Publicado en: Prodavinci
Por: Mari Montes
“El beisbol es algo bueno. Siempre lo ha sido y siempre lo será”. Stephen King.
En 1875 Nueva York ya era una gran ciudad, centro de grandes acontecimientos en diversos ámbitos. Una ciudad cosmopolita donde todas las manifestaciones culturales comenzaban a expresarse. Todas las artes: la pintura, la escultura, la arquitectura, el teatro de texto y la comedia, la opera y la opereta, la música académica y popular, la literatura, la narrativa, la poesía…todo.
En aquella ciudad donde los eventos que convocaban a decenas de personas eran habituales, el célebre periodista, escritor y poeta Walt Whitman, se interesó por saber lo que ocurría en un campo en las afueras de Manhattan, donde hombres con extraños uniformes, se convertían en la gran atracción de miles. Se congregaban en foros al aire libre, para gritar, celebrar y emocionarse en las victorias y en las derrotas.
Jugaban béisbol, y Whitman, como hombre sensible y curioso, acudió a ese campo del que tanto había escuchado, para entender el interés y la pasión que despertaba el nuevo deporte.
Unos hombres buscaban darle a una pequeña pelota con un mazo y una serie de reglas organizaban un duelo que se extendía sin límite de tiempo. La multitud ahí congregada parecía abstraída de todo, desde los más elegantes hasta los que pagaban los boletos más baratos.
Luego de observar varios juegos, Walt Whitman concluyó con esta frase que tanto me gusta recordar, es exacta, habría querido escribirla: «Veo cosas grandiosas en el béisbol. Es nuestro juego. El juego americano. Sacará a la gente de su encierro, los llenará de oxígeno, otorgándoles un mayor estoicismo físico. Tenderá a salvarnos de ser un conjunto nervioso y dispéptico. Reparará nuestras pérdidas y será una bendición para todos nosotros».
Es por eso que nos está haciendo tanta falta en estos días de obligado encierro.
El escritor Mark Twain también se hizo un riguroso aficionado al beisbol. De hecho, se hizo histórico un aviso publicado por el autor de Huckle Berry Fynn, firmado con su verdadero nombre, Samuel L Clemens, en el diario Correo de Hartford que decía:
«RECOMPENSA DE 205 DOLARES’ …En el juego de beisbol del martes, mientras estaba ocupado vitoreando, un niño pequeño se marchó con un paraguas inglés de seda marrón que me pertenece, y se olvidó traerlo de vuelta. Voy a pagar 5 dólares por la devolución del paraguas en perfecto estado en mi residencia de la avenida Farmington. No quiero al niño, pero pago 200 dólares por sus restos».
Mark Twain llegó a ser árbitro en juegos de beisbol y además de «Un Yankee en la corte del Rey Arturo», son numerosos sus ensayos y artículos sobre el juego de pelota.
Cuando Twain vivió en Bermuda, a menudo los diarios reflejaban su presencia en los juegos de béisbol.
Ernest Hemingway, en “El viejo y el Mar”, hizo del beisbol un personaje entrañable, a través de su fanatismo por Joe DiMaggio: “Desde hace varios días no sé los resultados de los juegos. No sé quién ganó, pero debo tener confianza en el gran Joe DiMaggio, él hace todas las cosas a la perfección”.
Usando al Yankee Clipper para darle dimensión a las nostalgias del protagonista: “Me gustaría ir de pesca con Joe DiMaggio… Fue pobre como nosotros, tal vez nos entendería».
El gran escritor Paul Auster nos ha contado en sus obras, lo que el beisbol ha sido para él: ”Me hice escritor cuando me di cuenta de que nunca sería jugador profesional de béisbol”.
Tremendo el impacto que fue para él, cuando tenía ocho años de edad y fanático como era del béisbol, se encontró de frente a Willie Mays. Emocionado le pidió un autógrafo, pero nadie tenía un bolígrafo, ni sus padres, ni los adultos que estaban ahí. Según Auster, las palabras de Mays quedaron intactas en su memoria: “Lo siento chico, si no tienes lápiz, no puedo firmarte un autógrafo».
En “El cuaderno rojo”, Auster confesó que siempre lleva un lápiz con él, desde aquella noche. En una conferencia en la Universidad Nacional de San Martin, reseñó La Nación de Argentina: “Sí, la historia que escribí en ese libro es cierta. Después de ser humillado a los 8 años, siempre me aseguré de llevar algo para escribir conmigo».
Sin dudas entre las líneas más hermosas que se han escrito del béisbol, las de Paul Auster tienen una dimensión especial.
En su novela publicada en 2010 “Blackade Billy”, el genio del suspenso Stephen King presentó una historia que si bien es ficción, podría ser la compilación de varias realidades en un solo personaje: “Me encanta el béisbol de la vieja escuela, y también me encanta la manera en que la gente que ha pasado una vida en el deporte habla sobre él. Traté de combinar esas cosas en una historia de suspenso”, comentó King para la presentación de la obra.
“Blockade Billy», pudo ser el mejor jugador de la historia, pero su nombre fue borrado de los registros por un pecado secreto, peor de lo que pueda usted imaginarse. Nada parecido a lo que hemos visto. Como la idea no es contarles el libro, los invito a que lo sumen a sus lecturas de cuarentena.
El béisbol es noticia desde sus primeros innings.
La primeras notas del nuevo pasatiempo aparecieron en los diarios de Nueva York en la década de 1860 y desde entonces no ha dejado de ser noticia, ni siquiera en estos días, gracias al mundo de la tecnología que ha permitido ver entrevistas e incluso la vida familiar de muchos jugadores, conversando desde sus casas, entre ellos y con periodistas.
Todos los portales especializados, escritores y canales deportivos, han apelado a la creatividad y echado mano de la historia, para no dejarnos tan huérfanos del bálsamo.
Hemos podido disfrutar de juegazos que ya vimos y otros que no, comprobando que los ayeres del béisbol son siempre emocionantes.
En estos días sin béisbol de Grandes Ligas hay que trasnocharse para ver los juegos de Corea del Sur y Taiwán, pero además de la dificultad del horario, hay cierta sensación de “premio consolidación” que le quita encanto.
Esta semana MLB presenta un plan, para evaluar entre todos los protagonistas, si es posible regresar en julio, ¡Amén!
Mientras tanto ¡qué vivan las letras!
“El béisbol es para las tardes de ocio de verano y para los sueños que nunca cambian”. Roger Kahn.
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