Jesús Alejandro «Chivita» Lezama nos dejó a sus 104 años. Una vida dedicada al béisbol y a sus Leones del Caracas.
Publicado en: El Extrabase
Por: Mari Montes
Jesús Alejandro «Chivita» Lezama nació en Tucupita en 1919. Muy niño vivió con su mamá en Trinidad. “La Negra Josefa” trabajaba en la casa del odontólogo Bernabé Pérez. Recordaba con detalle las visitas que llegaban a aquella casa, jóvenes estudiantes con ideas de democracia.
⁃ "Eran los tiempos de la dictadura de Juan Vicente Gómez. Me impactaron dos de ellos: Raul Leoni y Jóvito Villalba, destacaba por su facilidad para hacer discursos, hablaba con pasión, me gustaba escucharlo"
Esta cita la tomo de una conversación que tuvimos pata incluida en mi libro “Crónicas fanáticas”, donde no podía faltar el gran “Chivita”, “El Hombre de la Corneta”, “El Fanático número UNO de los Leones del Caracas”, “El León Mayor”, “El fanático más icónico del Caracas”.
En 1936, cuando murió Gómez, regresaron a Tucupita. En ese entonces, los niños eran más fanáticos del fútbol, aún el béisbol no era tan popular en aquellos confines.
Su mamá decidió mudarse a Caracas para que su hijo estudiara bachillerato. En la capital se instalaron en el centro y el joven Jesús Alejandro fue inscrito en el Liceo “República de Brasil” que estaba en la esquina de Cuartel Viejo en la avenida Baralt.
⁃ "Después vino alguien y le metió en la cabeza que me metiera en la Marina porque yo y que iba a ser almirante. Pero terminé en la Escuela de Grumetes, donde serví por tres años, ahí conocí a Wolfgang Larrazábal"
Lezama decía que se había convertido en Caraquista desde 1941, antes de que el Caracas como tal fuera fundado. Lo decía porque luego de la victoria de la selección de Venezuela en La Habana, en la Serie Mundial Amateur de ese año, hito que marcó el antes y el después en la historia de nuestro béisbol.
Como tantos venezolanos, Jesús Lezama se enamoró para siempre del beisbol.
Recordaba que Manuel Corao, propietario de la Cervecería Princesa, lo era también del equipo de beisbol que se llamaba igual, a él le gustaba mucho porque tenía a la mayoría de los jugadores que ganaron en La Habana, los héroes que lo hicieron fanático del juego hasta que falleció este 11 de mayo, en la Caracas que hizo suya desde que llegó a las faldas de El Ávila.
⁃ "En el año 44 me incorporé como fanático del Caracas. Es decir, yo estoy con el Caracas desde el año 44 y tuve la dicha de ir a la primera Serie del Caribe en el año 49, en La Habana. El propio doctor Martín Tovar Lange me invitó, yo no tuve que pagar nada. Él me vio como un animador del equipo, aunque el rol como tal me llegó con Oscar “Negro” Prieto y el doctor Pablo Morales. Ellos me dieron un uniforme. Una gran emoción para mí"
Desde entonces, aun sin haber estado jamás en la nómina del Caracas, “el hombre de la corneta” asumió el compromiso de lealtad que duró casi 85 años.
Acompañó todas las generaciones de jugadores, comenzado por Luis Romero Petit y Guillermo Vento; su favorito de todos, Alfonso Carrasquel, quien fue su gran amigo. Cuando “Chivita” hablaba de “Chico”, la admiración cargada de agradecimiento se desbordaba. Era feliz recordando momentos, como cuando iban el autobús hacia el estadio en Hermosillo, en 1982, Carrasquelito era el manager, y Jesús, sin saberlo, se sentó en el primer puesto…
⁃ "Es que Alfonso era clase a parte. Ese es el lugar del manager, estaba enratonado o fue el vuelo tan largo, no sé, pero no me dijo nada, él se quedó parado en el pasillo; fue un abuso mío y él lo único que me dijo fue: “Aquí voy yo, guindado como un cambur, te felicito, eres el manager”. Otro me habría mandado a levantar, por eso yo adoro a Carrasquelito, por todo, por su forma de jugar y por ser tan buena persona."
