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Se dice que todos tenemos siempre una suerte de sosias, alguien que es igualito a nosotros, alguien que se parece muchísimo. Sería mucha arrogancia pensar que en rigor somos un formato único, tan exclusivo que con nosotros se rompió el molde, como dice el refrán popular. Lo cierto es que hay gente que se parece mucho, y gracias a estos parecidos pues ha surgido un negocio por demás interesante, el negocio del doble.
En el mundo del cine, el doble ha pasado a tener una importancia extraordinaria. Por ejemplo, las grandes estrellas valen tanto dinero que no se puede arriesgar nada, ningún quebranto, ningún riesgo.
Entonces, si James Bond sale a tomar acciones intrépidas, pues James Bond tiene a una persona muy muy parecida que va hacer sus partes, sus partes de riesgo. Esto es así desde los tiempos del legendario Tarzán con Johnny Weissmuller. Hoy en día inclusive un actor es tan caro, una estrella es tan cara que para no fastidiarla y dejarle que descanse para que este lozana y tranquila al momento de la escena, van los dobles para hacer las pruebas de luces, las pruebas de movimientos con los directores, y así que cuando llega la estrella ya todo está listo. Y allí a su lado, vestida de manera idéntica, con el mismo corte de pelo, con el mismo maquillaje, está una persona que se parece muchísimo al original. ¿Sólo se utilizan el doble en las películas? Pues no.
En el mundo de la política se han empezado a utilizar dobles, por razones de seguridad básicamente. Cuando vino el Presidente George Bush (Padre) a Venezuela tuvo una agenda bastante congestionada. En algún momento tuvo que ir hasta el Panteón Nacional a rendirle una ofrenda floral al Padre de la Patria. Un acto protocolar, sencillo, donde no hay que hablar, donde no hay que decir mayor cosa. Ni siquiera le acompañaba el Presidente de la República. Entonces, para un acto aparentemente insignificante, pero necesariamente según el protocolo, no fue el Presidente Bush sino que fue su doble, pero su doble se parecía, el doble era igualito.
¿Qué condición se requiere para un doble? Supone uno que arrojo, valor, una buena dosis de desfachatez, y por supuesto parecerse hasta lo increíble a ese original que va a remedar.
Todo esto por supuesto viene a colación porque lo que apareció en Panamá, eso no fue un doble, si acaso un triple. Era un disparate tal, que hasta en una comparsa carnestolenda hubiese quedado como algo bastante ridículo. Imagínense las carcajadas de los reporteros, las mofas cuando vieron pasar a un mofletudo doble con una primera dama que nadie se los creyó.