Dése el lector a la tarea de sumar los montos a los que hace referencia S.A.R. Tarek William Saab. Por muy abultadas que suenen las cifras, encaramadas una sobre otra no alcanzan ni al diez por cierto de lo que los zánganos le cepillaron al país.
El turbio asunto del caso Andrade se suma a otros que activan alarmas. No para usted o para mí, que somos de profesión honestos y decentes. El pitazo es para unos cuantos – no llegan a mil – que tienen dinero mal habido y que está en el exterior y no precisamente en países como Suiza, EEUU, Canadá, Panamá, España y otros en los que hay procedimientos de control que permiten detectar y actuar sobre los delincuentes. Esa estrafalaria cantidad está afuera, repartida en decenas de países donde impera la ley de la selva y «Contraloría» no es más que una palabreja en desuso. Pero ya comienza a entrar al país.
La Semana Santa permitió observar un sospechoso cambio en el comportamiento de las «nuevas élites». Mientras el país de a pie pasa hambre y calamidades, curucutea basurales y mendiga por las esquinas, esos ricachones de nuevo cuño han comenzado a operar en el país. A comprar todo lo que hay y al precio que sea. Las licorerías y bodegones de la parte «fisna» de Margarita vendieron todo lo que ofrecían y las playas, otrora visitadas mayoritariamente por gente normal, fueron tomadas por ilustres desconocidos sin límite de gastos. Abrían cuentas en los chiringuitos y, oh sorpresa, tenían mucho efectivo. Algunos incluso pagaban en lechugas. La nueva Venezuela ya empieza a manifestarse.
Hace años, los enchufados de Argentina (nueva especie creada bajo el cobijo de media Cristina) invertían a manos llenas en su país y la vecindad. Así, dejaron una ristra de edificios, mansiones y hoteles de altísima gama. Ellos no entendían por qué sus coleguitas venezolanos (lo de colegas viene porque enchufarse es una profesión) no habían convertido a su país en un paraíso de lujos. Los enchufados de bandera tricolor desconfiaban de tal estrategia, sospechaban que el régimen podía caer y con ello quedarían expuestos. Hoy, con la que está cayendo en materia de investigaciones y sanciones en el extranjero, han comprendido que el único país del mundo donde pueden sentirse plenamente seguros es…. ¡Venezuela! Y que es aquí donde sus inversiones estarán a buen resguardo. Entonces, comienza ya a notarse el chorro abierto. ¿Y cómo se traen esos dineros?, se preguntará usted que lee estas líneas. Pues billete sobre billete en cientos de vuelos y travesías marítimas para los cuales se obvian los más mínimos controles. A través de un complejos entramados de cientos de pequeñas transacciones que brincan por centenas de cuentas en igual número de bancos. Es complicado y toma su tiempo, pero hábiles y sagaces son, a no dudarlo. Y cuentan con muchos tramitadores que hacen las veces de testaferros y también con la complicidad de amiguetes en los bancos, a cambio de módicas comisiones.
Ese dinero, por cierto, se lo esquilmaron a Venezuela. A saber, a usted, a mí, a nosotros, los ingenuos venezolanos. Y ese dinero, lo repito, asciende a montos estrafalarios en dólares, euros y otras monedas duras. Nos lo robaron. Y no sólo nos dejaron en este estado de miseria, sino que además hicieron que el país se endeudara por cantidades también estrafalarias, que ascienden a cientos de miles de millones de dólares. Entonces, no sólo nos arruinaron el presente sino el futuro. Por varias generaciones.
Casilda, 29 años, que vive con sus hijos en un casita que le asignó Misión Vivienda, que se cae en pedazos porque tiene serios efectos de construcción y de la que ella no puede disponer porque en realidad no tiene propiedad sobre ese inmueble, no entiende nada de esto. Para ella el gobierno roba (nada nuevo bajo el sol), pero ella no tiene ni la menor idea de hasta dónde llega el desmadre. Pero María Beatriz, 35 años, graduada universitaria, casada, con dos hijos, tampoco entiende. Ella forma parte de la clase media que dejó de serlo. Ella es ahora pobre. Y lo único que entiende es que hay que irse, a Colombia, a Chile, a Ecuador, a Panamá, a Dominicana, a Curacao o Aruba, a Estados Unidos, a Canadá, a España, a donde sea. ¿Es triste? Peor, es repulsivamente indignante.
Henri Falcón pasillanea por el país. No tiene posibilidad alguna de ganar unas elecciones que son fraudulentas de principio a fin. No creo que esté engañando a la gente. Creo que pasa algo mucho peor, mucho más grave: se está engañando a sí mismo. Y mientras tanto, los enchufados, se traen parte de lo robado y hacen la nueva Venezuela. Y supongo que hasta pensarán en un nuevo himno, un nuevo escudo y una nueva bandera.