Todavía espero que alguien, quién sea, me dé un argumento de peso para que, a estas alturas, no tengan claro los liderazgos de la (verdadera) oposición que tienen que hacer lo que un autor de novelitas de vaqueros -Marcial Lafuente Estefanía- llamaba «un pacto de honor». No quiero una explicación que comience por un «es que…». O por una letanía de «fulano cree que…».
Dije y repito: no voy a decir quién me gusta más. Eso es irrelevante. Tampoco voy a listar las virtudes, que les abundan, y las falencias de unos y otros, que las tienen pero son picores de zancudera que con soba con sábila se amainan. No. Todo eso es claramente irrelevante.
Hay un deporte, que de 1900 a 1920 fue olímpico: el «socatira» (juego de la cuerda, juego de la soga, tira y afloja, batalla de fuerza, sogatira, socatira, soka-tira o cinchada). Una muy gruesa soga de cuyos extremos tiran equipos. El resto, pues fácil de imaginar. Todo el asunto se resume en fuerza para «jalar» y resistencia para aguantar el tirón del otro lado.
Sé que me van a decir que en el lado de los rojos hay unos pleitos horrorosos, que se están matando a cuchillada limpia y fumigándose con malathion. Digamos que sí, que allí también hay bandos, que allá no es un jardín de flores y que están agarrados por los moños. Da igual, porque sabemos que cuando la cosa se les ponga color de hormiga amazónica en celo, pues alguien dará cuatro zapatazos y dirá «¡esto es como yo digo que es y ya!». Los que están en la punta de la pirámide del régimen ejercen su poder, no solo para reventarnos la vida a los venezolanos, sino para tratar a los suyos con «aquí mandamos nosotros y ustedes, chitón».
Es cierto que la democracia real, la robusta, la que queremos tener, admite, promueve y festeja la diversidad y la variedad política. En teoría, ese contraste produce beneficios. Pero resulta que de, aquel lado de la cuerda, eso no lo practican, no creen en ello. Entendamos, para ellos la palabra democracia es un adorno que se ve bien en la pantalla, en los comunicados, en las publicaciones en Gaceta Oficial. Hermoso vocablo para rellenar apasionados discursos de palco y plaza y para intercambiarse almibaradas cartas con otros mandones del planeta. Pero ya, hasta ahí, nada más.
Para tener democracia, supongo que lo tenemos ya claro, pues hay que luchar. Y, además, sin certezas. Eso lo sabemos. Esto es como un enfrentamiento de socatira. No vamos a lograr vencer al oponente si no «jalamos» de esa cuerda todos juntos. Porque resulta que si la estrategia es ir pasando los liderazgos por turnos en la «jalada» de la cuerda, podemos estar seguros que el otro bando, así sean menos, ganará. Es un problema de física. Si de un lado hay unos, todos juntos, «jalando» y del otro solo unos cuantos, mientras otros liderazgos son espectadores esperando su turno, pues no hay que ser genios ni tener ocho doctorados para imaginar el resultado.
Los liderazgos de la verdadera oposición son diversos y, a hoy, todos se necesitan. Les guste o no, simplemente no pueden prescindir el uno del otro.
Socatira. Una punta de la cuerda. En la negociación en México, en las elecciones del 21N, en la defensa de los presos políticos, en las protestas por el terrible estado de los servicios públicos, en el enfrentamiento a medidas ilegales, en el grito por vacunas, en el apoyo al proceso llevado ante la CPI. En todo. Mantengan sus nombres, sus colores, sus banderas. Sí, eso está bien. Pero pongan siempre en todo lo que hagan y digan – en negritas, resaltado, subrayado- la palabra «unidad». No es tener una voz, es tener un coro de voces, de Sopranos, Mezzosopranos, Contraltos, Contratenores, Tenores, Barítonos y Bajos, que no haga cacofonía.
Los conozco a casi todos muy bien. Sé que son venezolanos, hombres y mujeres, que no están metidos en esta lucha por la democracia por razones idiotamente mezquinas. Y sé bien que tienen moretones en la piel y el alma. Ustedes son mucho mejores que lo que algunos piensan. Lo sé. El camino ha sido largo y doloroso. Y falta, todavía falta. Los sé perfectamente capaces de liderar y de vencer.
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