Alonso Moleiro

Alonso Moleiro: “Las redes sociales han producido muchos trastornos en el consumo de la información” – Andreina Mujica

Por: Andreina Mujica

Entrevista a Alonso Moleiro, periodista, locutor y escritor

“Las redes sociales han producido muchos trastornos en el consumo de la información”

 

Moleiro no solo informa: interpreta, contextualiza y plantea preguntas incómodas. Su mirada crítica lo convierte en una referencia obligada para entender la política, los medios y la sociedad venezolana actual. Realizamos esta entrevista en Madrid el sábado 7 de junio; busca profundizar en su experiencia profesional, su lectura del país y el doble filo de informar desde una Venezuela que parece ensañarse con quien se atreve a contarla.

Alonso Moleiro, periodista, escritor y analista político venezolano, es una de las voces más respetadas del periodismo contemporáneo en su país. Nacido en Caracas en 1972 y formado en la UCV, ha trabajado en medios como El Nacional, El Globo y Contrabando, y fue vicepresidente del Colegio Nacional de Periodistas. Su programa radial Gente de Palabra fue cancelado por orden de Conatel, reflejando la censura al periodismo libre en Venezuela. Actualmente colabora con El País y Letras Libres, y es autor del libro «Solo los estúpidos no cambian de opinión», basado en conversaciones con Teodoro Petkoff.

 

P: ¿Cómo se informa sin resignarse en un ambiente tan hostil y límite como el venezolano?

Alonso:
Hay que tener mucha pasión por lo que uno hace, como les ocurre a quienes descubren su vocación. Uno tiene un oficio. Hay que ser muy preciso, escoger muy bien las palabras y las frases; si pisas donde no es, te metes en una situación muy compleja. Además, la audiencia venezolana —con la expectativa frustrada tras tanto sufrimiento— está muy tocada, paranoica y confundida; busca culpables en todas partes y vive una dinámica muy atormentada. Creo que este es, sin duda, el momento más difícil del periodismo venezolano en sesenta años o setenta años. Es una paradoja que esto ocurra justo cuando la comunicación pública está tan expandida, cuando estamos en la era de la sobre información y circulan tantos contenidos.

 

P: ¿Cómo se sobrevive profesional y emocionalmente en un ecosistema mediático tan arrasado?

Alonso:
Ocasionalmente uno encuentra espacios para despejarse y pensar en otra cosa. Lo cierto es que aquí estamos: vivos, trabajando y con las emociones en su lugar.

 

P: ¿Cómo manejas lo que llamo “el miedo de las fuentes”?

Alonso:
Es un fenómeno nuevo que se expande muy rápidamente y en silencio. Toda una novedad en el ejercicio del oficio en estos tiempos. Pocos quieren hablar, hay mucho miedo. Un miedo comprensible. En la calle sucede lo mismo. Ese miedo es un tema central entre las dificultades actuales para reportear, como lo es también el cierre de las fuentes oficiales, la dificultad en el acceso a la información.

 

P: ¿Ya no quedan instituciones en pie?

Alonso:
Quedan algunos reductos —las universidades autónomas y privadas, las academias, expresiones organizadas de la sociedad civil y el sector privado. Pero las instituciones oficiales que representan al estado venezolano sufren, en mi opinión, una crisis de representatividad. Están sobrepolitizadas y se desconectaron de la realidad; se envolvieron en sus consignas y se desentendieron de los dramas del ciudadano. En este país hay un estado revolucionario, no un estado constitucional. Un estado que nadie ha decretado y por el cual no ha votado nadie: el campo de los intereses de la revolución bolivariana.   El relato y los reclamos del campo democrático del país, el que adversa al chavismo, no son escuchados, nadie les asigna crédito. No hay amparo constitucional para ellos. Por eso es que estos gobiernos les llaman autocracias: se trata de pagarse y darse el vuelto.

 

P: Cuando te sientas a escribir, ¿sientes que tu lector ha cambiado?

