Por: Floralicia Anzola
La tecnología habla de avances, logros y retos pero también describe mejor que nada, qué clase de sociedad vislumbra la ciencia para el futuro.
Pareciera que la interacción humana cara a cara está destinada a desaparecer, la soledad estuvo recorriendo los congestionados pasillos de la reciente emisión de la Feria de Consumer Electronic Show.
La soledad es una realidad y también un mercado. En Estados Unidos se habla de una “epidemia de soledad”. Según la última encuesta de Cigna e Ipsos, más de la mitad de los adultos de este país, consideran que nadie los conoce realmente y un 46% reconoce sentirse solo a veces o siempre. La llamada generación centenial (de 18 a 22 años), nativos digitales, es la que se siente más sola.
En España, dos millones de personas mayores viven solas y la cifra va en aumento. La población mayor de 64 años (18,6%) ya supera a la menor de 18 años (17,9%).Se prevé que para 2066 llegue al 34,5% .
Según el informe Cox solicitado en su momento por la entonces primera ministra Teresa May, el Reino Unido tiene más de nueve millones de personas (el 13,7% de su población) que se sienten solas. Y unas 200.000 personas confesaban no haber hablado con nadie desde hacía más de un año
En la China, los llamamos “Kong Chao Qingnian” o “jóvenes de nido vacío» son chinos nacidos en los años noventas que están probando suerte en la ciudad y terminan viviendo en la soledad, rompiendo así la tradición confuciana que aconseja que tres generaciones vivan bajo un mismo techo. Pero también dejan en soledad a sus padres.
Mientras tanto, un 30% de la población de Japón supera los 65 años y es tan grave el problema de la soledad que hay restaurantes con mesas aisladas, donde el comensal no tiene contacto con nadie.Además existe ell «alquiler de amigos». Miles de personas pagan a estos «trabajadores» para que pasen el tiempo con ellos y los escuchen
El futuro parece conquistado también entonces por la soledad, así lo dejan ver los productos y la inversión detrás de ellos para atender a ese enorme y lucrativo mercado.
Olaf y Tempura, son dos robots de aspecto adorable, que suben y bajan sus brazos continuamente y observan con sus grandes ojos azules a quienes se paran ante ellos. El objetivo de estos robots es «curar la soledad en cualquier hogar reaccionando a estímulos humanos». Están repletos de sensores que detectan desde caricias a cualquier obstáculo en su camino. No hacen nada especial. Simplemente acompañan.
En esa misma línea, está Qoobot de la empresa japonesa Yuaki Engineering, una especie de cojín redondo, peludo y negro, con cola. Como si de un gato o un perro se tratase, reacciona a las caricias humanas. En Japón, se han comercializado 50.000 unidades, principalmente “a personas que no pueden tener animales porque son alérgicas y gente mayor que se siente sola”.
Pero la soledad también implica que hay que lograr no sólo caricias y apoyo en tareas que compartiríamos con otros humanos sino placer, placer sexual.
Asi vemos, en el CES de las Vegas, el Osé Robotic Massager, desarrollado por la empresa Lora DiCarlo, un dispositivo flexible que busca estimular las erógenas del cuerpo femenino hasta conseguir provocar el orgasmo. Por su parte, Satisfyer también presente con anillos y vibradores, lanza su app que permite hacer vibrar dispositivos sexuales al ritmo de la música, crear una playlist de vibraciones personalizada o que las parejas controlen sus juguetes sexuales a distancia.
“El orgasmo es un derecho humano”. “Cuenta tus orgasmos, no tus calorías”, era la consigna de este sector de la exposición.
Y mientras tanto, se venden frivolidades como si fueran verdaderas necesidades para consumidores desprevenidos.
En todo caso, ¿Qué sociedad es aquella donde es necesario crear un robot como el Rollbot que acerca un rollo de papel higiénico al usuario cuando este se lo pide, o que mientras está en el inodoro necesite de gafas de realidad virtual para matar el tiempo?