Publicado en: Punto de Corte
Por: Sebastiana Barráez
En una reunión entre comandantes del Ejército hablaban de lo que es motivo de conversación en cada rincón de las unidades castrenses, es decir, de la difícil situación que se vive en los cuarteles. A alguien se le ocurrió catalogarla de peligrosa y es así como el 2 de marzo 2018 fueron apresados nueve profesionales del Ejército entre ellos seis Tenientes Coroneles de la promoción «Cnel Miguel Antonio Vásquez».
¿Pero qué fue lo que ocurrió en esa reunión? El Comandante General del Ejército, MG Jesús Suárez Chourio escuchó a los tenientes coroneles, quienes expusieron sus puntos de vista sobre cómo mejorar la precaria situación de la tropa y de las unidades.
Después el Ministro de la Defensa, G/J Vladimir Padrino López hace llamar a su presencia al que consideraban supuesto líder de esos oficiales, al Tcnel. Ígbert Marín Chaparro, quien tenía un récord militar impecable, primero de su promoción, líder nato y muy respetado entre sus subalternos.
El joven oficial llegó al despacho del ministro, donde también se encontraba el MG (Ej) Iván Hernández Dala quien es Jefe de la Dirección General de Contrainteligencia Militar y jefe de Casa Militar. Marín Chaparro repitió lo que había dicho en la reunión con Suárez Chourio, haciendo énfasis en la urgente necesidad de mejorar la situación de la Fuerza Armada.
Frente a los dos altos oficiales defendió con ahínco a la institución, les dijo que era muy escasa la comida que recibía la tropa, que era mediocre el equipamiento de las unidades. Catalogó como un problema gravísimo la corrupción e inmoralidad de muchos generales, la falta de institucionalidad de la FANB y la necesidad de evitar una intervención extranjera, una explosión popular e incluso una guerra civil.
Directo a los sótanos
Luego de esa reunión, todos los comandantes fueron trasladados a los sótanos de la DGCIM en Boleíta. Allí fueron objeto de múltiples torturas. Uno de ellos sufrió fracturas en sus costillas, otro en un tobillo. Todos fueron encapuchados y recibieron gas lacrimógeno durante sus interrogatorios. Igualmente fueron amenazados. “Sus familias pagarán las consecuencias”, les dijeron.
El comandante Marín fue aislado durante siete días en un cuarto oscuro, esposado, incomunicado y sin recibir suficientes alimentos. Aunque los presentaron a destiempo ante la Corte Marcial, por lo que el debido proceso fue flagrantemente violado, los jueces no se dieron por aludidos.
El Juez Militar Tercero de Control, Capitán (GNB) Mickel Amézquita Pion, ordenó mantenerlos en un centro de reclusión militar. Todos los comandantes fueron trasladados, excepto el comandante Marín, quién fue dejado en el sótano de la DGCIM, que no tiene ventilación alguna, y aún continúa allí, con trato cruel e inhumano.
Los primeros dos meses fue totalmente incomunicado. Posteriormente fue encerrado en celdas de 2×2 donde llegó a estar con seis personas, sin derecho a usar el baño. Tenía que defecar en bolsas y guardarlas en el mismo sitio donde dormía y comía. Sólo podía cepillar sus dientes y bañarse una vez a la semana, cuando ocurría. Así pasó más de tres meses.
A pesar de que el Tribunal Tercero de Control ordenó tres veces que fuera trasladado a la Cárcel de Santa Ana en Táchira y luego para Ramo Verde, la DGCIM hace caso omiso y se apoya en la decisión del Tribunal de Juicio, a cargo del coronel (Ej) José Lucindo De La Cadena Toledo, quien decide dejarlo en la DGCIM.
Cuando el destacado oficial Marín fue trasladado a los tribunales militares para las audiencias, no se le permitió afeitarse, ni siquiera bañarse, se le prohibió portar uniforme y llegó en zapatos de goma. La sorpresa de quiénes lo vieron es que estaba irreconocible, había bajado más de veinte kilos, por la poca y mal balanceada comida que les dan.
A Marín le han suspendido las visitas y llamadas por más de seis meses. Se le prohibió que le pasaran libros para lectura e incluso se le decomisaron los que tenía, estando uno de ellos en la misma oficina del Cnel Hannover Guerrero, Jefe de la División de Investigación y Custodia de la DGCIM.
En varias oportunidades le han botado las medicinas o no le permiten que se las tome, con el riesgo que corre porque sufre de hipertensión arterial desde hace más de cuatro años, situación que se ha ido deteriorando progresivamente al prohibirle la asistencia médica necesaria.
