La zona de interés que poco interesa a la humanidad
Por: Andreina Mujica
Mientras se proyectaba en el Festival de Cannes “La Zona de interés”, moría de un cáncer de esófago el escritor británico de 73 años, Martin Amis, creador de la novela homónima de 2014 sobre el Holocausto nazi, adaptada por Glazer para la gran pantalla, resultado: todo el interés del Festival hacía Glazer.
Es difícil hacer nuevas propuestas del genocidio nazi, La lista de Schindler de Spielberg, Shoah de Claude Lanzmann, El diario de Ana Frank de George Stevens, Conspiración de Frank Pierson, El Pianista de Roman Polanski, Noche y niebla de Alain Resnais, El hijo de Saul, Saúl Ausländer, El niño del pijama de rayas de John Boyne.
Fue en Under the Skin (2013) que el director británico trabajó un lenguaje atrevido en el cine, traducido a la extrañeza, la soledad, creando una sensación de desorientación en un mundo proclive a la creación de monstruos, eso somos monstruos, parece que a Glazer esto le obsesiona. El vacío y la vulnerabilidad del ser humano, en “La zona de interés”, esta esa banalidad de Hannah Arendt tan bien retratada por la familia nazi, donde tal vez, solo la abuela no resiste vivir entre el dolor y la tortura cotidiana que solo es separada por un muro.
Una pantalla en negro que arranca inquietando al público… no será nada para lo que a continuación Glazer nos va a mostrar. Aunque la inmersión de naturaleza experimental en el lenguaje cinematográfico no es tan poderosa y convincente como lo fue en su anterior trabajo, Under the skin.
Una familia nazi disfruta de lo mejor de la vida en Auschwitz mientras lo peor del ser humano se escucha a través del sonido de ejecuciones, órdenes de asesinato, alaridos, el percutiente, escalofriante chisporroteo de los hornos crematorios. El protagonista, padre de cinco bellos hijos, lee el cuento de Hansel y Gretel a sus hijas pequeñas (sobre cómo incineran a la bruja en un horno). ¿Somos monstruos? ¿Lo fuimos? Tal vez ese paralelismo de una guerra injusta como lo son todas, pero tan actual y mediática como la de Ucrania, ¿nos hemos enterado de cuantos mueren diariamente torturados en mazmorras de las dictaduras de América Latina o los centenares de miles de africanos que han convertido el mediterráneo en un cementerio? Emigrantes africanos víctimas de la inestabilidad global, las guerras, la pobreza extrema, la persecución política, el cambio climático, las mafias y hasta la violencia de género solo quieren llegar a Europa a través del Mediterráneo. Esta película hay que pararla, la de Glazer, hay que verla.
Jonathan Glazer comenzó su carrera en el mundo de la publicidad y a lo largo de los años noventa se convirtió en uno de los directores de videoclips más prestigiosos del momento, firmando trabajos para Volkswagen Polo (Dreamer), videos para Massive Attack, Blur, Radiohead o Nick Cave and the Bad Seeds.
En el año 200 debutó en el largometraje con Sexy Beast es un thriller británico que deslumbró mostrando un nuevo cineasta con lenguaje propio; al que seguiría Reencarnación (2004), con Nicole Kidman, que logró introducirlo en otra liga, no solo por la excelente dirección de actores, sino el manejo del misterio, del horror y la sugerencia, la del riesgo indómito.