Publicado en: Voz Pópuli
Por: Karina Sainz Borgo
Son las nueve de una mañana fría. En la calle Alcalá apenas hay tráfico y un cielo cenizo amenaza con lluvia. Mónica Montañés llega sonriente. No hay mascarilla que esconda su buen humor, su alegría de vivir y su inteligencia. La escritora venezolana, que desde hace tres años vive en Madrid, celebra por partida doble: se cumplen 25 años de su aclamado monólogo teatral ‘El aplauso va por dentro’ y acaba de publicar con Ekaré ‘Los distintos’, una historia que ocurre entre la España de la posguerra y la Venezuela de los años cincuenta. Un viaje de ida y vuelta.
Escrito por Montañés e ilustrado por Eva Sánchez, ‘Los distintos’ cuenta la historia de Paquito y Socorro: dos niños que viven en España durante la guerra civil. Son muy distintos entre ellos (él siempre tiene hambre, ella ni siquiera prueba bocado), pero sobre todo muy distintos a los demás. En este relato escrito a dos voces, cada uno relata el fin de la guerra y la aventura que significó para ellos comenzar de nuevo en otro lugar: una Caracas siempre iluminada que reproduce a la que llegó su familia, allá por 1947. Más de medio siglo después, Montañés cruzó el Atlántico, en dirección contraria.
Como la Valeria de ‘El aplauso va por dentro’, esa mujer que va al gimnasio por primera vez el día que cumple 50 años, Montañés siente y escribe intensamente y así lo ha demostrado tanto en su dramaturgia como en sus guiones. En ‘Los distintos’ se vuelca en la inmigración, las estrecheces y las condiciones que transforman la vida de quienes deben abandonar su país empujados por las circunstancias. La mirada infantil y la clara metáfora del hambre como la avidez de aquello que se desea o se añora jalona la historia.
Sobre ‘Los distintos’, que ha sido seleccionado por la Biblioteca Pública de Nueva York entre los mejores libros ilustrados, así como de su carrera como dramaturga, guionista de ficciones televisivas, periodista y creadora habla Mónica Montañés en esta entrevista concedida a Vozpopuli.
«La vida te puede cambiar de pronto y sin avisar. Lo sé porque a mí me ha ocurrido», escribe en ‘Los distintos’. ¿Cómo ha cambiado la vida de Mónica Montañés desde su llegada a España hace ya tres años?
Mi vida ha cambiado muchísimo. Me vine en diciembre del 2017, por 14 días, solo a pasar las navidades aquí en Madrid. Tenía pasaje de regreso a Venezuela para el 4 de enero y no me fui. Me dio miedo regresar a mi país. Me traje solo lo que me cupo en la única maleta que me permitía la aerolínea y entre las cosas que no pude traerme estaban las certezas. Tuve que aprender a vivir así: sin certezas ni planes de futuro. También he tenido que aprender a ser una desconocida, luego de haber sido una persona muy famosa allá. Y todo esto a los 50 años, una edad en la que se supone que te toca recoger lo que has sembrado. Empezar de nuevo -que no de cero- a esta edad es complejo. Pero no me quejo, aquí he recuperado la tranquilidad, para mí y para mis hijos. Poder vivir tranquilo, incluso en la pandemia, es algo que no tiene precio.
Los distintos se publica en un momento anímicamente difícil, en medio de una pandemia y una hecatombe económica. Es una historia familiar, la de su padre y su tía. ¿El viaje suyo hasta aquí es el reverso del que hizo su familia en 1947?
Es exactamente eso. A los pocos meses de haber llegado aquí me di cuenta de que todo lo que yo estaba viviendo se parecía mucho a lo que vivió mi abuela Amparo hace 70 años. Ella también salió de España con su madre y sus dos hijos y lo que le cupo en un baúl. Sentí que estaba haciendo su mismo viaje, pero a la inversa. Hay diferencias, claro, a ella la esperaba mi abuelo allá. A mí en España no me esperaba nadie. Y mi abuela no sabía ni dónde quedaba Venezuela. Lo tuvo que buscar en el mapamundi. Yo sí había venido muchas veces a España, viví incluso aquí de pequeña dos años, y es un país que me encanta. Pero las dos tuvimos que emigrar con la familia dependiendo de nosotras, en circunstancias muy parecidas y darme cuenta de eso, saber que ella logró sobrevivir, me dio mucha fuerza. Todo lo que he escrito en estos tres años trata sobre ese tema: historias mínimas de mujeres cuyas vidas han sido atravesadas por la migración.