Fue una entrevista extensa que pueden leer en Prodavinci.
Cuando nos íbamos a hacer la foto para despedirnos, se fue a buscar su collar de pepas de zamuro. Me hizo gracia, la verdad la foto era para mí, pero él fue a ponerse su atuendo caraquista.
Le pregunté por el collar y me confesó que lo usaba porque había fanáticos rivales que pensaban que era brujo y que ese collar tenía poderes mágicos.
Chivita era muy divertido.
Lúcido hasta el final, me contó su hija Delta que le sonrió cuando ella le dio los mensajes de los jugadores que preguntaron por él y le mandaron saludos.
A todos los quiso, los apoyaba, los defendía. Desde que llegaban novatos o en cambio desde otro equipo, Chivita los adoptaba.
Apoyaba a su gran amigo Jacinto “El Loro” Betancourt, por décadas encargado del clubhouse de los Leones. Se quedaban hasta la madrugada lavando uniformes y ordenando todo para “los muchachos”.
Detestaba cuando los fanáticos caraquistas abucheaban a los jugadores porque habían entrado en un slump.
Cuando cumplió 100 años le hicimos un video con saludos de varios jugadores de las Grandes Ligas, no solo caraquistas, y estaba contentísimo.
Se atravesó la pandemia de COVID y ni eso lo detuvo para ir al estadio a apoyar a los Leones, además el campeonato, por gestiones de Luis Ávila, presidente de los Leones de Caracas, el torneo se jugó en su nombre, la idea fue aceptada por todos los equipos de la LVBP.
Este último campeonato lo disfrutó sin reservas. A veces nos parecía que era una locura, que tal vez estaba abusando, a sus años, de estar en medio de ese gentío, aun con el virus suelto, pero quién le iba a decir que no. Luis Alberto González, su amigo y guía, lo pasaba buscando para que siguiera haciendo eso que tanto amaba, ligar las victorias de los Leones.
Vio y celebró la victoria del equipo de sus amores, los acompañó en la Serie del Caribe, que además se jugó en Caracas, en el nuevo estadio, muy dichoso por conocerlo, aunque se quejó por las dificultades de acceso.
https://twitter.com/leones_cbbc/status/1656749937718177792?s=20
Para su cumpleaños 104, su hija Delta y yo, mandamos a hacer una torta con el emblema del equipo y se la llevaron al estadio, donde todos los asistentes le cantaron el “Feliz cumpleaños”.
Sepan todos quienes estaban ahí, que esa noche lo hicieron muy feliz con todo ese cariño.
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Estos meses transcurrieron con tranquilidad, sus hijas y nietos siempre pendientes. Tenía los achaques lógicos de alguien con sus años, ocultaba un poco sus malestares, hasta que no pudo más.
El fin de semana fue preciso hospitalizarlo, una trombosis en una de sus piernas obligó, el dolor era muy intenso y se corría el peligro de que su pie se complicara por la falta de circulación. Se pensó en operarlo pero no fue posible debido a una arritmia cardíaca.
Estaba bien atendido, acompañado por sus hijos cuando terminó su largo juego cerca de las 9:30 de la mañana.
Chivita se quedó dormido, se fue sin dolor, rodeado de amor, agradecido con Dios y la Virgen del Valle, de la que era devoto.
Claro que estoy triste, lo estamos, no vamos a escuchar sus cantos animando a los Leones, pero siendo justos con cómo fue él, tenemos que celebrarlo, fue un hombre feliz que vivió al máximo, hasta su final.
“Los caraquistas somos muy alegres”.
Derrochó tanta energía todos estos años, que será posible, si prestamos atención, que se escuche su corneta en medio de los gritos de alegría, cuando un novato caraquista conecte su primer jonrón.
Te amamos, Chivita. Descansa en paz.