Publicado en: El Espectador
Por: Andrés Hoyos
En su momento no quise entrar al debate sobre el Estado de opinión, pues la frase me parece un desatino total. El Estado, con mayúsculas, identifica un andamiaje de instituciones para el que las opiniones son secundarias, cuando no irrelevantes. No importa cuál es la opinión de un presidente, un ministro, un alcalde, un magistrado, un procurador o un senador, sino qué decisiones toma. Así, un Estado que pasa a ser de opinión se desnaturaliza, se vuelve fofo, variable, inconsistente, impredecible, o sea, todo lo que un Estado NO debe ser.
Sin embargo, el expresidente y hoy senador Álvaro Uribe, quien lleva años en problemas con la justicia, ha vuelto al ruedo con esa divisa manchada, ilusionado tal vez con que el ataque es la mejor defensa. El hombre ha dicho estar consciente de que ni el Congreso ni la Corte Constitucional prometen ser benévolos con las iniciativas del ala dura del CD, que ahora promueve un referendo para echar a la JEP a la caneca, mutilar las cortes volviéndolas una sola, promulgar un Congreso unicameral y otras lindezas por el estilo. Que algo no vaya a pasar no significa que sus impulsores salgan del proceso con las manos vacías. Así no obtengan nada a cambio, les interesa robarse el show.
Le ha surgido, no obstante, un adversario de mucho peso al CD: la opinión pública, en este caso manifiesta y contabilizada. ¿Cómo fue la cosa? Sencilla: el viernes 14 de junio Daniel Samper Ospina echó a andar en la conocida plataforma Change.org una petición astuta (verla aquí: http://chng.it/kDXDwqY6). No se pide en ella mandar a la cárcel a Uribe, ni otros despropósitos semejantes, que justamente dependen de los tribunales, no de la opinión, sino que la encabeza con una frase clara, a la vez que moderada: “FIRMO PARA QUE URIBE SE RETIRE”. A la hora de enviar esta columna al periódico el martes 18 de junio a las 8:46 a.m. las firmas van en 414.000. Según eso, pasarán con amplitud del medio millón, lo que constituye un claro llamado de alerta.
Abundan por ahí las almas buenas, muy en particular antiuribistas radicales, quienes dicen que una petición como esta es inútil porque no tiene implicaciones prácticas inmediatas. En mi opinión, están meando fuera del tiesto. El rechazo simbólico masivo de algo es preludio de un rechazo de vida real todavía más contundente. Por lo pronto, la tan vilipendiada firmatón ¡le ha quitado mucho oxígeno al absurdo referendo promovido por Herbin Hoyos! Apareció un claro contrapeso en el mapa. ¿Poca cosa? Mamola.
El presidente Duque, como de costumbre en el año (casi) que lleva en el gobierno, enfrenta un dilema. ¿Se le mide o no a promover el dichoso referendo, para el cual los números no cuadran ni en las curvas del pantano? Ojalá cualquier Luigi Echeverri le aconseje no dilapidar su escasa popularidad en causas perdidas.
Uribe, quien luce cada vez más desorientado y desprogramado, afirma que “el Estado de opinión es la expresión máxima del Estado de derecho”. Pues a juzgar por las firmas recogidas por la petición arriba citada, la tal expresión máxima no es hoy para nada benévola con el expresidente, quien como que se acostumbró a su influencia de antaño, sin darse cuenta de que el andamiaje se le está viniendo abajo a marchas forzadas.
Mensaje reiterado para Iván Duque: venden pantalones en muchos almacenes, presidente. Cómprese unos pares, que de seguro le pueden arreglar el caminado.
Lea también: «Pensar con el deseo«, de Andrés Hoyos