Cuenta Socorro, su protagonista, que poco a poco fue adaptándose a vivir en Venezuela y a ser extranjera. ¿Le ocurrió lo mismo a la Mónica Montañés que llegó a Madrid?
Me ha ocurrido algo muy parecido, sí. Y al igual que Socorro y Paco, los niños que protagonizan mi libro ‘Los distintos’ se adaptaron a Venezuela y agradecieron la acogida que les brindó el país y su gente, el hecho de poder sentirse allí tranquilos, así mismo estamos mis hijos y yo aquí, disfrutando, agradeciendo y valorando el poder sentirnos aquí tranquilos. Y no solo la tranquilidad. Son muchas cosas que la gente da por sentadas: que tengas luz y agua siempre, que haya comida en los supermercados, medicamentos en las farmacias, seguridad en las calles… Son cosas que la gente aquí considera normales, pero nosotros venimos de un país donde dejaron de serlo. Mis personajes celebran la comida no racionada en la Caracas de los años 40, como nosotros celebramos estas cosas incluso en la Madrid del 2020.
¿Fue al terminar de escribir esta historia cuando decidió marcharse de su ciudad?
Coincidió, sí. Pero a mí, tomar la decisión de marcharme de mi país me costó muchos años. Me tuvieron que pasar muchas cosas. Hay gente a la que no le gusta su vida y supongo que les cuesta menos dejarla. A mí mi vida me gustaba mucho, mi casa, mi trabajo, mis amistades. Pero primero asesinaron a la mejor amiga de mi hija, recién saliendo del bachillerato. Le quisieron robar el móvil o llevársela secuestrada, no se supo bien, la chica opuso resistencia y la mataron. Ese día, intentando consolar a mi hija, empecé a irme de mi país. Y te estoy hablando del 2010. Soy lenta para tomar este tipo de decisiones. Luego secuestraron al padre de mi hijo menor. Después comenzó a escasear la comida y vino esa inflación alucinante.
El sueldo que yo ganaba se convirtió en nada. Finalmente cerró la empresa en la que yo trabajaba y lo último fue el asesinato de una mujer que paseaba a su perro en el mismo parque al que iba yo con mi perro. Nos acabábamos de despedir, intentaron secuestrarla y la mataron a ella y a su perro. Me llegó la foto por el grupo de WhatsApp. Pude haber sido yo. Conservo esa fotografía por si algún día se me olvida por qué me fui. Ahora me parece increíble, casi mágico, que yo haya escrito la historia de “Los distintos” en 2016, estando en Venezuela, y salga el libro editado aquí en España en el 2020, en el país al que me vine.
«Tenía pasaje de regreso a Venezuela para el 4 de enero y no me fui. Me dio miedo regresar a mi país»
¿Por qué el hambre es tan importante en este relato? ¿Lo es en el resto de sus textos?
El hambre es tan importante en ‘Los distintos’ porque lo era en las historias que me contaban mi padre y mi tía sobre cuando les tocó vivir la Guerra civil y sobre todo la posguerra. Ellos eran muy distintos entre sí y sus recuerdos también lo eran. Sin embargo, mi padre hablaba siempre del hambre que había pasado porque era un niño que tenía mucho apetito y todos sus cuentos de pequeño tenían que ver con la comida, o con la falta de ella.
En cambio, mi tía de pequeña no tenía hambre nunca y sus recuerdos eran de mi pobre abuela luchando para que la niña comiera lo que a ella tanto le costaba conseguir. Yo los escuchaba fascinada, pero no los entendí realmente hasta que la comida comenzó a escasear en Venezuela y los precios se fueron por las nubes. El hambre, real o temida, la angustia que puedes llegar a sentir por no poder alimentar bien a tus hijos, es algo que solo comprendes cuando lo vives. Yo me pasaba el día en las enormes colas frente a los súper, no hablaba sino de eso, no pensaba en otra cosa. Y, siendo escritora, el hambre se metió hasta en mis textos, claro.
¿Por qué y para qué escribe Mónica Montañés?
