Pareciera que pasan muchas cosas. Casi todas malas. Pasto para pesimistas. En realidad, lo más grave, y agravándose, es lo contrario: que no pasa nada. Estábamos mal. Pero íbamos bien. Ahora estamos mal y, si no hay rectificación, vamos para peor.
Algunos atribuyen este estado miserable de cosas a la inercia. Así las cosas, creen algunos (tan equivocados) que es bueno que se haya alborotado el avispero. No entienden – o no quieren entender – que mucho peor que la inercia en la que sentíamos flotábamos es el retroceso que significa esta necia pelea de perros.
¿Quién gana en esta situación? A no confundirnos, nadie gana.
La oposición se debilita. Entra en una guerra de gruñidos, pública, que solo pone de bulto que son incapaces de, o persuadirse entre ellos, o de producir un nuevo planteamiento que satisfaga a todos. Y eso es no tener liderazgo. Están, claro está, a tiempo de rectificar, de parar este pleito pueril, de meterse en un cuarto con buena ventilación y buena luz y fajarse a discutir hasta que salga humo blanco. Y entonces, solo entonces, hablarle al país. Los insultos que se han intercambiado, créanme, poco importan. En Venezuela, de siempre, no de ahora, los políticos se han dicho barriga verde tripas azules y luego, como si nada, tres días después están compartiendo unas friitas.
Los individuos de la patuleca mesita y los picaos de alacrán se desvanecen. Pagan el costo de su propia mediocridad. Desesperados, trataron de pagársele como sanguijuelas a Capriles (el arrastradismo es ilimitado). Aunque han logrado colarse en el tarjetón electoral a punta de la apropiación indebida de símbolos (gracias a la fina cortesía del señor Moreno y de la señora Indira), su efectividad política es cada vez menor. Y por tanto su utilidad se convierte en hielo en el piso. Es de imaginarse que hicieron buen cálculo y ya tienen “vistillao” para donde se van a ir a un exilio, sin duda lujoso, pero exilio al fin. En Bulgaria hace mucho frío. Y el idioma es complicadísimo.
El señor de los bigotes sigue encerrado, y apoltronado, en su dorado estado de sitio. Pasando las tardes viendo Netflix y atapuzándose de manjares. Intercambiando por whatsapp con sus panas chistes ordinarios y chismes repetidos. Buchón, sí, con caletas de alta tecnología, pero sin que esos muchos dineros le sirvan. Porque para el proceso compra-venta es indispensable que alguien quiera venderle lo que él quiere comprar. No basta con tener fajos de billetes apilados en caletas. Los mercaderes no saben de amistades ni de cariños, saben de conveniencias. Pero ahí está. El estado de sitio no es para mantenerse en el poder. Es para negociar su ida a otros parajes. Con muchas garantías y sin alcabalas. No se piense que se quiere ir a la mustia Cuba o la desvencijada Nicaragua. Mucho ha viajado el hombre y su esposa. Saben dónde se vive bien y en dónde se pasa más trabajo que el perro de El Fugitivo. Y, ah, ya lo tiene claro. Tan linda Estambul y con fines de semana en Mudanya o los amaneceres paseando en globo en Capadocia. Tanto que le gusta el restaurant de Nusret Gökçe. O, quizás, la posibilidad de mudarse a la tan bella Capetown, con su escenario de acantilados. Y eso sin descontar la tan y tan hermosa y mágica Mumbai. Opciones hay. A cual mejor. El mundo no es chiquito como lo ven algunos. Y si no que se lo pregunten al de la PDVSA roja rojita que está dándose la buena vida allá en un palazzo.
Cuando Idi Amin Dada negoció su salida del poder, no escogió irse a ningún espacio precario. Nada de miserias. Su exilio fue en Yedda, a todo trapo, con su corte, sus sirvientes, sus esposas, sus hijos y sus mascotas. Sus anfitriones le garantizaron un retiro muy bien almohadado.
Así que ahí está, el señor de los bigotes, esperando que alguien le cuadre el asunto. La pandemia ha generado retraso. Pero también le ha venido bien. El sufrimiento conviene para que no suene mal lo que pide. Y ya luego harán una película sobre él.
¿Habrá elecciones? ¿De veras van a seguir adelante con esta mamarrachada? Puede ser que asidos del último informe de los académicos, se pospongan “por razones sanitarias” y no por la que debe ser la razón principal para una suspensión y no solo posposición: que estos comicios son un fraude, pura barbarie política. Pero, da lo mismo si las hay o si no. En lo que hay que trabajar es en que, ocurran o no, esas malparidas elecciones sean claramente, ante ojos nacionales e internacionales, una palabreja con errores ortográficos escrita en la arena de una playa que las olas barren. Y para eso no hay que consultar al pueblo, ni hacer un plebiscito ni cosa que se le parezca. Hay sí que tener y ejercer liderazgo político. Liderazgo de los políticos, no de los asesores, consultores o encuestólogos.
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