Con esa frase una gitana de la bellísima Andalucía le vaticinaba el futuro inmediato a un salvaje soldado que llegaba a destrozarle sus pocas pertenencias.
La violencia nunca es buena. Porque se basa en la imposición por la fuerza de la voluntad. En democracia, se trata de llegar al poder, pacíficamente, y de saber abandonarlo, pacíficamente. Porque la democracia no se trata de poder sino, antes bien, de autoridad.
Uno de los costos más altos que habremos de pagar los seres humanos de estos tiempos es el haber bajado el límite de la tolerancia. Somos hoy más proclives a excesos y arrebatos. Basta un «quítame esa pajita» para que perdamos los estribos. Y los humanos, en ataque de furia, decimos y hacemos cosas terribles, para luego llegar al punto de no retorno.
Las palabras hacen caminos. Pero también los destruyen. No se trata de perdón o de olvido. Es asunto de comportarnos como seres civilizados. De no perder la compostura. De no derramar sobre el piso lo que luego será imposible recoger.
Hay pleitos que definen el futuro. Que escriben las páginas de lo posible y lo imposible. Haremos bien en evitar decir o hacer cosas imperdonables e inolvidables.
«Mal rayo te parta», le dijo la gitana al soldado.