Yo escribo porque es lo que más me gusta hacer, porque lo necesito. Si no escribiera creo que me volvería loca, o se me notaría más la locura. Y para intentar plasmar lo que veo, lo que vivo. Lo que me interesa. También hay una necesidad de utopía, una búsqueda de entender, de entenderme. De ser espejo.
Hace 25 años publicó ‘El aplauso va por dentro’, un monologo teatral que marcó un hito en su carrera y en la literatura venezolana. Cumplir 40 ya no es el trauma que representaba para la protagonista de aquella obra ¿Qué otra tragedia ha sustituido a esa?
La inmigración. Si reescribiera esa obra ahorita se llamaría ‘El aplauso va en la maleta’. Creo, como decía Edward Said, que esta es la época del inmigrante, nunca en la historia de la humanidad ha habido tantos millones de personas viéndose forzadas a emigrar. Es un drama brutal que marca nuestra contemporaneidad, que nos confronta a diario como especie y que creo que estamos muy lejos de solucionar.
Cumplió años hace apenas unos días. ¿Qué diferencia a la Mónica Montañés que abandonó Venezuela de la que cumple ya tres años en Madrid?
Creo que la mayor diferencia es que ahora abrazo mi vulnerabilidad. No tengo certezas -no soy la única, lo sé- pero siento que no es un mal estado para crear. Y, según celebran mis hijos, estoy mucho más tranquila, más serena. La madre con la que salieron de Venezuela estaba muy angustiada todo el tiempo. Con esta disfrutan mucho más.
«Creo que prefiero enfrentarme al susto de la hoja en blanco, que reescribir un libro mío»
¿Qué libro suyo o ajeno reescribiría por completo?
Qué buena pregunta. Pues no lo sé. Creo que prefiero enfrentarme al susto de la hoja en blanco, que reescribir un libro mío. Y si es ajeno ni me atrevería a cambiarle una coma. Respeto mucho el trabajo de los demás escritores. Hasta el de los que no me gustan. Estoy disfrutando esto de empezar de nuevo y, si mi vida dio un vuelco de 180 grados, creo que lo lógico, lo sabroso, es que a mi trabajo le ocurra lo mismo.
¿Qué echa de menos de los escenarios y los estudios de televisión? ¿Cuál ha sido su mayor aprendizaje en España?
Echo mucho de menos el estar sobre un escenario, que mis personajes lo estén. Y en una pantalla también. Son lugares a los que siento que pertenezco. Donde soy yo. Pero por suerte hice un máster que me encantó, el de la Escuela Sur, en el que aprendí muchísimo. Aquí he aprendido a enfrentar mi trabajo desde lugares muy distintos. Le he perdido el miedo a perderme, a equivocarme. Ahora valoro las cosas más pequeñas.
Emigrar te enseña que hay muchas cosas que creías indispensables que en realidad no necesitas. También es un ejercicio de humildad muy duro. Tan duro como maravilloso. Importante.
¿El feminismo de su hija, el suyo y el de su madre se parecen? ¿Qué tienen en común?
Ese es un temazo. Todo mi trabajo ha tratado siempre sobre la mujer, buscando señalar las injusticias que hemos vivido y seguimos viviendo las mujeres. Y soy hija de una mujer que me decía “estudia, hija, estudia para que cuando seas grande te puedas divorciar” jajaja Y mi hija jugaba con sus muñecas diciendo los parlamentos de mis personajes. Sin embargo, las tres somos muy distintas. Mi madre mucho más conservadora, lógico, tiene 87 años. Yo luché mucho por ganar el mismo sueldo que mis colegas hombres, por ejemplo, por la igualdad de género. Pero mi hija es otro nivel. Cuando se toca el tema en la mesa mi hijo varón tiembla porque terminamos peleando por cosas que yo veo normales y que a mi hija la enfurecen. La más feminista radical es ella. Pero podríamos decir que es una casa feminista, cada una en su estilo. Cada una fue abriendo caminos a la siguiente y entre todas criamos a mi hijo varón que es feminista también. Un tío cojonudo, la verdad.
¿Ya tiene una idea de cómo son los españoles?
Pues creo que sí. Soy hija y nieta de españoles. Y, como te decía, viví aquí en los 70s. Pero ahora, en estos tres años aquí, creo que estoy entendiendo como nunca a mi familia. Este es un país que me gusta mucho, quizá más de lo que les gusta a muchos españoles.