Publicado en: Prodavinci
Por: Mari Montes
La decisión de jugar dobles jornadas a 7 episodios tiene a los puristas del béisbol atacados. Dicen que eso “no es béisbol”.
Es lo que hay, es la forma como se decidió hacer una temporada, es el diseño para cumplir el corto calendario que nos recuerda la pelota invernal, el béisbol que se juega en el Caribe.
Esta temporada se entregará un Bate de Plata menos, el que distinguía al lanzador de la Liga Nacional. Es un cambio del cual se ha hablado desde hace algún tiempo y que la pandemia impuso para esta singular campaña corta y apurada: el bateador designado en el Viejo Circuito.
Cuando hay extra inning, entra un corredor emergente en segunda base (el último out del inning anterior) para tratar de agilizar el juego. Digo “tratar”, porque no pocas veces hemos visto colgar un cero con las bases llenas sin outs. Y ya lo vimos hace unos días entre Astros y Dodgers. En las carteleras dobles el corredor entrará en el octavo episodio.
Los elementos anunciados, como es rutina en las redes sociales, desataron todo tipo de quejas.
Hay una pugna, no siempre amable, entre los conservadores del juego y quienes creen que los cambios lo hacen mejor. También están los que creen en el balance, aceptan los adelantos tecnológicos y valoran la intuición y lo intangible, lo que no es posible medir, pero existe.
Cuando se habla del «béisbol de antes», se olvida que los cambios han sido la constante desde sus inicios. Como un organismo con vida propia, el béisbol ha experimentado la mayoría de esos cambios al ritmo de los avances de la tecnología. El béisbol cambió cuando las normas permitieron que los aficionados se quedaran con las pelotas. Cambió cuando por primera vez se transmitió por la radio y cuando se jugó con luz eléctrica. La llegada de la televisión y la transmisión vía satélite también provocaron cambios en la duración del encuentro y en la comercialización y ganancias de los dueños del negocio, en los medios de comunicación y en los peloteros.
En sus primeros episodios, no existían los guantes o las mascotas, los receptores no llevaban los equipos de protección que hoy les vemos y que han evolucionado para disminuir riesgos durante el juego; tampoco existían los cascos. Los materiales con los que están elaborados los elementos e implementos del beisbol han cambiado para dar mayor confort a los jugadores y otros actores como los árbitros y los propios fanáticos. Telas frescas, cómodas, a diferencia de los primeros tejidos de lanilla que eran resistentes pero calurosos. Los bates se elaboran de maderas dependiendo de las características y gustos del bateador. Los guantes y los zapatos de ganchos también se han modificado para hacerlos más óptimos y hay nuevas técnicas para entrenar.
El béisbol, a lo largo de su historia, ha incorporado cambios derivados de los avances tecnológicos, pero siempre un ganador de la triple corona será fenomenal y por más que existan videos para conocer el repertorio de un lanzador, los bateadores serán sorprendidos por un cambio y se poncharán viendo pasar una recta.
El uso de la tecnología con honestidad, como recurso para mejorar estrategias y capacidades, es un aporte. Lo que está mal es abusar de su uso para hacer trampa, eso es lo que hizo del caso del robo de señas un escándalo que pica y se extiende.
La tecnología ha tocado todos los ámbitos desde que el juego existe formalmente, organizado según Norman Chadwick, quien se encargó de darle mejor sentido con reglas básicas y esenciales.
Las estadísticas también han sido siempre parte del juego. Desde su origen hubo la necesidad de traducir a números el rendimiento de sus protagonistas.
La tecnología y la precisión de la medición matemática intentan reducir al mínimo la subjetividad para observar y analizar un juego de pelota. Para los puristas, los cultores del «old fashion baseball», esas lecturas lo desnaturalizan, le restan instinto, una característica de mucho valor para los románticos y conservadores, que se resisten a conocer otros promedios distintos al de bateo, jonrones y carreras empujadas, efectividad, ponches, ganados, salvados, fildeo y bases robadas.
Pero los números tradicionales no fueron suficientes para medir todas las capacidades de un jugador, la influencia del estadio, las carreras evitadas por la defensa y comparaciones con jugadores de otras épocas. La aparición de la sabermetría amplió los parámetros de evaluación y eso es bueno.
La tecnología y la sabermetría han cambiado la dinámica de la comunicación con los aficionados. La información más detallada dejó de ser un privilegio de los periodistas y escritores especializados. Diversas aplicaciones para dispositivos móviles permiten seguir un juego pitcheo a pitcheo desde casi cualquier lugar.
Los nuevos tiempos retan también el ingenio periodístico para seguir manejando y comunicando información interesante.
Es preciso documentarse, montarse en ese tren, porque la verdad es que ese “béisbol de antes” no lo veremos más.
Las transmisiones cuentan con narradores y comentaristas expertos en beisbol, apoyados en equipos de producción en los que hay numerólogos que llevan las estadísticas al instante para mantener informadas a las audiencias. La cantidad de datos que se pueden aportar en una transmisión ha aumentado a la par de las nuevas maneras de medir a un jugador, hacer comparaciones inmediatamente que se produce un récord, o remontarse a la historia consultando páginas como Baseball Reference, MLB, Baseball Almanac, etc.
Las publicaciones especializadas son consulta obligada, para tener idea de lo que vamos a ver en los años por venir. Siempre habrá sorpresas, peloteros que no estarán en los pronósticos y proyecciones y se convertirán en estrellas, pero los reportes de los prospectos son interesantes y hay que conocerlos.
Sobre la carrera de Miguel Cabrera, por ejemplo, los pronósticos no se equivocaron. En su temporada dieciocho, está cerca de los 500 jonrones y los 3 mil hits. Cabrera ha sabido potenciar su talento con un trabajo que incluye, además de la preparación física, el uso de la tecnología. No le teme a las estrategias derivadas de la sabermetría, se adapta.
“En todos los clubhouses desde que yo empecé en esto, los técnicos se apoyan en el video para mejorar los aspectos defensivos y ofensivos del juego. Pero siempre hay que descifrar a los pitchers, ellos buscarán poncharte, sacarte out. Lo esencial de este juego ocurre en ese momento del duelo entre lanzador y bateador; hay que dar jonrones, hits, impulsar carreras y ayudar a ganar”.
Entonces cabe preguntarse cuánto cambia la esencia, el hecho de disponer de todos esos avances cuando se quedan frente a frente pitcher y bateador. Por más que aparecen fórmulas e inventos, el trabajo del lanzador siempre será tratar de mantener la pelota lejos de los bates y el del bateador conectarla a zona buena.
La esencia del béisbol es el duelo. El que se establece entre el pitcher y el bateador, el de un estratega contra el otro, el que se plantea el bateador cuando llega al plato consigo mismo, el del fildeador que trata de leer el batazo, el del corredor que le toma el tiempo al lanzador para salir al robo de la siguiente base, el de dos equipos que deben engranar más allá del rendimiento individual, para lograr las victorias que los haga llegar a la Serie Mundial.
El béisbol cambia pero no pierde su esencia, como dijo el escritor y periodista, Jimmy Breslin: “El béisbol no es estadísticas, el béisbol es Joe DiMaggio doblando por la segunda base».
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