Alonso:
Sí lo siento. Percibo que hay audiencias que mantienen sus posturas; pero está claro que las redes sociales han producido muchos trastornos en el consumo de la información. La democracia comunicacional soñada en el siglo XX ha puesto a reflotar a muchos lunáticos. En términos generales, hay muchas personas fanatizadas sobre la base de datos incorrectos y fetiches, lecturas a veces muy superficiales de la realidad. En el país, la posposición de una solución a la crisis política y el derrumbe social ha fundamentado la decepción, la impotencia, y un resentimiento extendido, que no ha sido abordado y que tiende a subestimarse. En la televisión abierta y en la radio muchos temas de enorme importancia nacional ni siquiera se tocan. Los canales masivos prefieren entretenimiento y música. La gente está agotada; quiere un cambio incruento; conservar sus derechos. Cambiar de gobierno en paz, de manera natural, votando, como era habitual antes. Hay mucha fatiga con el drama venezolano.

 

P: Con más de dos décadas de “Socialismo del siglo XXI”, otros países de la región entregaron el poder sin quedar en ruinas. ¿Por qué Venezuela terminó tan mal?

Alonso:
Porque aquellos son demócratas de izquierda; no adulteraron la Constitución. El chavismo tiene una interpretación más radical de la economía y la propiedad; se dedicó a pelearse con los capitales y los empresarios, y sobrevino una ruina generalizada. El origen militar del chavismo y la hegemonía de Hugo Chávez dañaron el tejido institucional y encorsetaron al Estado en un entorno ideológico que antes no tenía. Un credo fanatizado, en el cual mandan las emociones sobre las obligaciones de la razón.

 

P: ¿Qué sentido tienen hoy los géneros del periodismo? ¿Vale la pena seguir escribiendo columnas, reportajes o crónicas sobre una Venezuela tan rota?

Alonso:
Tiene pleno sentido, pero hay que ejercerlos con sensatez y, como decía antes, con precaución. Esa resistencia activa del periodista tiene límites. El país avanza por un camino parecido al de Nicaragua —aún no hemos llegado tan lejos, pero vamos en esa dirección. Está escaseando gravemente el oxígeno para la política y los argumentos.

 

P: ¿Estamos exigiendo demasiado al periodismo o, precisamente ahora, debemos exigirnos más que nunca?

Alonso:
Se le pide mucho al periodismo, y es normal que así sea. El periodismo y los periodistas tenemos graves dificultades para trabajar en el país, y aún así se hace periodismo. Siempre existirá un entorno informativo y un interés inagotable por saber qué está sucediendo, en Venezuela y en todos lados. Ejercer la censura es tapar el sol con un dedo. Todo se va a saber al final.

 

Alonso MoleiroSEGUNDA PARTE

Venezuela en el contexto internacional

La situación interna es dura: hechos de fuerza, instituciones capturadas, medios silenciados, cientos de presos políticos y elecciones sin garantías. No hay soluciones mágicas, pero sí posibles rutas:

  1. Presión internacional sostenida y coherente —no solo de EE. UU. y la UE, sino también de países latinoamericanos con credibilidad.
  2. Acompañamiento a la sociedad civil —medios independientes, ONG de derechos humanos, etc.

 

P: ¿Qué tanto puede lograr la mediación multilateral?

Alonso:
Poco. Esos esfuerzos tienen un límite. Para que se muevan las cosas, dentro del gobierno tendrían que moverse fichas: reconocer la gravedad de la crisis social; asumir responsabilidades y consensuar medidas para recuperar la economía, el crédito internacional, para la transición a una democracia. Eso no está sucediendo, ni remotamente. Condiciones objetivas para el cambio político en paz, hay: mayoría social; agotamiento de un modelo económico; aislamiento internacional; quiebra generalizada del país; pérdida de popularidad y arraigo del relato chavista. Pero algunas condiciones subjetivas las controla el oficialismo: organización popular, recursos, control institucional, y en particular, el acompañamiento y el respaldo de las Fuerzas Armadas. Además de importantes factores de poder de la comunidad internacional, China y Rusia en particular.

 

P: ¿Cómo viviste las últimas elecciones?

Alonso:
Cubriendo la campaña. Se palpaba el anhelo inmenso de cambio, pero el chavismo siguió en su línea negacionista. No se supo qué hacer luego de decretar la victoria.

 

P: El venezolano cree en el voto, pero teme que lo golpeen cada vez que intenta ejercerlo. ¿Es posible reconstruir la unidad opositora?

