello buscan una salida elegante. Procuran una indulgencia plenaria; tienen con qué negociar. Los radicales quieren sacar a Maduro pero para quedarse con el coroto. Dos rectoras del CNE son radicales; dos son pragmáticas.
Escribo esperando el anuncio del CNE. Creo que van a ceder en lo de la circunscripción; las pragmáticas convencerán a las radicales que ello se verá bonito en el comunicado. Anunciarán las fechas, aumentarán una ñinga el número de máquinas y ni una palabra dirán sobre la fecha del revocatorio. No importa. Hay que montarse. La recolección de voluntades debe ser un ejercicio republicano apoteósico. Los dirigentes de oposición deben entender que liderar no es marcar el camino, no es ir por delante; es imbricar la manada. Hay que sembrarse en los centros de recolección; negarse a bloqueos. Sitiarlos, si fuere necesario. La mejor arma son las huellas. Si los pragmáticos oficialistas ganan en la lucha intestina, habrá zaperoco pero no matazón. Y Maduro saldrá silenciosamente. Si los radicales rojos triunfan, Maduro saldrá por las malas y ellos cargarán con las culpas de la sangre derramada. En cualquier caso, los republicanos no seremos responsables y la causa republicana emergerá como la única solución válida, sensata, decente y sostenible.
La palabra la tenemos entonces los ciudadanos, con el manual de «así no» en una mano y la Constitución en la otra. Aguante, fe, fortaleza, perseverancia y templanza. Eso es la esperanza.
@solmorillob