Por: Jean Maninat
La embestida de los oligarcas rojos contra las fuerzas democráticas del país denota temor y falta de confianza en la capacidad del régimen para gerenciar la transición en curso.
La incertidumbre acerca de la situación real del Presidente se expande como una mancha de tinta roja entre afines y opositores. La especulación ha sido alimentada desde el alto gobierno, bien sea por impericia o por una vana procura de engañar al tiempo para ganarle unos días más, unos días menos.
Cualesquiera sea el estado de salud real del Presidente, se sabrá tarde o temprano y todo el esfuerzo por disfrazarlo habrá sido en vano. «Es la vida que te alcanza» rezaba la letra de un viejo rock caraqueño.
El precipitado y torpe empeño de sustituir el ejercicio de gobierno por un show permanente, es un reflejo instintivo de quien supone que el solo remedo a las formas y artes del caudillo serviría para apropiarse de sus dotes de encantamiento. Pero nunca ha sido así, muy por el contrario, mientras más intensa es la imitación más se añora el original y los asistentes quedan con la sensación de vacío de quien sabe que está siendo timado.
La inseguridad en sí mismos y sus posibilidades de calar la sombra de su líder, han hecho que tanto el sucesor escogido, como el preterido, hayan recurrido a mimetizarse en los personajes que se enfrentaron en la última contienda electoral. El vicepresidente vestido de Capriles con cachucha tricolor incluida; el jefe de la Asamblea Nacional, vestido de teniente coronel paracaidista con boina roja incluida. Una parodia inútil pues ni quienes seguimos a Capriles, ni quienes suspiran por Chávez su líder, se dejarán embaucar por semejante acto pueril de cambio de piel. Hasta los niños saben que disfrazarse de Batman en carnaval no los convierte en el hombre murciélago.
Si el trasfondo no fuera tan serio, hasta divertido sería el espectáculo. Pero a fuerza de no encontrar una voz propia, un perfil que les otorgue al menos cierta autenticidad, empiezan a desbarrancar y a sentir el silencio, ya no cómplice, de quienes los rodean. ¿No llama la atención el mutismo de los gobernadores oficialistas? ¿El sigilo de los jefes del PSUV?
La avalancha de amenazas y agresiones provenientes del jefe oficialista en la Asamblea Nacional contra los miembros de la oposición democrática, es un síntoma de la poca capacidad política que tiene para conducir, incluso, un Parlamento donde cuenta con una holgada y obsecuente mayoría. Desde el dugout habanero toman nota del bochinche que está armando.
El jefe designado en la Vicepresidencia, ya ha escogido su contendor en una eventual contienda presidencial. Una vez más, un mero símbolo electoral, una cachucha, se convierte en un poderoso símbolo de oposición. Con el acto pueril de quererla expropiar, no hizo más que dirigir todos los reflectores, incluso los que alumbran desde su propio partido, hacia el genuino portador del emblema tricolor: Henrique Capriles. Si quiere continuar en el papel de ungido, más le vale encontrarse ante el espejo.
La oposición democrática representada en la MUD, por su parte, ha ido perfilando su identidad, ha aprendido a modular la voz, a hablar recio y certero cuando corresponde, y a no malgastarse en acciones altisonantes e inútiles. Por eso el nerviosismo oficial y las presiones contra Primero Justicia.
No cabe duda que las provocaciones arreciarán, las talanqueras serán engrasadas con chantajes y prebendas, y la maquinaria oficial sembrará temor y desasosiego. Pero en consecuencia, el país opositor comienza una vez más a desperezarse, a exigir unidad y coherencia a sus líderes, a convivir con sus derrotas y sus triunfos en voz alta. Sigue vivo y coleando.
¿Quién le teme a la oposición? Pues…quienes por algo la quieren destruir.
@jeanmaninat