Alonso:
Hoy la unidad opositora es casi secundaria: María Corina Machado tiene un nivel de popularidad en el campo democrático que trasciende siglas y arreglos políticos. Claro que eso puede cambiar, no hay circunstancias estáticas. El discurso de María Corina se está agotando; “El gobierno está débil”. Cierto que es una situación muy compleja de operar. Pienso, por otro lado, que, como ella misma afirma, se impone una revisión en torno a estos llamados algo mesiánicos y descontextualizados sobre las posibilidades del voto. Acá estamos constatando que el ejercicio del voto tiene un límite muy evidente. Cada vez que aquí vamos a cambiar de alcalde, se aparece algún analista a recordarnos la transición chilena de 1989. Siempre será mejor ir a votar que no hacerlo, pero va siendo hora de poner los pies en la tierra y dejar de engañarse. Hay mucho miedo detrás de estas mascaradas. La herramienta del voto está limada; no es tan útil como era antes. A lo mejor nos alcanza para la alcaldía de Chacao y de Baruta, pero no mucho más.

 

P: ¿Y el relato histórico? ¿Podemos enfrentarnos a la narrativa oficial?

Alonso:
Ya se ha hecho muchísimo- documentales, películas, libros, ensayos, reportajes. La realidad se está documentando, se seguirá haciendo, y la verdad, pienso, ha ganado terreno. La sociedad venezolana tiene un juicio bastante formado sobre lo que ha sucedido en estos años, en todos sus niveles. Esos datos los arrojan los focus-group y son sorprendentes. También los chavistas trabajarán para imponer su narrativa en el futuro; por omitir algunos datos; sobrerrepresentar otros y desarrollar un camino discursivo que los saque de la zona de responsabilidades. Probablemente tendrán militantes para hacerlo. Lo que pienso es que, aunque ya no lo diga nadie en la tele, la gente tiene clarito lo que ha pasado en este país.

 

P: Hablemos del exilio masivo. ¿Volverán los venezolanos?

Alonso:
La mayoría ya no lo hará. Regresará aquel que vea oportunidades concretas; casos específicos.  Los estudios dicen que, en las diásporas grandes, un 15 % del total de los emigrados decide volver cuando queda restaurado el estado democrático o se abren opciones para volver. El emigrar la gente echa raíces, y la crisis venezolana por ahora no ofrece salidas. Pero la diáspora puede hacer muchísimo si trabaja interconectada con un proyecto nacional de reconstrucción, como ha sucedido en otros países con crisis similares a la nuestra: transferencia tecnológica, publicaciones científicas, proyectos académicos, modelos organizacionales, aprendizajes desde los países donde ahora viven. Pienso que la diáspora podría y puede hacer muchísimo por la reconstrucción de este país, una vez estén dadas las condiciones. Cuando el panorama se despeje, algunos irán regresando.

 

Alonso MoleiroAhora quiero entrar en la tercera parte de esta entrevista. Vamos un poco mas allá, a lo humano, lo personal Alonso, si me permites. 

 

P: ¿Cómo se sobrevive a la pérdida de quienes han sido parte esencial de tu historia?

¿Qué haces con el silencio que dejan?

ALONSO: Una de esas experiencias que marcan la existencia para siempre. Mi entorno familiar ha ido desapareciendo. Tuve dos pérdidas muy significativas en poco tiempo, mi primo, Eric Colón, y mi hermano Federico. Ambos se querían mucho, y nosotros éramos muy cercanos. Estas pérdidas dejan vacíos profundos, cosas sin solución. Solo queda que el tiempo construya nuevas realidades y poco a poco irlo aceptando.

No me lo esperaba. Uno alcanza una edad en la que se supone que está preparado para cargar con situaciones adversas Es, sin duda, el momento más difícil que me ha tocado vivir.

 

P: En medio de tanto dolor personal, ¿cómo logras sostener la lucidez y el oficio del periodismo? ¿Te has permitido alguna vez dejar de ser fuerte?

