Publicado en: Prodavinci
Por: Mari Montes
El 3 de julio César Tovar habría cumplido 80 años, lo que nos sirve de perfecta excusa para recordar a uno de los mejores peloteros venezolanos de nuestra historia.
Cuando los caraquistas hacemos el inventario de nuestras estrellas más queridas, el nombre de César Tovar salta como él al terreno de juego, con alegría. Es una fija en cualquier line up histórico y además podemos ubicarlo en cualquier parte.
César podía hacerlo todo, a eso nos acostumbró.
Un deleite verlo jugar, siempre sorprendente. Embasado era una pesadilla, habilidoso e inteligente para salir al robo, desconcentraba a los lanzadores y provocaba errores en los tiros. Un jugador de intangibles que hacían la diferencia.
Con Víctor Davalillo hizo una de las mejores duplas que se han visto en nuestra pelota. El béisbol Caribe en su más pura esencia.
En 1967 recibió el único voto que impidió que Carl Yastrzemski, quien había ganado la Triple Corona de bateo, fuese el Jugador más valioso, por unanimidad. Tovar había sido indiscutiblemente la figura de los Mellizos de Minnesota y el periodista Max Nichols decidió favorecerlo, alegando que los Mellizos, que estuvieron a punto de trascender a playoffs, no habrían logrado esa actuación sin el caraqueño. Esto provocó un escándalo y malos ratos al cronista que no votó por “Yaz”.
Años más tarde, en una carta enviada por intermedio de su hija al periodista y productor de televisión venezolano Leonardo Aranguibel, repitió los argumentos que motivaron su voto. La carta fue publicada en el diario Tal Cual, con toda la anécdota.
«Jugó seis posiciones para los Mellizos y lo vi ganar juegos para ellos en las seis posiciones. Aportaba sin importar dónde lo pusieran, y para mí hizo un trabajo tremendo. Tovar fue mi elección y, si tuviera que hacerlo de nuevo, votaría por él nuevamente».
Entre las efemérides del 18 de mayo está una hazaña en pareja con Rod Carew, con quien hizo otra combinación extraordinaria. Ocurrió en 1969, cuando robaron cinco bases en el mismo inning, jugando contra los Tigres de Detroit. La humillación fue sin piedad, dos veces estafaron el home a Mickey Lolich, quien luego tomó venganza y le dio un bolazo a Tovar en la cabeza, se vaciaron las bancas, ganaron los Mellizos.
Era un jugador que hacía lo que fuera para embasarse. Por su estilo en el home y los lanzamientos que veía, recibía pelotazos y los propiciaba, por eso cuando alguien se aparta de un pitcheo pegado, siempre aparece quien lo recuerda:
«¡Déjatela pegar, esa se la habría dejado pegar César Tovar!»
En doce temporadas en las Grandes Ligas, acumuló 88 pelotazos.
Era un bateador de contacto, “una regadera”, como describe el argot béisbolero. Fue el primer venezolano con 200 hits en una temporada en las Mayores y el primero que jugó las nueve posiciones en las Grandes Ligas, apenas el segundo que lo hizo en toda la historia, detrás de otro latino, Dagoberto Campaneris. La inusual proeza de César sucedió el 22 de septiembre de 1968, efeméride que cada año se recuerda con justicia. No de gratis fue uno de los jugadores favoritos de Billy Martin.
Otra de sus hazañas más recordadas ocurrió el 19 de septiembre de 1972, cuando bateó la escalera contra los Rangers de Texas.
Comparte con Eddie Milner el récord de sabotear cinco no-hitters: el 30 de abril de 1967 le arruinó el NoNo a Barry Moore, el 25 de mayo de 1969 la víctima fue Dave McNally, luego repitió la dosis a otro de los Orioles, Mike Cuéllar, el 10 de agosto de ese mismo año, lo hizo de nuevo el 13 de agosto de 1970 a Dick Bosman y el último juego estropeado por él ocurrió el 31 de mayo de 1973 ante “Catfish” Hunter.
Su historia en las Grandes Ligas transcurrió con los Mellizos de Minnesota (1965-1972), Fillis de Filadelfia (1973), Rangers de Texas (1974-75), Atléticos de Oakland (1975-76) y por último los Yankees de Nueva York (1976). Fue el primer venezolano en la nómina del Bronx.
Era especial, llegaba al Universitario saludando a todo el que encontraba a su paso. Firmaba barajitas y pelotas, atendía a los niños, entraba al club house, se ponía su uniforme de súper héroe y más tarde estaba dando un hit, o dos o tres… En su cuenta definitiva en la Liga Venezolana de Béisbol Profesional, dejó 1254 hits.
Ser una estrella era otra razón para compartir con sus fanáticos, no importaba su estatus, jugaba en “caimaneras” y se divertía. El compromiso era el mismo: ganar.
La historia de cómo llego César Tovar a las Grandes Ligas era de las favoritas de mi papá.
«Lo único que heredó César de su papá fue un guante y los genes para jugar pelota. Francisco Pérez, se llamaba, había jugado béisbol amateur con el ‘Chico’ Carrasquel».
Desde niño jugó pelota en las calles de El Valle, así comenzó a desarrollar su talento y habilidades. Llegó a la adolescencia “curtido” con la experiencia de la pelota callejera.
En enero 1959, el scout Gabe Paul fue a Caracas con la idea de firmar a Gustavo Gil, entonces un prometedor infielder de grandes cualidades. El caza talentos terminó reclutando a los dos, aunque a Tovar no le dieron un centavo por su firma. Así comenzó la historia del hijo de Justina Tovar.
Hablar de César Tovar con Jesús Alejandro Lezama es conmovedor. Él que los ha visto a todos desde 1944, se extiende enumerando sus virtudes en el terreno y como amigo, y siempre se niega a revelar el origen del mote “Pepa ’e burra”, pregunta que me cansé de hacer al no tener repuesta. Cada vez que quise saber, todos cambiaron de tema, incluido mi papá. Hace poco me confesó Lezama:
«A César no le gustaba que le dijeran así».
Finalmente me contaron el porqué del sobrenombre. Desde entonces me sumé a los guardianes del “secreto”.
César Tovar se fue temprano, el 14 de julio de 1994. Un cáncer de páncreas lo sacó del juego, pero él estará por siempre en todas las alineaciones, con un hit en la punta del bate y dispuesto a hacerlo todo.
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