Publicado en: Prodavinci
Por: Mari Montes
Dejó fuera a decenas de hombres, discutió sentencias, expulsó a quienes reclamaron irrespetuosamente, impuso su autoridad, aplicó las reglas y nunca se supo que era gay.
Difícil imaginar si habría sido posible que llegara a ser umpire en las Grandes Ligas de haberse sabido que era homosexual.
Dave Pallone, por 10 años, fue árbitro en las Mayores. Debió llevar una doble vida: la del hombre recio que era capaz de enfrentar a los peloteros, y la otra, la del hombre que debió ocultarse para amar, el juez del terreno que vivía con temor a ser descubierto.
Hoy en día con casi 70 años, Pallone es un “coach” de diversidad y conferencista motivacional. Su mensaje recurrente es: siempre respétate a ti mismo y a los demás.
No la tuvo fácil. Pasó años tratando de evadir quien era en realidad. A los 25 años se dio cuenta de que era gay. Hasta entonces, como le contó a Greg Eno, de Bleacher Report en una entrevista concedida en 2010: “Sabía que era diferente”.
Decidió no contárselo a nadie. Se había trazado la meta de convertirse en árbitro, luego de ver un anuncio en “El juego de la Semana”, donde Curt Gowdy leyó una promoción solicitando jóvenes que quisieran ser umpires.
“Era como si me estuviera hablando”, dijo Pallone a Eno. “Desde entonces, quise ser árbitro”.
La vida de los umpires, mientras están en su proceso de evolución, es similar a la de los jugadores. No llegan directamente a las Grandes Ligas, también tienen que vivir la experiencia y el aprendizaje de las ligas de desarrollo, con todo lo que eso implica: viajar en autobuses, llegar a moteles de carretera, comer cualquier comida, y sin horario. Ahora han cambiado las cosas, pero en los años cuando Pallone comenzó su trabajo como umpire profesional, las condiciones eran difíciles. Él tenía la presión natural de cualquiera de sus colegas, y su vida clandestina como añadidura.
Comenzó su recorrido en 1971, y pasó ocho temporadas en las menores, incluidas tres de invierno en Venezuela, Puerto Rico y República Dominicana. Se ganó el respeto de todos por su conocimiento de las reglas y también por ser implacable: no toleraba el menor irrespeto a ningún jugador. Era su defensa.
En 1978, estaba cantando bolas y strikes en Triple-A, a un paso de las Mayores. Estuvo ocho años en las menores antes de ascender.
En 1979, los árbitros se declararon en huelga por reclamos salariales. El conflicto se extendió por siete semanas. Pallone comenzó su recorrido en la Gran Carpa en los entrenamientos de primavera de aquel año, como no hubo acuerdo antes del inicio de la temporada, comenzó arriba desde el principio. Al terminar la huelga, fue uno de los siete que se quedó. Esa situación lo hizo ser visto como un esquirol. Era “sarna”: con esa palabra fueron peyorativamente tratados por los “árbitros reales”.
Contó a Belacher Report: “No hubo absolutamente ninguna camaradería. Si pedía ayuda, me daban la espalda. Ni siquiera salían al campo conmigo”.
Este trato hacia los árbitros sustitutos durante la huelga duró tres temporadas. Explica Greg Eno que “Mejoró después de eso, pero durante sus 10 años completos en las Grandes Ligas, nunca fue realmente aceptado, aunque los 3 años que Pallone pasó en un equipo con Bob Engel y Paul Runge (1983-1985) fueron los menos estresantes”.
Hay que sumar la presión que debió ser para él vivir ocultándose, con la amenaza perenne de ser descubierto. En la entrevista, Pallone hizo una analogía con un hombre heterosexual: “Era como estar en una fiesta perpetua, bebiendo alcohol, siendo menor de edad y con el temor constante de que alguien descubriera que la identificación que tenías, era falsa”.
Él pudo hacerlo año tras año en los dos lustros que estuvo en las Mayores. Amaba el béisbol.
“Este era mi sueño”, explicó Pallone. “Trabajé duro para ser árbitro de Grandes Ligas. No me iban a echar”.
Uno de los episodios de su paso por las Grandes Ligas, lo recuerda en este trabajo de Throomers:
“Su carrera continuó en un camino ascendente. En 1988, durante un juego entre los Rojos de Cincinnati y los Mets de Nueva York, en Cincinnati, Pallone cantó quieto al bateador de los Mets, Mookie Wilson. La afición enloqueció y el mánager de los Rojos, Pete Rose, salió del dugout como un tiro para protestar la sentencia.
Los fanáticos, que adoraban a Rose, se volvieron locos (y no en el buen sentido). Arrojaron botellas de cerveza al campo. Más tarde, Pallone escribió: ‘Temí por mi vida’. Recibió correos de odio y amenazas de muerte. El incidente de Cincinnati dejó a Rose suspendido por 30 días y una multa de $10.000.