ALONSO: No sé. No tengo una idea clara, quizás sea edad. He tenido un momento muy adverso, pero siempre termino pensando que, en general, mi vida ha sido más feliz que infeliz: asumo que estamos en bajada y en esta nos tocó perder. No he perdido la alegría de vivir, a pesar de los golpes. Son los tormentos de la vida adulta, que uno aprende a administrar con el tiempo. La muerte de mi hermano aún no la termino de procesar. Todos los días pienso en Fede. Y aunque a mí mismo me suena medio candoroso y disparatado a veces, puedo afirmar que vivo con la esperanza de que vendrán tiempos mejores. Anda tu a saber si de verdad llegarán.

 

P: Tu hija Martina es tu ancla a Venezuela, ¿qué significa criar y proteger en un país que parece arder sin pausa?

ALONSO: Son varios los motivos personales que aún me tienen en Venezuela, algunos son estacionales. Me siento muy contento de que mi hija se venezolana; eso era lo que yo quería.  Hoy mi vida gira en torno a proteger a mis afectos inmediatos: mi hija, mi madre, mi tía, mis primos, mis amistades. Tengo amigos, tengo gente, afortunadamente, que se preocupa por mí. Encuentro cierta paz en mis rutinas, una estabilidad relativa en medio de las tormentas.

 

P: ¿Qué ha cambiado en tu forma de mirar el mundo desde que la muerte se volvió una presencia tan cercana?

ALONSO: La muerte forma parte de la vida y uno lo olvida. El tiempo tiene un efecto engañoso sobre nuestras vidas. Los afectos ausentes tienen voces que te hablan. Las pasiones son fugaces, los conflictos envejecen. Uno mantiene una cierta actitud socarrona de la juventud, pero también un talante mucho más comprensivo que antes con los demás. Me vuelto más blando, mas tolerante. He aprendido a llorar. Lo más complejo de la muerte es procesar todos los días su mandato sin apelaciones. Es un veredicto diario. Tener que fotografíar la ausencia de tu deudo todos los días al despertar.

 

P: ¿Qué lugar ocupa tu madre hoy en tu vida emocional?

¿Qué se aprende cuando quienes antes nos cuidaron comienzan a desdibujarse?

ALONSO: Tengo un enorme amor y agradecimiento por mi madre, y me ocupo mucho de protegerla emocionalmente de las actuales circunstancias y adversidades. Siempre admiré en mi mamá su iniciativa, su determinación.  Ahora tiene buena salud, dentro de sus limitaciones, y requiere mucho de mi tiempo. Entiendo que está cerrando naturalmente su ciclo vital.

 

 P: ¿Le temes a la soledad? ¿O la has convertido en una especie de refugio necesario?

ALONSO: No le temo a la soledad. A lo mejor más adelante le agarro miedo, pero en este momento ni pienso en eso. Todo lo contrario, disfruto mucho la soledad. Es una interesante novedad cotidiana para alguien que pasó tanto tiempo casado.  Ahora estoy bien así. No es una preocupación. Afortunadamente tengo muchos afectos cerca y gente que se preocupa por mí; mi hija el más importante de todos.

 

P: ¿Qué conversaciones te hubiese gustado tener con tu primo Eric o con tu hermano Federico antes de que partieran?

¿Qué les dirías hoy si pudieras?

ALONSO: Me hubiera gustado haber visto venir lo que se aproximaba para tratar de evitarlo. A veces no creemos que lo peor es posible, y cuando sucede, igual no te lo crees. Me hubiera gustado conversar más con ellos: del país, nuestras vidas, el mundo, la música, la política, el béisbol, los afectos. Para mí verme con ellos era celebrar estar vivo. La vida es eso, irla conversando y comentando con tus afectos, con la gente que quieres.

 

P: ¿Cómo se reconstruye uno mismo cuando los vínculos más profundos se han roto?

¿Qué te sostiene ahora?

ALONSO: Todavía quedan tejidos afectivos sobre los cuales reconstruir las pérdidas. Estoy abierto a lo que pueda venir. Ya han pasado muchas cosas malas; por ahí vendrán las buenas. Vendrán nuevas situaciones en el país, a lo mejor no “más temprano que tarde”, pero vendrán y serán bienvenidas, incluso si son más tarde que temprano. En el mundo entero está planteada una lucha por la defensa de los derechos adquiridos en democracia, y yo no creo que esa pelea tenemos que darla, no perderla antes de darla.

 

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