Desde hace cuatro meses no puede hacer llamadas telefónicas ninguno de los detenidos en DGCIM, pero además, Marín Chaparro tienen más de tres meses sin que le permitan la visita de sus abogados, violando su derecho a la legítima defensa. Lleva más de dos meses sin recibir visitas de sus familiares, quienes cada fin de semana exigen una fe de vida y sólo obtienen silencio por respuesta.
Lo único que han escuchado quienes llegar a visitar a sus familiares presos en DGCIM son los gritos, a pleno pulmón de quien dice ser Marín Chaparro, diciéndole a sus captores que son unos cobardes, que le permitan ver a sus padres, esposa e hijos.
El peligroso triángulo de poder que hay en la Dgcim, que conforma el MG Iván Hernández Dala, los coroneles Hannover Guerrero y Franco Quintero, así como el mayor Gramko Arteaga, son una estructura de tortura, degradación del ser humano, violación de los derechos humanos más elementales de quienes están ahí detenidos, entre ellos el comandante Igber Marín Chaparro.
El temor al líder
¿Por qué el Tcnel Igbert Marín Chaparro le crea tanto temor al Gobierno? Porque es un líder, y así lo demostró como comandante del 312 Grupo de Caballería Motorizada «GB Juan Pablo Ayala», el más importante porque está en el corazón del Fuerte Tiuna.
Se graduó de primero en su promoción y, a decir por el investigador y profesor universitario De Fernando Falcón, ostenta el más alto promedio histórico de la Academia Militar de Venezuela.
Ocupó también el primer lugar en sus cursos básico y avanzado de Caballería y Blindados. Se diplomó con honores en el curso de Estado Mayor en Nicaragua. También es graduado con honores en la Especialización en Derecho y Política Internacional de la UCV y obtuvo el título de Especialista en Gerencia Pública de la UNEFA (Universidad Nacional Experimental de la Fuerza Armada).
Al momento de ser apresado estaba cursando el doctorado en Ciencias Políticas de la UCV (Universidad Central de Venezuela), donde también se desempeñaba como profesor de postgrado.
Durante su carrera militar ha sido comandante en todos sus niveles, ocupando la plaza de oficial de planta y profesor de la Academia Militar de Venezuela (AMV) durante siete años, conociendo a gran parte de las promociones que le siguen, las cuales lo consideran un verdadero líder, así como sus compañeros.
La esposa
Marín Chaparro tiene dos niños pequeños en su unión matrimonial con Yocelyn Mercedes Carrizales de Marín. Se hizo pública una comunicación que ella le envió a Verónica Michelle Bachelet Jeria, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, en la que acude, según expresa, “como último recurso para relatarle la terrible situación que mi esposo y mi familia hemos vivido en este último año y tres meses”.
Le cuenta que ella, al igual que Bachelet, es hija de un General de la República, “y me casé con un oficial del Ejército que era y sigue siendo el primero de su promoción. Yo no quiero escribirle a la doctora que ostenta un cargo público internacional. Yo quiero escribirle a la hija de un excelente oficial asesinado por una dictadura, yo quiero escribirle a la luchadora que fue apresada y torturada por una tiranía, porque ella sí me va a entender”.
“Como esposa he sufrido una separación forzada en la que, sumando todo el tiempo que he pasado con Ígbert en los últimos quince meses, no llega a las 72 horas. Cómo madre, esta es la segunda vez que me enfrento al dilema de contestarle a nuestro hijo Rodrigo, de 7 años, si su padre está muerto, o responderle a nuestra hija Manuela, de 2 años, por qué su papá ya no está debajo de las sábanas para jugar; porque la verdad hoy, luego de dos meses de incomunicación total, ¡no lo sé!”
“Mi marido sufre de hipertensión arterial, y está afección ha empeorado progresivamente desde que está tratando de sobrevivir en ese sótano infernal, donde no puede hacer ejercicios, no recibe luz solar”.
“Le pido a esa luchadora que fue y es, que abogue por nosotros e intervenga para que le conceda la justa libertad a mi esposo, no sea que el tiempo se nos agote y el Tcnel Igbert Marín Chaparro se convierta en el General Alberto Bachelet venezolano, yo en la Ángela Jeria venezolana y Manuela en la Michelle Bachelet venezolana también. Le ruego su ayuda, como le he rogado a Dios cada minuto de cada día”.