(Con mi agradecimiento a @Mibelis por ser una luz en las tinieblas)
A veces el río está tan revuelto que nadie consigue pescar en él. Un remolino se carcajea de unos y otros y se traga todo, desde la fe hasta la soberbia.
Quebrados los huesos, las conciencias y las almas, ante el «despliegue de maldá insolente» – Discepolo dixit – de mentiras y de farsas, los criollos, los multicolores de esta tierra, los que somos de aquí y, caray, no queremos ser de otro lado, nos aferramos a la esperanza, vana tal vez: que los ciegos comiencen a ver, los sordos a escuchar, los miserables cesen en su cruel pasión por destruirnos.
El río revuelto se traga todo, con furia. Y luego esas aguas se van. Pasa el revolcón. Y los que nos quedamos vemos. Que todo luce yermo. La tierra llena de palos en estado de quebradura. Y los sobrevivientes nos miramos a los ojos, lánguidamente, sin atinar a pronunciar una palabra. Apenas exhalando. La rabia, la tristeza, el hartazgo nos alcanzó. Se nos instaló entre pecho y espalda.
Nos ponemos de cuclillas en esa tierra yerma. Y buscamos. Buscamos en el horizonte. Buscamos adentro. A Dios, a la vida, al hermano con quien reconstruir. Y ya no gritamos, ya no lloramos, ya no pedimos ayuda, ya para qué. No estamos tristes. Dejamos de estarlo. Hasta eso nos afanaron los ladrones que se llevaron nuestro dinero, la leche de los niños, las medicinas para los enfermos, las lápidas de nuestros ancestros.
Entre el barro seco algo brilla. Es un espejo. El espejo que enterramos. Y volvemos a mirarnos en él. Y entendemos que somos nosotros y no otros los que hemos sufrido la devastación. Somos nosotros los que hemos enmagrecido. Somos nosotros los que hemos de salir del barro y con ese barro rehacer y rehacernos.
A construir de nuevo. A rehacer el país. A descubrir en ese barro seco las letras de grandes que en el medio del griterío y el sinsabor extraviamos. Gallegos, Andrés Eloy, Otero Silva, Uslar, Cabrujas y tantos que se dejaron las huellas sobre infinitos papeles intentando explicarnos. A buscar esas letras, a llenar el país de bibliotecas y librerías. Que sólo de esa manera podemos burlar las trampas de engañadores de oficio y evitar ser invadidos por fantoches usurpadores.
El río está revuelto. Y se traga todo, con furia. Tiene olas y remolinos. Dejará de estar revuelto. Y entonces tocará armarse de todavía más coraje, todavía más empeño, todavía más sudor. Algunos lo llaman reconstrucción. Otros restauración. Yo lo llamo resurrección.
soledadmorillobelloso@gmail.com
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