Por: Luis Ugalde
– ¿Qué es verdad? Así preguntó Pilatos a Jesús y se retiró sin esperar respuesta. Frente a él, Jesús afirmó que había venido para dar testimonio de la verdad con hechos y palabras; su verdad, nuestra verdad que no requiere demostración, sino confirmación en la conciencia y sentido de vida de cada hombre y mujer:
-Nadie tiene más amor que quien da la vida por otro. Quien da la vida, aunque parezca que la pierde, la gana, como el grano de trigo al caer en tierra para renacer en abundante espiga.
-El amor es más fuerte que la muerte, y ésta no tiene la última palabra sobre la vida.
-A Dios nunca lo ha visto nadie, pero si se aman unos a otros, ahí está Dios porque Dios es amor.
-Son benditos de mi padre los que dan de comer al hambriento, curan al enfermo, y liberan al preso; lo que hacen con ellos lo hacen conmigo y se encuentran con Dios-amor.
-El hombre aspira a “ser como Dios”, quiere ser señor autosuficiente; para ello domina y esclaviza a los otros.
– Jesús nos dice que ese deseo de “ser como Dios” no es errado, pero sí lo es toda respuesta que crea dioses de poder y dominación que niegan y esclavizan a los otros humanos. Así son los poderes esclavizadores de este mundo, lobos que se agreden entre sí, pero Dios-amor se da gratuitamente y el Hijo del Hombre e Hijo de Dios sirve hasta dar la vida por el otro: dar la vida es encontrarla.
-El hombre es creador de ídolos y soñador de paraísos, de torres de babel con las que la grandeza humana espera alcanzar el cielo, logrando el paraíso en la tierra sin limitaciones humanas.
Una de las grandes torres modernas es la revolución marxista que ilusionó a cientos de millones de hombres en búsqueda de un paraíso sin alienación, sin mal, sin explotación y sin divisiones humanas, donde el hombre sea su dios. La humanidad pagó un alto costo de millones de vidas y sacrificios, pero no se alcanzó la tierra sin mal y la torre se derrumbó estrepitosamente.
También la moderna Ilustración es una muy poderosa torre de babel. Hace dos siglos y medio los ilustrados que se propusieron establecer el reinado de la Razón sin límites se prometían la plena felicidad, venciendo el oscurantismo, y así lograr un mundo sin mal, pues consideraban que la única causa del mal era la ignorancia. Gracias a la racionalidad desatada, el mundo moderno ha liberado energías ilimitadas de talento humano y un fabuloso poder instrumental. Gracias al adelanto científico-tecnológico, ya el mundo no es el mismo. Pero para sorpresa de los ilustrados protagonistas de la primera euforia, en lugar de la libertad, igualdad y fraternidad, al abrir la caja de Pandora de la razón salieron libres y se multiplicaron tanto las fuerzas del bien como las del mal. La capacidad destructiva de la humanidad se multiplicó. Se perfeccionaron la ciencia de guerra y de la muerte, a la par que la medicina y la ingeniería que dan vida. El escándalo de millones de proletarios explotados, los países pobres colonizados saqueados y las dos guerras mundiales desatadas por las potencias más fuertes e ilustradas, revelaron la cara asesina de la racionalidad instrumental. Los 20 millones de muertos de una guerra y 80 en la otra demostraron que el infinito poder de la razón sirve también para explotar y matar. La tercera guerra sería infinitamente más asesina. La racionalidad instrumental para que sea exclusivamente servidora de la vida y la liberación requiere un elemento no racionalista que da sentido a la vida y la guía: El Amor. La libertad, igualdad y fraternidad solo son posibles en la medida que estén guiadas por el AMOR. De lo contrario el hombre es capaz de destruir su propio planeta-casa, de crear muy sofisticados sistemas e instrumentos de muerte para dominar y poner al otro a su beneficio. La avaricia de riqueza se vuelve un dios con esclavos a su servicio, al igual que el poder político de dominación. Jesús los denunció, junto con la religión del temor y la ley dominante, y por eso lo mataron. También mata el razonamiento hedonista “comamos, bebamos, oprimamos y usemos a los demás a nuestro placer porque corta es la vida y mañana moriremos”. Solo si Dios-amor vive en nosotros somos capaces de enfrentar a los ídolos, dominarlos y convertirlos en instrumentos de vida para los hermanos dignificados. Es el misterio de la vida de Jesús, entregada por amor y resucitada para nosotros por el Padre.
El judío Einstein no era creyente de la religión judía, ni de la cristiana. Alcanzó los picos más altos de la racionalidad instrumental y de la ciencia, pero le tocó ver y vivir también el inmenso poder destructivo de la ciencia en manos de una humanidad enloquecida. Descubrió también el misterio de la vida y el sentido, como lo reveló en carta íntima a su hija Lieserl: “Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal es el AMOR (…). El Amor es luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El Amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios y Dios es Amor.
“Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúscula a la vida (…)”.
“Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control de las otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser siente que en él habita, el amor es la única y la última respuesta.
“Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quintaesencia de la vida (…)”.
Dios-Amor es la fuerza de Jesús hasta el final para dar la vida. Por eso el Padre lo resucitó y nos lo puso como verdad, vida y camino para ser plenamente humanos. En él la vida venció a la muerte con su pretensión de ser sentencia final y tumba de toda esperanza. Jesús dando su vida se hace camino, verdad y vida para todo humano, más allá de fronteras, peculiaridades religiosas y divisiones. Resucitó enseñando que estamos llamados a ser como Dios-amor.
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