Publicado en: La Gran Aldea
En las últimas semanas los incendios en el Amazonas han sido la gran noticia internacional. Pues arde más que una selva de más de dos millones de metros cuadrados: Arde el pulmón de nuestro planeta, el bálsamo natural ante la lucha del cambio climático. Y porque el fuego es siempre señal de alerta. Y también de reflexión.
A pesar de que en Bolivia también ardía, el fuego de Brasil captó más la atención. Por una razón principal: Jair Bolsonaro, el presidente de derecha casi extrema de Brasil. Un hombre que en lo poco que lleva de gobierno ha reducido el gasto en prevención forestal al menos un 30, y ha disminuido las capacidades de su Ministerio del Medio Ambiente. A Bolsonaro se le responsabilizó por el incendio porque era fácil echarle la culpa, aunque no fuera quien prendió el fuego.
Para los latinoamericanos nada de esto es nuevo. Y vengo de Caracas, donde El Ávila, una de las montañas de la cordillera norte de Sudamérica, se prende en fuego al menos tres veces al año. De la misma manera, distintas partes de nuestra selva amazónica se incendia en distintos momentos del año por un sinfín de motivos. Entre ellos, por supuesto, el calentamiento global. Pero el motivo más común suele ser comercial, al menos en esta época del año. La famosa «limpieza forestal» que intencionalmente causan granjeros y agricultores, quienes continúan de esa forma una tradición centenaria. En Brasil, desde tiempos de la Colonia, estos meses se conocen como la época de la «queimada».
El gran incendio que tenemos ante nosotros seguramente inició de esta manera. Aunque han habido distintos reportes, la razón principal del descontrol parece ser la confluencia de barios incendios simultáneos que al unirse ampliaron la conflagración. Por supuesto que Jair Bolsonaro, como todo jefe de Estado de un país que comparte el Amazonas, tiene una buena dosis de responsabilidad. Al acabar con varias regulaciones ambientales y hablar abiertamente del potencial comercial de la selva, Bolsonaro parece hacer coqueteado con la idea de que la queimada fuese más intensa este año.
Sin embargo, como latinoamericana, mi enfoque durante estas semanas ha sido en los extranjeros que se horrorizaron y dedicaron publicaciones en sus redes sociales a la Amazonía. Muy similar a los años ’70, donde hubo un afán por salvar el Amazonas, y se crearon canciones, películas y documentales sobre el tema. O al 2009, cuando se lanzó la campaña «Rainforest SOS». Pero claro, en esta época tan digital, este afán se tradujo en compartir fotos falsas (de años anteriores) y distribuir información incorrecta o amarillista sobre las causas del incendio.
Entonces, ¿qué nos dicen los incendios? Primero, que la sociedad global aún conoce muy poco sobre Latinoamérica. Hubo una absurda cantidad de gente diciendo con mucha certeza que Jair Bolsonaro era la causa de todo esto, aplaudiendo acciones de otros presidentes, sin entender la complejidad política del asunto. Cosas, por ejemplo, como que todos los actores deben estar en la mesa a la hora de discutir acciones y que, por ende, no se debería discutir sobre el Amazonas sin gente del Amazonas. Acusar a Bolsonaro de iniciar directamente el incendio es tan absurdo como que Bolsonaro acusara a las ONG ambientales de lo mismo.
Bolsonaro podrá ser quien sea, pero debe formar parte de las conversaciones que se tengan sobre el Amazonas, por lo que excluirlo o atacarlo es un sinsentido para el activismo ambiental. No tiene sentido ofrecerle ayuda para apagar el fuego y acompañar el ofrecimiento con un «es tu culpa, déjamelo a mí». De la misma forma que no tiene sentido responder a un ofrecimiento con insultos. Además, mientras se ataca a Bolsonaro y han aceptado ayuda internacional, no implementan al 100% las regulaciones ambientales de sus países.
Segundo, las ganas de proteger el ambiente no deben supeditar las ganas de informarse. Se ignoró el hecho de que cada año estos incendios ocurren, y que si bien este año han sido peores, esto forma parte de una práctica de siglos, la cual incluye a los propios residentes del Amazonas. Personas que normalmente aplauden la autonomía de granjeros y agricultores al tiempo que ignoran que eran ellos quienes en varias oportunidades han iniciado estos incendios. Ellos, quienes por siglos han quemado la selva tropical, también deben estar en la mesa a la hora de discutir el Amazonas. Pues aquí, en los temas complejos, no hay ángeles ni demonios.
Y por último, se hizo evidente una hipocresía. No digo que quienes se preocupan tanto por la Amazonía deberían también preocuparse por aprender más sobre las culturas que la rodean, sino que por lo menos deberían preocuparse por aprender por otros ecocidios en el área, como por ejemplo la crisis del Arco Minero del Orinoco en Venezuela, la cual, por cierto, sí está completamente relacionada con malas gestiones del Estado.
Lo importante es que se habla del Amazonas y que está en las noticias. El pulmón del planeta todavía arde y hay que apagarlo y prevenir incendios como éste en el futuro. Esto demandará exigirle al sector público más regulaciones y menos altercados, e incluir a todos los involucrados – incluyendo los pueblos indígenas – en las discusiones. Pero mientras trabajamos en salvar la Amazonía todos juntos, latinoamericanos y no latinoamericanos, debemos primero informarnos y oír lo que nos dicen, realmente, los incendios.