Tantas pérdidas – Marta de la Vega

Publicado en: Tal Cual

Por: Marta de la Vega

A Béatrice C. de la Noue.

In memoriam.

 

El concepto de pérdida alude a dejar de tener algo con lo que se contaba, ya sea desde el punto de vista social, económico o político, ya sea desde el punto de vista personal. Se trata de un proceso, es decir, de la acción de ir hacia adelante, que es compleja porque involucra simultáneamente muchos aspectos. Desplegados en varios momentos, el sentimiento y el hecho de la pérdida engloban la conciencia y la confrontación que sufrimos ante lo perdido. En su fase final, implica resolver una situación, recuperar la esperanza, reconducir la vida.

La pérdida es una experiencia emocional dolorosa, que es natural por el valor significativo de lo que se ha perdido. Comporta no solo expresar la desazón o tristeza por el hueco o vacío que deja la pérdida, sino movilizar el ánimo, el impulso vital, para que logremos –nunca solos sino en un entorno propicio, con los que nos son cercanos, es decir, socialmente– identificar cuáles serían los recursos y diferentes estrategias de afrontamiento a fin de alcanzar la resolución y la restauración del equilibrio.

 Es un camino tortuoso, donde es normal sentirnos perdidos, porque las certezas sobre    las cuales se sostenía nuestro andar, que sustentaban la vida cotidiana, nuestros principios, creencias y convicciones, se tambalean.

Se trata de una crisis que provoca un efecto devastador, pero también se convierte en un motor de crecimiento, de desarrollo humano, social, personal. Se trata de dirigir la energía no solo hacia la vivencia, mediante el llanto y la desazón, del bien perdido, sea de alguien o de un afecto o de un patrimonio, sino hacia la reconstrucción, para que se afiance la vida y se afirme la esperanza.

Venezuela es, de los países sin guerra, el que más pérdidas ha aguantado en los últimos 20 años y el que con mayor persistencia ha resistido su destrucción, llevada a cabo por un proyecto inicuo de vocación totalitaria, convertido hoy en un conglomerado criminal y mafioso de alcance geopolítico mundial.

 En vez de Estado, se trata de una camarilla militar civil que domina el país y, con su poder, controla las instituciones.

 En vez de gobierno, se trata de una banda de delincuentes que ha tomado por asalto las estructuras de la sociedad, que ha desbaratado la economía, que ha roto la convivencia pacífica y civilista, que ha destruido la educación, hecho colapsar los servicios públicos y el sistema nacional de salud, que ha humillado con la indigencia forzada a profesores y maestros, que ha envilecido con sus dádivas clientelares a una población indefensa y desasistida.

Aferrados al poder, el chavismo continuado por Maduro y su cúpula partidista, han prostituido el territorio nacional, han entregado a cambio de total impunidad las riquezas y recursos naturales del país a grupos terroristas, delincuentes y fuerzas de ocupación extranjeros que sustentan al régimen ilegítimo, como Cuba, Rusia, Irán, China y Turquía, para nombrar a los principales.

Vimos el 6 de enero de 2021 un hecho de graves consecuencias para la democracia no solo estadounidense, si no se establecen debidamente las responsabilidades civiles, penales y políticas a las que haya lugar, con la invasión de una turba de gente que violentó la sede del Capitolio en Washington, D.C..

Mientras los integrantes de las dos cámaras sesionaban, presididos por el vicepresidente del gobierno saliente, Mike Pence, para ratificar la totalidad de los votos ya certificados por los colegios electorales que dieron la victoria a Joe Biden como próximo presidente y a Kamala Harris como vicepresidente, el caos y la violencia se apoderaron del lugar. Un grupo agresivo pretendió impedir la realización del acto constitucional.

 A la vez, un video que circuló por las redes sociales mostraba al presidente saliente, rodeado de sus hijos y cercanos colaboradores, cual Nerón fascinado por el incendio de Roma que él mismo había provocado, con la mirada atenta a los hechos transmitidos por tres pantallas de televisión.

 Impacta el contraste entre las pérdidas que ha sufrido la institucionalidad venezolana y la solidez de una república civil y democrática.

 Se puso en evidencia unos días después en la carta firmada por el Estado Mayor Conjunto con los militares de más alto rango de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, ante las “acciones incompatibles con el Estado de derecho” que presenció el mundo:

“El pueblo estadounidense ha confiado en las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos para protegerlos a ellos y a la Constitución durante casi 250 años”. Y reiteran: “obedeceremos las órdenes legales de los líderes civiles, apoyaremos a las autoridades civiles para proteger vidas y propiedades, garantizaremos la seguridad pública de acuerdo con la ley y permaneceremos plenamente comprometidos con la protección y defensa de la Constitución de los Estados Unidos, contra todos los enemigos, extranjeros y domésticos”.

Porque, como los obligan los valores e ideales de la nación:

 “Apoyamos y defendemos la Constitución. Cualquier acto que altere el proceso constitucional no solo va en contra de nuestras tradiciones, valores y juramento, va en contra de la ley.”

Estas citas bastan como ejemplo para calibrar la magnitud de la tarea para las fuerzas democráticas venezolanas a fin de superar tantas pérdidas, recuperar la república civil y el Estado de derecho.

 

 

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