Pocos años después, se descubrió que Rose apostaba en el béisbol y probablemente había apostado en aquel juego del 30 de abril. Saber esto ayudó a Pallone a comprender por qué Rose se volvió tan loco con su sentencia”.
En 1988, por una publicación del New York Post, se supo que Pallone era un hombre gay. Major League Baseball le pagó para que se fuera. Pallone tomó el dinero y se fue, luego de 10 años de labor.
“A veces desearía no haber tomado el dinero y haber peleado en el terreno, pero eso habría sido muy costoso y habría llevado mucho tiempo”, dijo a Greg Eno.
Fue incluido en el Salón Nacional de la Fama del Deporte Gay y Lésbico. Dio su testimonio de vida en el documental de ESPN, Homophobia en el deporte, y fue honrado por la revista GENRE como uno de los 100 hombres del siglo XX, entre otros reconocimientos.
En 1990 publicó su libro Detrás de la máscara: mi doble vida en el béisbol y se convirtió en conferencista y activista LGBTQ+.
Hay mucho más de su interesante historia en su sitio en Internet davepallone.com
Por fortuna, las cosas en MLB han cambiado tanto, que existe la Vicepresidencia de Responsabilidad Social e Inclusión, a cargo del exjugador Billy Bean, con la idea de que todas las personas que forman parte de la organización se sientan en un ambiente de tolerancia que les permita llevar sus vidas sin temor a ser discriminados.
Una historia muy diferente es la que cuenta Dale Scott, el exárbitro que luego de 30 años en las Grandes Ligas admitió públicamente su homosexualidad.
Había pasado 30 temporadas escondido, temeroso de las consecuencias.
En diciembre de 2014, en una historia de Outsports, Scott declaró ser un árbitro gay, el primero que lo dijo estando activo en la historia del béisbol (hasta ahora el único).
“Realmente no pensé en esto, ni me lo esperaba, pero cuando entré al campo por primera vez en los entrenamientos de primavera (en 2015) y durante la temporada, como un hombre abiertamente gay, hubo momentos en los cuales pensé que se me había quitado una carga de los hombros. Desde entonces soy un hombre totalmente libre”.
Dejó de llevar una vida paralela de mentira, no estaba cómodo con fingir.
“Antes de que saliera el artículo, un jugador podría estar caminando y preguntarme qué estaba haciendo en el receso del Juego de Estrellas. —¿Vas a sacar a la esposa? Yo decía que sí, lo que sea. Ahora, me sentí cómodo diciendo que mi esposo y yo fuimos a la costa de Oregón. Puedo decir lo que realmente está pasando con mi vida. No poder ser honesto te desgasta después de un tiempo. Sientes que estás engañando a tu relación y estás engañando a tu pareja y sientes que te estás engañando a ti mismo, porque no puedes ser como todos los demás. Tienes esta pared que no quieres traspasar. Ahora me siento muy aliviado”.
La decisión de Scott, y la forma positiva en que fue recibida en las Grandes Ligas, refleja el cambio positivo en una organización que por su naturaleza es machista. La experiencia de Scott es un ejemplo de cómo en un deporte tradicionalmente conservador, una persona puede ser recibida y juzgada por la calidad de su trabajo, tal como él lo destaca.
“Evalúenme por mi trabajo en el campo y nada más. Eso es todo lo que es. Heterosexual, gay, bi o lo que sea. ¿Eres una buena persona? ¿Eres bueno en tu campo? ¿Ayudas a la organización?”.
Con 58 años de edad, terminó su carrera en las Grandes Ligas, después de 32 temporadas, incluidos 16 años como jefe de equipo. Sentenció jugadas, bolas y strikes en 3.897 juegos, 91 de postemporada, 3 Series Mundiales, 6 Series de Campeonato, 12 Series de División y 3 Juegos de Estrellas.
Trabajó por última vez un juego, el 14 de abril de 2017, en Toronto, como árbitro de home, cuando fue impactado por una pelota bateada de foul y cayó al suelo. Lo sacaron del estadio en una camilla y lo hospitalizaron con una conmoción cerebral y lesiones en el cuello. Esa fue la cuarta vez que un golpe le provocó una conmoción cerebral. Después de consultar a sus médicos y también a su esposo, Michael Rausch, tomó la decisión de irse.
Fue uno de los árbitros más respetados de las Grandes Ligas, un precursor que tomó la valiente determinación de vivir su vida con honestidad.
En este mes del Orgullo LGBTQ+ es una de la imágenes de la campaña por la inclusión de las Grandes Ligas: “Dale Scott cambió el béisbol para mejor”.
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