Julio de 1942. Aquel caluroso día de verano en la Francia ocupada unos setenta y cuatro mil judíos fueron detenidos y llevados a empellones al Vél’ d’Hiv’ en el 15° arrondissement de París. Allí fueron retenidos por largos días, sin alimentos y en las más precarias condiciones sanitarias. No había baños disponibles y se veían obligados a hacer sus necesidades en las esquinas del velódromo. Los vecinos de la zona cerraban las ventanas, tal era el hedor que inundaba el aire. Pasados unos días estos miles de judíos, en su inmensa mayoría de nacionalidad francesa, fueron enviados a otras ciudades del país y luego de allí transportados a esos campos de exterminio que los nazis habían instalado en la Europa del este. Muy pocos sobrevivieron. El «episodio» es recogido por la historia como uno de los actos más vergonzosos. Fueron oficiales y policías franceses al servicio del gobierno de Vichy quienes comandaron y ejecutaron aquella redada. Y fueron muchos los conciudadanos franceses quienes miraron hacia otro lado.
Narro esta página deplorable de hace ya muchos años como prólogo de lo que me asalta cada noche cuando el insomnio me impide poner en sedación mi angustia.
El mariscal Petain había sido el gran héroe de la Primera Guerra Mundial. Era extremadamente respetado y apreciado. Y sin embargo fue él quien aceptó la cohabitación con los nazis en la Francia ocupada. Usó todo tipo de convincentes artimañas y argumentos para acceder a aquel pacto inmoral que condujo a esa página de indecencia que fue el gobierno de Vichy. Por cierto, los jerarcas franceses de ese gobierno vivieron muy bien durante esos años.
Los nazis se aseguraron que no pasaran privaciones y gozaran de comodidades casi impensables en medio de la guerra. Incluso recibieron muchos de los bienes que les fueron incautados a los judíos y a otros grupos que también fueron víctimas de persecusiones. Y entretanto, el pueblo soportaba penurias.
Petain y otros voceros nacionales y regionales de aquel gobierno de Vichy tenían buena labia y no fueron pocos los franceses que compraron sus planteamientos y engañifas. No faltan aún hoy pretenden defender aquello. Pero Francia entendió luego de aquel monumental error ortográfico en su historia que una negociación que denigra a la República no es una negociación, es una transacción, es un negocio inmundo.
La dignidad no es una simple palabra almibarada presta para discursos y textos publicados en medios y redes. Para saber de ética y moral no es necesario tener elegantes estudios. Se trata al fin y al cabo de saber distinguir el bien y el mal y no creer que es posible y decente zambullirse en la mediocridad sin que ello tenga consecuencias nefastas. La mal llamada Mesa de Acuerdo Nacional tiene el mismo olor indigno e indecente de aquel obsceno gobierno de Vichy en la Francia ocupada. En aquel momento de la historia, no todos los franceses fueron dignos, decentes y morales. No es cierto que todos los venezolanos sean gente ética y de bien.
27 partidos han anunciado su negativa a participar en la farsa de elecciones que es un acuerdo entre los usurpadores (iguales a los nazis invasores) y la Mesa de Acuerdo Nacional (copia del gobierno de Vichy). El comunicado que anuncia la decisión aporta suficientes argumentos de peso. No voy a repetirlos en este espacio. Ahora falta que se explique con sencillez y claridad a la población la enorme diferencia que existe entre «no participación» y «abstención», conceptos que no son sinónimos, aunque algunos quieran decir que son lo mismo. Falta también que esa «no participación» se convierta en un poderoso hecho político, que vaya mucho más allá de un comunicado de cientos de palabras. Ya han empezado a publicarse los apoyos internacionales. Eso es necesario pero no basta.
Esto no se trata de elaborar sobre el día siguiente de lo que sería un proceso electoral ilegítimo, ilegal e inmoral. Se trata de liderar un proceso de «no participación» desde ya. Activo, no pasivo. El pueblo rebelándose. El pueblo gritando «cuando yo digo No, es No».
Petain y sus farsantes fueron juzgados y condenados por traición a la patria. Y aún hoy la sola mención de sus nombres produce repulsión en los franceses.
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