Publicado en: Prodavinci
Por: Mari Montes
“No pueden decir ahora que un hombre gay no puede jugar en las Grandes Ligas, porque yo soy un hombre gay y lo logré”.
La afirmación es de Glenn Burke, publicada en The Philadelphia Inquirer. Burke pasó a la historia como el primer beisbolista de las Mayores que se declaró gay, después de retirarse como jugador activo.
Fue al final de su paso por las ligas menores cuando asumió que era gay. Decidió guardar silencio y convertirse en un jugador tan bueno que no pudieran hacer otra cosa que aceptarlo: “Seguí diciendo: ‘Siempre que batee .300 y haga lo que tengo que hacer, no podrán decir nada’”, le dijo a The Washington Post, en 1994.
Glenn Burke vio acción con los Dodgers de Los Ángeles durante tres temporadas, entre 1976 y 1978, hasta que fue cambiado a los Atléticos, donde jugó su último año. Su nombre será recordado en estos días de actividades del Orgullo LGBTQ+ en la Gran Carpa. Los Atléticos de Oakland le han dedicado un día, el 11 de junio, en el que reciben a los Royals de Kansas City. Cambiaron el nombre “Noche del Orgullo” a “La noche del Orgullo de Glenn Burke”. El presidente de la divisa, Dave Kaval, explicó el motivo a través de un comunicado:
“Glenn Burke fue un pionero, y estamos emocionados y honrados por reconocer su legado e impacto en el béisbol al nombrar nuestra ‘Noche del Orgullo’ en su honor. ‘La Noche del Orgullo de Glenn Burke’ seguirá siendo un momento de celebración e inclusión en nuestro estadio”.
Tal vez sobre Glenn Burke no se ha escrito lo suficiente para dar a conocer lo que tuvo que soportar en silencio, por haber jugado béisbol en un tiempo en el que ser gay era un tabú, motivo de vergüenza y discriminación. Era así en la mayoría de los ámbitos de la sociedad, en especial en los deportes, en el béisbol, “un mundo de hombres”.
En su libro Singled Out, la verdadera historia de Glenn Burke, Andreu Maraniss cuenta este episodio:
“En un viaje a Houston en 1977, Dusty Baker invitó a su compañero Glenn Burke a almorzar en la casa de un amigo. Cuando el grupo se sentó a comer, Glenn se excusó para ir al baño. Una de las mejores amigas de la esposa de Baker, una lesbiana, se volvió hacia él y preguntó.
—¿Hay gays en el béisbol?
—No, que yo sepa
—¿Tienes alguno en tu equipo?
—Si no hay ninguno en el béisbol que yo sepa, ¿cómo va a haber alguno en mi equipo?
—Ese chico en el baño es gay —dijo la amiga con total naturalidad.
—¡No sabes de lo que estás hablando!
—Sí, sí sé —insistió.
Baker recordó una conversación similar, cuando una mujer en Los Ángeles vio una foto de Glenn en el periódico y le dijo que pensaba que era gay.
Cuanto más pensaba Baker en ello, más sumaba recuerdos de episodios. Cuando el equipo regresaba a Los Ángeles, a altas horas de la noche después de los viajes por carretera, Glenn siempre decía que tenía un amigo que lo recogía. Caminaba hasta el final de la terminal del aeropuerto y nunca dejaba que un compañero de equipo lo llevara a casa”.
El testimonio de Dusty Baker, amigo y compañero de Burke, nos permite imaginar lo difícil que debió ser para el pelotero tener una vida clandestina. Un día se supo todo. Sigue contando Maraniss:
“En retrospectiva, las señales eran obvias. Pero la noción de un compañero de equipo gay fue inicialmente incomprensible para la mayoría de los Dodgers. Los hombres homosexuales, creían, simplemente no jugaban béisbol en las Grandes Ligas. Pero a medida que los Dodgers se acercaban al título de la Liga Nacional en 1977, los muchachos comenzaron a descubrir el secreto de Glenn Burke. El segunda base, Davey Lopes, recordó haber oído hablar de ello a otro jugador durante la cena. ‘Se me cayó el tenedor de la boca’, recuerda. ‘Le dije que no debería estar diciendo cosas así a menos que estuviera cien por ciento seguro. Un rumor como ese podría acabar con la carrera de un chico’. Él dijo: ‘Davey, te lo digo, Glenn es gay’… Él era una parte integral del equipo, en lo que a mí respecta. Añadió mucho a la química la forma en que podía hacerte reír”.
