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Crónica de lo posible

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  Si uno se toma una pequeña pausa, ahora cuando estamos a escasísimas 72 horas de la jornada electoral, y mira hacia atrás, podrá darse cuenta del recorrido extraordinario que ha hecho no sólo la oposición venezolana sino quien es su líder indiscutible a estas alturas, Henrique Capriles.

  Durante mucho tiempo se insistía que no habría líder para enfrentarse a Hugo Chávez y recuerdo una frase que comentó en privado Ramón J. Velásquez cuando le preguntaron:

“-¿Hay algún líder para enfrentarse a Chávez?

-Sí, como no, está cruzando la esquina.

-¿Pero quién es?

-No lo sé, pero está cruzando la esquina”.

  Y, en efecto, estaba no sólo cruzando la esquina, sino estaba compenetrándose con su país. Con una carrera política brillante, marcada por el esfuerzo, el trabajo y el éxito, fue a los 26 años Presidente de la Cámara de Diputados, luego fue Alcalde, con mucho éxito, del Municipio Baruta. En el paso por la Alcaldía le tocó ir a la cárcel en una prisión evidentemente política, injustificada a todas luces. Pudo huir como tantos otros lo han hecho, que antes de caer presos dicen: “me voy”. Pero no, él se quedó y asumió la cárcel, y, lo más importante, al salir libre no se presentó cargado de rencores, reconcomios, odios. Todo lo contrario, salió más maduro, apacible, sereno, sensato.

  Luego le tocó lo que ya lucía en ese momento como una carrera titánica: derrotar en el populoso e importantísimo estado Miranda a uno de los hombres fundamentales del régimen, como lo es Diosdado Cabello. Se decía que era una carrera imposible y, sin embargo, fue el Gobernador del Estado Miranda. En medio de múltiples dificultades le decían que no iba a poder gobernar -¡mira lo que le hicieron a Ledezma!- y gobernó. Con reducciones dramáticas en el presupuesto, logró adelantar una gestión importantísima.

  Este joven, porque apenas ha cumplido 40 años, le tocó aspirar a la Presidencia de la República. Cuando se decía que la oposición estaba fragmentada y venía de errores tras errores (la abstención en las parlamentarias, aquella denuncia de fraude en el año 2004, etc.), la oposición comenzó a cohesionarse -donde tiene un mérito fundamental ese mago de la paciencia política como lo ha sido Ramón Guillermo Aveledo-, y se logró configurar la Mesa de la Unidad. Esa Mesa convocó a unas elecciones primarias, acudieron los candidatos; se decía que no se iban a dar esas primarias y que no se iban a respetar los resultados… Pues bien, con un discurso conciliador Henrique Capriles logró dos millones de votos en una votación de tres millones de personas que ya sorprendió a propios y extraños.

  Después arrancó su campaña electoral y mientras todos planteaban campañas modernas, más basadas en redes sociales y tuits, él se decidió por una campaña a la antigua, ortodoxa, casa por casa, pueblo por pueblo. A estas alturas, le ha dado la vuelta no sé cuántas veces al país, y esa estrategia de casa por casa, pueblo por pueblo le ha dado el privilegio magnífico de conocer muy a fondo los problemas de Venezuela. Porque a diferencia de los líderes políticos convencionales, Henrique Capriles fue a estos casa por casa, pueblo por pueblo a escuchar, a empaparse de los problemas.

  Hoy se presenta ante nosotros aspirando a dirigir al país por los próximos seis años. Lo hace con un mensaje cargado de fe, de optimismo y, sobre todo, de esperanza en que los mejores valores de Venezuela son siempre rescatables.

  Ante él está un hombre agotado por el tiempo y el exceso de poder. Luce -para decirlo en términos boxísticos que a él tanto le pueden interesar- un tanto “pondrón”. Es una pena que, después de 14 años de revolución, en sus actos termine de comparsa al lado de músicos populares, dando brinquitos por cierto bastante ridículos.

  A pesar de que el susto por la muerte cercana le hizo borrar todos sus discursos donde convocaba al fin de la vida (cuando apareció el cáncer borró el “Patria, socialismo o muerte”) la muerte para él, por lo visto, es una mala maña y la tiene demasiado cerca, la palabrea con frecuencia y saliva su boca al mencionarla. Ayer ha soltado una perla inaceptable: “Van a votar por mí porque el pueblo venezolano no se va a suicidar”.

  Señor Chávez, ¿qué está diciendo usted con esta frase? ¿Qué si usted no gana viene la muerte en el país? ¿Qué si los venezolanos decidimos que sencillamente se acabó su tiempo, como suelen acabarse las cosas en esta vida, usted va a incitar realmente a la guerra civil?

  Es preferible que la historia le recuerde como un Presidente autoritario que quiso implantar una revolución anacrónica en un país llamado Venezuela y que fracasó luego de 14 años de mal Gobierno. Es preferible recordarlo así, a recordarlo como el lunático que llevó al país a una guerra fratricida, cruenta e irrecuperable.

  A nosotros como venezolanos nos toca decidir qué es lo que más nos conviene como personas, como ciudadanos y como país. El próximo domingo 7 de octubre el porvenir suyo, de los suyos y de su Patria está en sus manos.

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