Burke vivía una doble vida que no era fácil sostener. Era el alma del dogout y de las fiestas, un bailarín con quien todas querían compartir. Siempre se iba solo. Según Maraniss, “sabía de otros jugadores homosexuales en las Grandes Ligas, hombres que se casaron con mujeres, formaron familias y vivieron vidas miserables, sin querer arriesgar su reputación y carreras siendo honestos con ellos mismos. Burke nunca había estado dispuesto a negar su sexualidad hasta ese punto. Sí, intentaría mantenerlo en secreto, pero aun así iba a salir a divertirse y buscar relaciones, como cualquier otro Dodger”.
Aunque tomaba precauciones para no ser descubierto, fue imposible. Llegó a decir que sentía que lo seguían. El libro recoge este testimonio de Dusty Baker:
“En aquellos días, sabíamos con certeza que nos seguían cuando salíamos porque había rumores sobre tipos que consumían drogas. Hubo momentos en los que Tommy (Lasorda) entraba al clubhouse y me decía: ‘Escuché que estabas en el Red Onion’ (un popular restaurante mexicano con un alegre bar). Entonces, si me estaban siguiendo a mí, estaban siguiendo a Glenn”.
Baker y Glenn fueron los primeros compañeros que celebraron un cuadrangular “chocando los 5”. La anécdota la cuenta Dusty Baker, recordando que estaba llegando al home y encontró a Burke con la mano levantada, y su reacción fue darle una palmada. En varias reseñas, artículos y semblanzas está el gesto, además de la fotografía.
En su relato, Maraniss asegura:
“Burke complicó la situación aún más al hacerse amigo de otro joven gay asociado al equipo: el hijo de Tommy Lasorda (…). La mayoría de los jugadores asumió que Spunky era gay, pero por deferencia con el mánager nunca le dieron importancia. Lasorda Sr., por su parte, mantuvo una buena relación con su hijo durante toda su vida y, según todos los informes, fue un vínculo amoroso. Pero Lasorda nunca reconoció la sexualidad de su hijo. Cuando el periodista Peter Richmond le preguntó al respecto para un artículo en la revista GQ, lo negó con vehemencia. Cuando Spunky murió de SIDA en 1991, Lasorda se negó a reconocer públicamente que la enfermedad era la causa de la muerte, e insistió en que su hijo había fallecido por neumonía.
Glenn admiró el talento de Spunky por la moda y le pidió que le confeccionara sus trajes. Disfrutaron visitando clubes de Los Ángeles juntos, desarrollando una relación cercana y despreocupada, que Burke describió más tarde como de dos ‘hermanos’. Se desconoce si fueron más que amigos. A Burke se le preguntó al respecto en numerosas ocasiones, después de sus días como jugador, y siempre sostuvo que no era asunto de nadie. Algunos amigos y compañeros afirman que Burke les dijo que no estaba interesado en alguien tan ‘extravagante como Spunky’”.
Según Maraniss, “Glenn Burke tenía que ser reservado en un entorno tan homofóbico como las Grandes Ligas, en aquel momento. ‘Sí, los compañeros de Burke hicieron bromas con insultos que Glenn decidió ignorar. Pero a menudo lo hacían mientras caminaban desnudos en el clubhouse. Los hombres se duchaban juntos, se vestían y desvestían en espacios reducidos. Se daban palmadas en el trasero, se abrazaban después de los jonrones, compartían habitaciones y salían juntos casi todas las noches. Se rieron, lloraron, pelearon y se unieron en largos vuelos. Todo esto, desnudez y emoción, se consideró aceptable debido a la suposición tácita de que eran heterosexuales. La dinámica cambió a medida que comenzaron a extenderse los rumores sobre Burke. Empezaron a usar toallas con más frecuencia e hicieron bromas ofensivas como: ‘No te inclines en la ducha. Aquí viene Glenn’”. Y sigue:
“Aun así, a pesar de toda la resistencia a un compañero de equipo gay, nadie confrontó directamente a Glenn al respecto. Gran parte del tono lo marcó la reacción de líderes como Lopes y Baker. Dusty Baker vio mucho de él más joven en Burke; ambos eran de California, a los dos les encantaba el baloncesto, la música, la ropa bonita y la risa. Él consideraba que era su responsabilidad cuidar a los jóvenes jugadores afroamericanos del equipo, tal como lo había hecho el legendario pelotero Henry Aaron, cuando él era novato en Atlanta”.
Según el portal The Legacy Project:
“El gerente general de Los Dodgers, Al Campanis, se ofreció a pagarle una lujosa luna de miel, si se casaba con una mujer (Burke se negó). Con las tensiones crecientes en el clubhouse, fue cambiado a Oakland, donde jugó poco y tuvo que soportar que el manager Billy Martin se refiriera a él como un ‘maricón’ frente a sus compañeros de equipo. Incapaz de hacerle frente por más tiempo, abandonó el béisbol. A la edad de 27 años, su sueño de ser un jugador de las Grandes Ligas terminó, después de solo 4 temporadas. De esta experiencia escribió más tarde: ‘El prejuicio me sacó del béisbol antes de lo debido. Pero no estaba cambiando’. Los años que siguieron a la salida prematura de Burke del deporte, plagados de problemas de drogas, falta de vivienda y condenas penales, marcaron una amarga caída en desgracia. En 1982, cuando su homosexualidad se hizo pública en el famoso artículo de Inside Sports, ganó 2 medallas en pista en los primeros Gay Games. Burke murió de complicaciones del VIH en 1995, a la edad de 42 años”.
Sus últimos días transcurrieron junto a su hermana Lutha, quien se dedicó a atenderlo con esmero. Según cuenta Maraniss, Glenn nunca perdió el sentido del humor y la afición por los deliciosos platillos que ella le preparaba. El capítulo que ha dedicado a su final es enternecedor, conmueve. Un libro que le da dimensión a un hombre que debió esconderse, pero que nunca estuvo dispuesto a fingir quien no era. Es un libro que debe estar en la biblioteca de los fanáticos del béisbol y de las buenas historias.
En un interesante documental de NBC/Comcast/Universal, titulado Out. The Glenn Burke History, escrito por Ted Griggs, David Koppett y Sean Madison, surge la pregunta de cuánto la homofobia contribuyó al declive de la carrera de Burke en el béisbol.
Entre las ceremonias del Juego de las Estrellas de 2014, Glenn Burke fue homenajeado como “pionero” de la comunidad gay en los Estados Unidos. Su hermana Lutha hizo el lanzamiento inaugural. “Glenn tenía una historia que contar. Estoy muy feliz porque [la MLB] está honrando a Glenn. Estoy muy orgullosa de que hayan dado un paso al frente”.
MLB, y varios equipos incorporaron los colores de la comunidad LGBTQ+ en sus logotipos, como parte de las actividades de este mes que buscan enfatizar la necesidad de aceptar y respetar a las personas, sin que su orientación sexual sea un motivo de discriminación. Para eso está en la vicepresidencia de Responsabilidad Social e Inclusión el ex jugador Billy Bean, quien adelanta una labor que es preciso resaltar y apoyar. Vencer los prejuicios toma tiempo, así que había que empezar.
En todos los clubhouses y salas de prensa de los estadios de todo el béisbol dice claramente en español y en inglés:
“Compromiso de MLB: Las Grandes Ligas del Béisbol tienen el compromiso de garantizar que todas las personas que trabajan en las Grandes Ligas y en torno a sus actividades sean tratadas por igual, con dignidad y respeto, independientemente de su raza, color, credo, nacionalidad o ciudadanía, ascendencia, religión, género, orientación sexual, identidad de género real o percibida, discapacidad física o mental, edad o cualquier otra característica protegida por las leyes federales, estatales o locales, aplicables.
El acoso y la discriminación no tienen lugar dentro de las Grandes Ligas: debemos trabajar juntos para construir un campo de juego parejo para todos los que participan en nuestro querido juego.”
Hace unos días, conversé con el inicialista venezolano Jesús Aguilar, quien fue amonestado en 2018 por usar la palabra “maricón” en un reclamo a Manny Machado, quien entró con agresividad en primera base. El juego de playoffs entre Dodgers y Cerveceros se transmitió por televisión, de costa a costa en los Estados Unidos, y se escuchó claramente la ofensa. Me contó Aguilar que la conversación con Billy Bean fue muy nutritiva para él. Fue orientador, le hizo ver lo que significa el trabajo que se está haciendo para crear consciencia sobre lo importante que es propiciar un ambiente libre de discriminación, y educar sobre este tema, que era tabú hasta hace muy poco. Admitió su falta, producto de la costumbre de usar esas expresiones sin pensar en el impacto que tienen, y la responsabilidad que deben asumir como figuras del deporte. Tuvo que pagar una multa, que para él es lo menos destacable del episodio. Ahora es multiplicador del mensaje de inclusión y respeto. Un error que se convirtió en una gran lección que lo hizo crecer como persona.
Se trata de ser mejores, es un compromiso.
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